El amarillo tiene mala prensa. Es mufa en el teatro desde que Moliere murió en el escenario con ropas de ese color; no le sirvió a la Selección Argentina cuando uso la camiseta del Malmö y perdió 3 a 1 con Alemania en el '58, en la antesala del desastre de Suecia; se lo asocia con una fiebre que mató más de 14 mil personas en 1871 en Buenos Aires, y también se lo vincula con la hepatitis. Más: “peligro amarillo” fue una antigua metáfora racista para estigmatizar a los orientales y marcar diferencias con los occidentales y amarillismo es una referencia al periodismo sensacionalista y morboso.
Se recordará, en cambio, que Brasil usó la camiseta blanca hasta el Mundial del '50 y como perdió cambió definitivamente por la amarilla con la que consiguió cinco títulos. Y puede usarse a favor la belleza del submarino de los Beatles, y el hecho de que el Barcelona goleó al Real Madrid con una camiseta amarilla.
Lo cierto es que en medio de tanto revuelo por la camiseta amarilla el partido lo ganó uno de azul, Agustín Rossi, protagonista central y, por lejos, el mejor de la cancha. Cuestionado en los últimos tiempos por algunos errores, el arquero de Boca la rompió. Salvó dos manos a mano con Julián Alvarez, respondió muy bien en remates de Barco en el primer tiempo y Quintero en el segundo, ganó siempre de arriba y puso la frutilla al postre cuando sacó un cabezazo de emboquillada de Palavecino. En esa jugada todo el mundo tuvo la sensación de que la pelota se metía, pero el arquero salvó el gol en una extraordinario vuelo hacia atrás.
En el otro arco, como para encontrarle un justificativo directo al resultado final, Franco Armani fue coprotagonista junto con Leandro González Pirez y Sebastián Villa del gol de Boca. Villa fue a buscar un pase de Luis Vázquez sin demasiadas expectativas porque Pirez cubría la salida de Armani. Pero el arquero de River que es un fenómeno debajo de los palos, suele demorar demasiado las salidas. Armani se durmió, Pirez no atinó a revolear la pelota y en ese rió defensivo revuelto aprovechó Villa para girar y mandar la pelota al fondo del arco vacío.
¿Ganó bien Boca? La sensación es que no; que el empate hubiera sido un resultado más justo; que River sin mostrar su nivel de otros tiempos, fue claramente superior en el primer tiempo y aun en sus peores momentos generó situaciones de gol, más que Boca en el balance final. A favor del equipo de Sebastián Battaglia se debe anotar que quiso jugar de igual a igual, que puso un equipo que denunciaba esa intención; que mostró lentitud y escasez de ideas en el primer tiempo, pero levantó en el segundo, aun antes del gol. Es cierto que sufrió un poco en el tramo final pero no necesitó colgarse del travesaño para sostener la victoria y supo aprovecharse de la desesperación de River.
Rossi fue la gran figura pero Pol Fernández, en su nueva función de volante central, se merece también un lugar en el podio en un equipo al que le normalmente le llueven críticas, en la misma proporción en la que se elogia a River, pero sacó dignamente un gran resultado y tiene todo el derecho al festejo.