"Los elementos de todo concepto entran en el pensamiento

lógico por la puerta de la percepción y salen por la puerta de la acción”

Charles Pierce

Las apachetas habitan al borde de los senderos cordilleranos. Son pequeños muros de lamentos y esperanzas. Eriales de memoria que celebran historias mínimas, gestas y trabajos colectivos. Humilde homenaje a la imponente belleza del paisaje y, a la vez, crónica de penas y esperanzas.

Tamaños y alturas sellan la antigüedad y la profundidad del compromiso por ahondarlas. Montañitas hechas con piedras, recuerdos, mensajes, telas y cintas que navegan al viento. Progenitora de tanta instalación artística vacía de contenido en famosos museos; los signos y texturas de la apacheta apelan a la sensibilidad andariega.

Los diseños congregan múltiples miradas y proyectos de mundos… que se desafían mutuamente.

Sin embargo, la “Apacheta" en su quechua original se traduce apenas, como "Te ayudo a llevar la carga" o "Aligero tu carga". Cada gesto hace honor a la tarea encomendada. El corazón que la perciba confirmará los rezos (laicos o no) en ofrenda de pausa y aliento y la ternura destinada a cualquier caminante a quien duela el camino. Invita a añadir el propio tributo a la gran obra.

No todo viajero se siente aludido, claro. Algunos científicos prestigiosos la juzgan peligrosas. No se asombre. Tienen razón.

Con su arquitectura convoca a proteger la belleza y los recursos humanos (salud, educación, justicia), naturales (ríos, lagos y glaciares, litio, gas, oro, bosques) científicos y tecnológicos de sus pobladores.

El desarrollo nacional de tecnologías digitales, energía atómica, industrias, astilleros, satélites de comunicación, aviones también, son apachetas simbólicas.

Incluso los deterioros evidencian las dificultades para preservarlas.

La Apacheta hace huella y el amor y el cultivo de la propia identidad han sido capaces de destruir grandes imperios.

Para Eduardo Galeano “La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día”

Las tensiones entre intereses, temores y esperanzas hablan en clave de elección.

Hasta la multiplicidad de los materiales de las apachetas confirman que las contradicciones son materia prima del pensamiento y demás construcciones humanas. Recuerdan que el camino es sinuoso y cabe prever peligros y retrocesos sin ceder al desaliento porque andando, se aprenden y desaprenden valores e ideas o edifican y reparan instituciones.

Hay que instalar apachetas simbólicas en grandes ciudades y pequeños pueblos. Deben colocarse en casas y plazas, aulas e industrias, despachos públicos y oficinas privadas, en potreros y en clubes, en bibliotecas, tribunales y frente a las pantallas.

Nunca fue trabajo fácil. Menos aún, en la suicida cultura globalizada que oculta, desinforma y sugiere, en tiempos de energías biológicas y atómicas descontroladas, que el enemigo es tu hermano.

Es tiempo de reconocer no existe forma de “honrar” las grandes deudas internas en la mayor parte del planeta, incluida la de nuestro saqueado país, y construir apachetas que inviten a la reflexión y desmonten condicionamientos.

Multiplicar los debates entre endeudadores y quienes se niegan a avalarlos o aceptan sus deudas como mal menor; permitiría a la ciudadanía identificar con mayor claridad intereses y responsabilidades de sus representantes e implantaría mejores opciones.

Resulta casi imposible hacerlo sin acceso popular a medios de comunicación capaces de generar contenidos que disputen los significados y cuestionen el marketing hegemónico que avasalla la imaginación, reduce la creatividad y administra los sufragios.

Urge intensificar una comunicación social proveedora de símbolos y signos de anclaje a experiencias y conductas en defensa de territorio y horizonte. Apachetas como aulas públicas para profundizar en los argumentos con las que se construyeron las estafas y el abandono a los más desprotegidos o subrayarla importancia del diálogo sin traicionar convicciones, ni reproducir la violencia de los idiotas, en el más griego de los sentidos.

Los medios oligopólicos y la Web-ada ya ganaron demasiados partidos. Hoy se delatan a sí mismos en el esfuerzo que dedican a dividirnos.

Respondamos, sembrando apachetas de Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía Nacional. No en vano, las apachetas de identidad no virtual que se conmemoran cada 24 de marzo tienen la virtud de recordarnos que es posible renegar “con” la propia identidad, pero jamás “de” ella. Así, puede proyectarse el futuro luminoso que merecen los que vendrán.

* Antropóloga UNR