El gobierno de Gabriel Boric cumple diez días y porta un documento genérico de izquierda. Pero si hay un área donde debe vérselo caminar para definir su perfil, esa será su política exterior. La cancillería es ocupada por Antonia Urrejola, una abogada que a poco de ser elegida para el cargo, ya recibía críticas por su pasado en la OEA junto a José Miguel Insulza primero y Luis Almagro después. Presidió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2021 y pasó por diferentes relatorías. En el informe de febrero de 2020 sobre el golpe de Estado en Bolivia esa organización señaló que Evo Morales había renunciado y que la expresidenta de facto, Jeanine Añez, había asumido un “interinato”. No hubo ni una mención literal del derrocamiento. La misma funcionaria firmó un documento lapidario sobre la situación en Nicaragua y durante su mandato no llegó a entregarse el informe final sobre violaciones a los DD.HH del gobierno de Sebastián Piñera contra la rebelión popular de 2019. En enero de este año recién se conoció un dictamen bastante tibio, cuando la actual ministra ya había abandonado la CIDH.
El 14 de marzo, el nuevo presidente de Chile señaló que estaba en contra de organismos regionales como Unasur, Prosur y el Grupo de Lima, el primero integrado por países como Venezuela y Bolivia y los otros dos por gobiernos alineados con Estados Unidos. Fue una formulación un tanto equidistante en política exterior con una crítica concreta. Boric dijo que “la serie de siglas que ustedes conocen han mostrado que no sirven para unirnos y avanzar en la integración”. Una integración que el joven mandatario dice pregonar.
En la misma conferencia de prensa recordó que veía con simpatía a la fuerza Pacto Histórico de Colombia que lidera el dirigente de izquierda Gustavo Petro y comentó que tenía “afinidades con Lula, con Dilma y con el MAS en Bolivia”. En esa misma sintonía se incluye la empatía que mostró con el presidente argentino Alberto Fernández. Su primer viaje como mandatario en ejercicio – prometió - será a este lado de la cordillera de Los Andes.
El día del traspaso del mando en el Congreso de Valparaíso hubo varios jefes de Estado sudamericanos presentes, con excepción de tres. Iván Duque de Colombia, Jair Bolsonaro de Brasil (lo representó su vice, Hamilton Mourao) y Nicolás Maduro de Venezuela. Para este último presidente “no hubo invitación” como le informaron a PáginaI12 desde la embajada en Buenos Aires. Tampoco se cursó una al gobierno de Managua. No fueron pocos los medios que le atribuyeron a Boric una conducta semejante con Cuba. Pero la noticia quedó desmentida de inmediato con la presencia en Chile del canciller de la isla Bruno Rodríguez Parrilla.
Desde su cuenta de twitter, el ministro de Relaciones Exteriores comentó: “Fue un placer saludar al Presidente de Chile @gabrielboric y transmitirle una felicitación a nombre del Presidente @DiazCanelB. Le reiteré nuestros más sinceros deseos de éxito y expresé la voluntad de profundizar las relaciones bilaterales”. También se reunió con la canciller y lo expuso por la misma vía: “Sostuve encuentro con Antonia Urrejola Noguera, a quien reiteré nuestras felicitaciones por su designación como Ministra de Relaciones Exteriores de Chile. Confirmamos voluntad de profundizar las relaciones bilaterales y de cooperación entre ambos países”.
La lista de presidentes, vicepresidentes, primeros ministros y cancilleres presentes en la asunción de Boric fue indicativa del arco ideológico diverso que contiene hoy Latinoamérica. Convivieron en ella el economista del MAS, Luis Arce, de Bolivia, su colega el empresario neoliberal Guillermo Lasso de Ecuador y el peruano Pedro Castillo, un maestro de izquierda que abraza la causa indigenista. Según lo indicado por la Cancillería chilena a este medio, también asistieron en condición de invitados especiales del presidente Boric la escritora nicaragüense Gioconda Belli, ex integrante del sandinismo y opositora después del gobierno de Daniel Ortega; el candidato a presidente colombiano Petro, el exvicepresidente boliviano Álvaro García Linera y el dirigente cocalero Andrónico Rodríguez. La expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se estrechó en un prolongado abrazo con Boric que las cámaras de la TV chilena tomaron con detalle.
En esa lista republicana y más allá de las diferentes expresiones políticas desentonaba el rey de España Felipe VI. La nobleza suele estar presente cuando se producen este tipo de ceremonias en sus ex colonias. El presidente chileno, unos días más tarde de su asunción, explicó en la misma conferencia de prensa: “Nuestras relaciones son institucionales con las presidencias de los países, sean cuales sean”.
La historia política de Boric como militante estudiantil y después diputado nacional, tiene definiciones, gestos y afinidades que conducen hacia los inicios de Podemos en España. Su cercanía con Iñigo Orrejón, fundador de esa fuerza y hoy en Más País, es conocida. Cuando el dirigente madrileño de su misma generación escribió el libro Con todo, de los años veloces al futuro, Boric subrayó una frase del texto después de leerlo: “Los revolucionarios se prueban cuando son capaces de generar orden”. El español se lo agradeció públicamente.
Una de las prioridades que anunció el presidente chileno para su política exterior es el cambio climático. En las primeras horas de su gobierno conversó sobre el tema con Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá. “Tenemos un interés común en acelerar la lucha contra el cambio climático y robustecer las instituciones democráticas en el planeta. Continuaremos trabajando juntos en este camino”, dijo Boric.
Muy crítico de la intervención de Rusia en Ucrania, llegó a sugerir que Vladimir Putin debería ser perseguido por los tribunales internacionales de Justicia: “Creo que, hechos como el bombardeo en Mariupol del hospital de Niños, de ratificarse, constituyen antecedentes suficientes para pensar en eso”.
Estas son algunas de las definiciones del nuevo presidente chileno que eligió para manejar las relaciones exteriores a la abogada Urrejola. Una mujer que pasó por varios cargos en los gobiernos de la Concertación, fue asesora durante la presidencia de Michelle Bachelet y militó en su juventud en el Partido Socialista que lideró Salvador Allende. Sus detractores la ubican en una línea de seguidismo a Estados Unidos. Su posición sobre la guerra que sacude al mundo es, como no podía ser de otra manera, coincidente con la de Boric.