Cómo se llegó hasta acá, a esta confrontación a cielo abierto entre los segmentos del Frente de Todos, da cabida a unas preguntas entretenidas para catarsis individuales. No para (tratar de) ver cuál es el arriba del laberinto.
Un dato objetivo es que el Gobierno zafó del estrangulamiento de compromisos financieros inmediatos, porque arregló primero con los acreedores privados y ahora con el FMI.
El conjunto de la deuda quedó pateado hacia 2025 y 2026, respectivamente. ¿Tiene sentido seguir discutiendo si eso es un logro inmenso, haber barrido debajo de la alfombra o ambas cosas? En cualquiera de las tres variantes y como nadie come con esa clase de análisis, lo que ocurre es una puja desmesurada que se adjudica al interés de “la política” o “los políticos” mientras “el pueblo” está cada vez peor. En forma preferencial, según las encuestas admitidas por unos y otros, lo estaría por culpa del Gobierno y no de quienes le dejaron un muerto de endeudamiento histórico. Y, como sea, que arreglen la inflación.
¿De qué van los cruces sobre si se negoció bien o mal con el Fondo Monetario? ¿Eso no tendrían que haberlo conversado antes y durante las negociaciones, entre Alberto y Cristina, e inclusive o sobre todo cuando convinieron la fórmula electoral ganadora?
¿No hablaron nunca más, o no lo hicieron sobre aspectos sustantivos, después de sacarse de encima a Macri? Y si no hablaron sobre el Fondo Monetario, porque después de ganar era imprescindible concentrarse cómo administrar la pandemia, ¿tampoco se sentaron a discutir acerca de la inflación que Macri les entregó multiplicada?
Y hoy, cuando lo “formal” con el Fondo está arreglado, ¿en serio siguen sin hablar de alguna manera que no fuere lanzarse munición tupida a través de redes y chicanas de notas públicas, que hasta llegan a ser provistas desde adentro a medios de la oposición? (sí, es en serio: cualquier periodista, con buenas fuentes, con acceso a altas figuras del Ejecutivo y del FdT, recibe desde los contendientes una carga de frases agresivas que el respeto por el off preserva de mayores escándalos).
¿Hay lugar para re-definir un liderazgo elemental, conceptual, frente a la derrota en las urnas a la vuelta de la esquina?
En un artículo publicado en La Tecl@Eñe, Ricardo Aronskind traza un recorrido preciso sobre origen, desarrollo y caracterización global del Fondo Monetario. Lo hace bajo un título notable que, en nuestra opinión, desafía al debate hasta ahora eludido o no abordado en profundidad: El FMI es un producto argentino.
“(…) Creemos que se pone un énfasis exagerado en la presencia de un organismo que no es otra cosa que la expresión de un proyecto interno, de dominación y control de nuestro país, a punta de pistola financiera. El FMI no debe llevar a invisibilizar el problema de fondo. La incapacidad de la cúpula empresarial local, para ofrecer a nuestra sociedad un proyecto económico viable y aceptable, los lleva a reforzar su control coercitivo con la ayuda del FMI, que contribuye a maniatar a gobiernos que no les responden plenamente (Alfonsín, Fernández)”.
“(…) Entonces, sería mucho más importante empezar a pensar cómo se enfrenta a ese proyecto local, empobrecedor y extranjerizante, que es el que tiene vigencia permanente más allá de la presencia o ausencia del FMI. (…) Su presencia es sólo la constatación de quién va ganando en la puja interna; pero también de la incapacidad de esa elite local por asentar su control sobre el país, ofreciendo logros concretos. No es el Fondo el problema. Es el proyecto neoliberal globalizante de la elite argentina”.
A la simple complejidad que Aronskind describe con esa puntería tan necesaria para entender que el Fondo es consecuencia y no causa, corresponde, quizás, agregarle la incapacidad del Gobierno y del Frente de Todos -sin excepciones- a fin de presentar alternativas concretas de realización ejecutiva. No el consignismo de un lado y las indecisiones del otro.
Volvemos, así, al triste y muy probablemente inútil espectáculo que generó, o profundizó, la aprobación parlamentaria del “acuerdo” con el FMI.
Siendo que la batalla de fondo es local y no externa, y siendo mucho más que lo acordado ya nació entre rengo y muerto porque las circunstancias bélicas internacionales así lo ratifican (acaba de reconocerlo en otras palabras el mismísimo vocero del FMI, Gerry Rice), resulta que las líneas internas del Gobierno se enredaron en una contienda cuya suma da cero.
