Si bien lo hicieron en la edición chilena un día antes, en Buenos Aires nadie de la organización del evento quería confirmar si Perry Farrell saldría al escenario Flow a cantar con Foo Fighters. Aunque todo decía que sí, especialmente el parche del bombo de la batería del sexteto. “Foo’s Addiction” (en alusión al cruce entre los liderados por Dave Grohl y Jane’s Addiction, la banda que comanda el creador del festival) se encontraba estampado en el instrumento de Taylor Hawkings, quien en el cover que hicieron de “Somebody to Love”, hitazo de Queen, demostró también ser un cantante increíble. Y promediando el final del recital, finalmente sucedió. Al juntar fuerzas para hacer “Been Caught Stealing”, Lollapalooza Argentina firmaba su consagración en esta vuelta al ruedo. Tras dos años de ausencia. Todavía restaba el set del DJ Martin Garrix en el escenario de en frente, pero digamos que ése sería el carnaval carioca del festejo.
Cuando apareció la pandemia, y seguidamente la cuarentena, el festival concebido en la ciudad de Chicago fue el primero que experimentó los estragos del mundo que estaba por venir. Por más que se le buscó la vuelta para sostener esa grilla, y reprogramarla, fue imposible: había que esperar hasta nuevo aviso. A dos años de ese momento, la versión local de Lollapalooza se convirtió en el primer festival musical que se hizo en Buenos Aires. Mas no en la Argentina. Vale la pena recordar que en febrero se celebró el Cosquín Rock en Córdoba, y más tarde el Baradero Rock en la homónima localidad bonaerense. Antes de que esto pasara, no hubo quién no se preguntara cómo serían los eventos musicales masivos en la nueva normalidad. Luego de lo que sucedió entre el pasado viernes y el domingo, todo apunta a que no son ni serán diferentes a los de la antigua normalidad. Salvo por el uso de los barbijos, que en cualquier momento dejarán de ser una formalidad para transformarse en una opción.
Mientras llega ese momento, Lollapalooza Argentina 2022 fue algo así como el inicio no oficial de la endemia. Pese a que el mundo paró, la música no lo hizo. De manera que su programación reflejó muy bien lo que sucedió principalmente en la escena musical nacional en estos dos años. De todas sus ediciones, fue donde más abundaron los artistas argentinos. Si bien es cierto que los siguen ubicando en horarios muy malos, casi luego de dar puertas al mediodía, esta vez el público no tuvo ningún prurito en llegar más temprano. Esto evidencia la importancia de estos grupos y solistas, al igual que la empatía del público. Además, los cuatro escenarios repartidos en el Hipódromo de San Isidro, a los que hay que agregar el semillero en el que se convirtió el Kidzapalooza, reflejaron el crisol de estilos que pululan acá en la actualidad: pop, rock, indie, dance y en especial la música urbana. En todas sus expresiones, lo que habla del maravilloso momento que atraviesa.
A lo que hay que agregar que sus artífices no dejaron de trabajar en la cuarentena. Bien sea lanzando un single, preparando un featuring, ampliando el espectro sonoro o inventando un video. Al hablar de música urbana, hay que referirse a toda su cosmogonía. Chita y Clara Cava, por ejemplo, encarnaron su perfil más soulero, R&B y pop. Lo mismo que Nicki Nicole, aunque lo de ella estuvo en un nivel tan superior que más temprano que tarde nadie pensará si hace esto o aquello. Es que está en camino a convertirse en una artista de corte popular. Lo dejó en evidencia el sábado, en su debut en el festival. Ese mismo día, los traperos Kiddo Toto y Taichu la rompieron. Sin embargo, la sensación fue Dani Ribba. Ese mismo adjetivo lo tuvo el viernes Dillom. O mejor aún: fue su consagración. Esa performance marcó un antes y un después en su carrera, poniéndolo entre los grandes del trap argentino. Y vaya que hubo varios en esta edición.
Duki estuvo tan emotivo que, apenas saludó, se le quebró la voz. Nunca lo vio tanto público. Al igual que a Tiago PZK, dueño de un recital fabuloso. El de Saramalacara fue más chiquito y tempranero, lo que no le quita lo trapeado. Lo de ella fue buenísimo, pero lo de Wos se fue a otra galaxia: la de la comunión del rap y el rock (con marcianos invitados). También rankea para ser otro artista de corte popular, y es que su flow inspira. Que lo digan los de la FMS, que con sus shots competitivos pusieron al freestyle en otra liga. Al tiempo que lo de Bizarrap tuvo sabor mundial, a pesar de su pogo con “Jijiji”. Sólo le falta un poquito para que sus sets lo saquen de sus sesiones en la internet. Pero también hubo música urbana internacional. Si L-Gante le quiso competir a Foo Figthers al cambiar de horario el domingo, Justin Quiles rivalizó sin querer con The Strokes el sábado porque sonó duro. No tanto como el boricua Jhay Cortez. Tampoco lo necesitaba: sus hits son muy fuertes.
Litto Nebbia le puso el sello histórico al festival, Babasónicos se mandó uno de sus mejores repertorio de los últimos tiempos y Louta se alzó como la revelación nacional del festival. En la otra vereda, esa chapa le cayó a los ingleses IDLES. Sobre la base de post punk, mensaje contestatario y una performance necesaria de ver tras todo este tiempo sin recitales internacionales (por lo potente y teatral), los de Bristol se llevaron a casa más fans con los que llegaron. Es una de las sensaciones de la música británica en la actualidad, y el domingo se develó el secreto. Es más, y por el momento, se llevan el premio al mejor recital del año en esta orilla del Río de la Plata. Bueno… Le compiten a Miley Cyrus. La otrora ídola de Disney demostró que está más allá de los estereotipos al brindar un recital más próximo al indie que a la estructura banal que la dio a conocer. Y redentor de la cultura pop de su país. Algo parecido a ese capítulo de Black Mirror que protagonizó.
Más allá de los 20 minutos que demoraron en salir a escena, The Strokes le devolvió la alegría a esta ciudad. Kaytranada le regresó algo de baile colectivo y Channel Tres evidenció que la frescura es lo esencial. El rapero A$AP Rocky no fue lo que se esperaba, pero para eso estaba Jack Harlow: lo dio todo. De la misma forma que Doja Cat, quien a punta de pop y música negra se tornó en un espiral. Al igual que ese cuerpo de baile que la acompañó. En tanto que la cuota queer recayó en la rockera estadounidense LP y la drag queen brasileña Pabblo Vittar. Y obvio: no hay indie patrio sin El Mató a un Policía Motorizado. “La música es cura, la música libera”, manifestó Perry Farrell, creador de Lollapalooza, antes de su conclusión. ¿Alguna vez se habrá imaginado que lo que inventó para su banda se convertiría en eso? Seguramente, no. Tampoco pensó en que sería una plataforma generacional. La base de operaciones que, con entradas agotadas, y a lo largo de tres días, impuso su nuevo orden.