Una mujer lucha contra la tristeza de haber perdido a su hijo, quien se suicidó luego de matar a su novia. Sola frente a la platea, atraviesa su duelo y comparte un testimonio desgarrado que oscila entre el amor y el rechazo a ese hijo femicida. Escrita por Natalia Villamil, Rota resultó ganadora del primer concurso de mujeres del Instituto Nacional del Teatro, y todos los sábados a las 20 sube a escena en el Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378), con actuación de Raquel Ameri y la dirección de Mariano Stolkiner.
No es la primera vez que Ameri asume el desafío de un rol de tanta exigencia física y emocional. En 2017 se lució en su interpretación de un varón trans con síndrome de Asperger en la multipremiada obra Millones de segundos, y ahora vuelve a confirmar que en su trabajo la entrega siempre es absoluta. “Siento que la obra invita a hacerse algunas preguntas en relación al rol de la mujer que es madre en esta sociedad, y nos interpela respecto de qué podemos hacer para transformar esta violencia que se reitera y que está vinculada a una responsabilidad social y cultural. Esa es la pelota que le pasamos al espectador. Es un momento para que quienes somos madres observemos lo que está pasando en este rol de crianza en el que muchas veces se perpetúan cosas que queremos modificar”, reflexiona la actriz que por primera vez actúa en un formato unipersonal.
Por su lado, Stolkiner ya había abordado como director la problemática de la violencia de género en piezas como Biolenta. Delicado Emparche Femenino; Zoraida. La reina del Abasto y Amor de Fedra, pero en esta ocasión pensó que era necesario cambiar la mirada. “Rota nos confronta con el lugar que ocupamos socialmente frente a esta temática. Es fácil juzgar desde afuera, pero la cuestión es qué pasa cuando a una mujer le toca esa situación y tiene que asumir una responsabilidad vinculada con su rol femenino y al mismo tiempo con su rol en la crianza”.
-A propósito, ¿por qué decidieron abordar la violencia de género desde la óptica de la madre de un femicida?
Mariano Stolkiner: -Me interesaba un abordaje diferente a lo que ya había hecho en teatro respecto de este tema, y pensé en la posibilidad de hablar de la disyuntiva que podía estar atravesando la madre de un femicida, por su rol de madre y de mujer. Lo hablamos con Raquel y Natalia y, a partir de ese disparador, Natalia comenzó a escribir. De todas formas, aunque la obra habla de un femicidio, no queríamos que eso cobrara protagonismo por encima del amor que tiene esta madre por su hijo. Este es justamente uno de los grandes atributos que tiene la puesta, y lo que nos pone en tensión con el material, porque el amor de una madre es incondicional, y en este caso eso nos hace entrar en una zona de conflicto. No nos interesa hacer un teatro en el que haya una bajada de línea con la cual estemos de acuerdo y que nos haga pensar que lo que vemos en escena es algo que les pasa a otros. Al contrario, queremos que el espectador se movilice y discuta con la obra.
-¿Cómo se trabajó, precisamente, ese conflicto desde la actuación?
Raquel Ameri: -Mi trabajo de actriz siempre fue de la mano de la memoria biográfica que tiene mi cuerpo en relación a la maternidad y a las experiencias que puedo tener en común con esta mujer. Entonces leí el texto y dejé que resonaran en mí aquellas cosas en las que puedo estar hermanada. Pero en el proceso de ensayos también tuve que trabajar el hecho de correrme de mis juicios y dejar de lado mi ideología y mi opinión para poder defender a esta mujer. Y ese fue un trabajo muy interesante.
-Es la primera vez que actúas en un unipersonal. ¿Qué evaluación hacés de esta experiencia?
R.A.: -Fue un proceso en el que al principio me sentí sola, pero con el tiempo eso cambió porque estuve acompañada por todo un equipo y por la red de contención que significó trabajar con Mariano todo el recorrido de este personaje. Y después, al no tener un compañero o compañera en escena, busco que mi compañía sea el espectador. El desafío es generar un vínculo cada vez que arranca la función porque no hay cuarta pared, y por eso la idea es ir al encuentro.
-¿Cómo dialoga esta pieza con una actualidad en la que la violencia de género ha recrudecido?
M.S.: -La obra golpea fuertemente a los hombres, quizá por esta identificación edípica que pueden tener en relación a su madre. Y las mujeres se sienten identificadas con esta mujer fuerte y valiente que interpreta Raquel. Y en este sentido, desde el teatro independiente se puede hacer un aporte para generar conciencia en algunas personas, aunque somos conscientes de que esta problemática necesita muchas más acciones de las que podemos encarar nosotros. Sabemos que es una obra que puede generar controversia, y estamos abiertos a esa posibilidad.
R.A.: -La obra denuncia la cantidad de aristas que tiene la violencia de género. Y a través de esta madre logramos abrir una puerta a una zona invisibilizada que tiene que ver con los vínculos con los varones en general, sean padres, hijos o parejas. Entonces desde ese lugar, Rota invita a las masculinidades a repensarse.