En la franja “cristinista”, de kirchnerismo duro o puro o de como cada quien quiera identificar(se), quedaron atrapados en el salvoconducto de No al Fondo cuando sólo se trataba de aprovechar la ventana de no pagarle hasta dentro de unos años, o nunca, o hasta más ver, evitando el default que nadie quiere (empezando por la propia Cristina).
Y en el sector “albertista” es igual, porque “resuelto” el trámite técnico con el Fondo se enganchan en la escalada discursiva y ahora, cuando sus dichos señalan que comienza la pelea de veras, despejado el horizonte de vencimientos financieros (y la pandemia), no tienen espalda interna para afrontar la dureza requerida contra los factores de Poder que juegan a desestabilizar al Gobierno.
¿Con cuáles soldados enfrentaría el Presidente la “guerra contra la inflación” que, calentura verborrágica mediante, anunció para el viernes pasado?
Resumámoslo de la siguiente manera que, desde ya, no es más que otra opinión. Que toma términos de la coyuntura dialéctica. Y que a “la gente” le importa tres pitos, con toda lógica: nada de esto le resuelve a las mayorías una inflación descontrolada de los productos básicos, agravada por la guerra.
Los “radicalizados” deberían haber comprendido que era momento de moderarse en la polémica casi absurda sobre el Fondo Monetario, en tanto sabían y saben que el arreglo era y es una ficción a renegociar chiquicientas veces.
Y los “moderados” debieron bajar varios cambios, en lugar de prenderse a quién tiene más larga la práctica de gobernar porque, ya mismo, lo necesario sería radicalizarse para enfrentar a especuladores, formadores de precios, gauchocracia envalentonada, aparato mediático enardecido, su ruta.
Nada de esto último aparece en la “guerra contra la inflación” anunciada por el Presidente. Más bien lo contrario. ¿Dónde se ha visto que una declaración de guerra empiece por convocar a una enésima mesa de diálogos que no dieron absolutamente ningún resultado?
Hay cuestiones que son de una matemática política asimilable a la tabla del uno. El Gobierno se topará con elecciones decisivas dentro de unos meses.
No tiene tiempo para medidas anti-inflacionarias que no sean de shock, de reintroducción de confianza masiva, si de verdad pretende llegar a esas elecciones con algún grado de esperanza.
Economistas de la “heterodoxia” comienzan a sugerir que, inclusive, habría que contemplar, por lo menos, el estudio de un cambio de sistema monetario, en el país donde el peso ya se parece más a un vale de compra. No la dolarización, por supuesto, porque eso sí sería la pérdida final de soberanía básica. Y, como fuera, debe haber disposiciones específicas que determinen con firmeza para dónde se quiere ir. Eso es decisión política: aquí los aliados, aquí los susceptibles de diálogo, aquí el enemigo.
¿Se discute eso en el Gobierno y en el FdT? ¿O todo termina/seguirá en el onanismo de cómo saldar, o no, los planteamientos con el FMI?
Nadie sale indemne de esta división o fractura en el frente electoral que no supo, no pudo o no quiso continuarse como frente gobernante.
¿Alguien o alguno de los sectores tiene, por sí solo, la fuerza social, política, para unir y no espantar a lo que quede de electorado dispuesto a impedir el retorno de la derecha explícita?
A esta altura, en el Frente de Todos no parece que haya una discusión y vocación político-ideológica que pueda resolverse sin “matarse” en público.
¿Lo que pasa en la coalición oficialista es un choque de fondo, sobre cuál estructura de capitalismo periférico habrá de implementarse? ¿O es -también, en todo caso- una batalla de narcisismos? Esto último puede parecer silvestre, pero hay quienes pierden de vista que la política también se nutre de banalidades personales.
Hay el dicho ése de que gobernar para el pueblo queda antes de la unidad de los dirigentes.
¿Cómo se gobierna para “el pueblo” si no vuelven a juntarse los dirigentes que recuperaron el Gobierno tras la tragedia macrista con, se dijo y supone, el objetivo de re-disputar una cuota del Poder verdadero (fue Cristina, el cuadro político más grande de este país, quien afirmó que gracias si pudo tener un 20/25 por ciento del Poder ése)?
Vaya instancia o etapa, en las que debería alcanzar con ver quiénes están de festejo por esta grieta que ya no divide a los campos clásicos de modelo socialmente inclusivo versus gorilismo. Es más grave.
La intentona de lo primero está partida.
La fortaleza de lo segundo vuelve a sacar pecho, como si nada hubiese sucedido.
¿Queda espacio para encontrar síntesis en lugar de antítesis?