“Adonde el callejón se pierde, brotó ese yuyo verde... del perdón”, canta Susana Rinaldi. “¡Más milonguero!”, le pide con un grito Osvaldo Piro a la orquesta, que suena con la cuerda suntuosa, los fuelles recios, el piano rector y la flauta que con un gesto inconfundible recama el final de una frase en la que la melancolía no pierde la compostura. Es el sonido de Piro, la marca lírica y elegante de uno de los estilos más personales del tango, sobre el que la voz de la “Tana” talla cada palabra con la frescura de quien al decirlas parece que las está descubriendo. De “Yuyo verde” se pasa a “Fuimos”, después a “Caserón de tejas”, “Como dos extraños”. Así hasta el final del ensayo que se sella con el aplauso de los músicos.
Estos temas, y algunos más -entre ellos los clásicos instrumentales de Piro y algunas novedades- serán parte del programa que la cantante y el director ofrecerán este miércoles 23 a las 20 en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner, como invitados de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto. Como para cada evento del CCK, la entrada es gratuita y se puede gestionar a través de www.cck.gob.ar.
En el clima distendido del final de una jornada de trabajo cada uno acomoda sus bártulos para buscar la salida. “Lo que pasa es que el director y la cantante no se conocen, por eso los ensayos no salen bien”, bromea Pablo Agri, el brillante concertino de la Filiberto, antes de despedirse. Rinaldi le responde con la sonrisa luminosa y Piro lo apunta con la mirada y con una mano en el hombro le dice: “Qué bueno que estés en esta orquesta, pibe”. De pronto la continuidad de la mejor tradición del tango se despliega en un rincón de una sala de ensayo en el segundo subsuelo del centro Cultural Kirchner.
Osvaldo y la Tana fueron pareja durante muchos años. Despuntaban los ’70, era la época del tango que reinventaba su mística y su gramática para seguir siendo parte de una ciudad y sus sensibilidades cambiantes. Sobre ese horizonte cada uno supo forjar su estilo, su marca propia, y desde ahí aportar a la historia grande del género, como queda sentado en discos que marcaron época. Entre tantos, A Homero Manzi, de Rinaldi, y Octubre, de Piro, son dos buenos ejemplos. De aquella unión quedan además dos hijos, Ligia y Alfredo, que también son músicos y también desde sus propios lugares indagan nuevos horizontes para poder nombrar a la misma ciudad, que es tan distinta.
“El estilo de Piro resume lo mejor de la historia del tango de una manera absolutamente personal”, dice la Tana sin medias tintas. “Vos escuchás dos compases y enseguida te das cuenta que es él: el maestro Osvaldo Piro”, continua. “Si van a hablar de mí, mejor me voy”, advierte Piro y se pone a acomodar las partituras antes de guardarlas en el maletín. “¿Ves? Siempre fue así, medio tímido”, agrega Rinaldi, que a los 86 no deja de cantar en tiempo presente, siempre buscando por entre los recovecos del verso algo nuevo para decir. “¿Por qué a esta edad sigo cantando así? No sé bien por qué, pero sospecho que el hecho de que me guste tanto hacerlo tiene algo que ver”, asegura y levanta la vista como buscando complicidad para su ironía. “No hay que buscarle más explicaciones a la cosa. Más allá de la voz, que por suerte todavía me acompaña, cantar en la dimensión del aquí y ahora fue siempre mi compromiso. Además poder hacerlo ahora con esta orquesta y con los arreglos del maestro le facilita las cosas a cualquiera. Y como si esto no bastase, el público nos acompaña. Es como que la gente espera estas reuniones y las celebra”. Agrega Rinaldi.
Todos se fueron y la sala de ensayo se cierra. En los pasillos penumbrosos del CCK hay silencio. Es la hora en la que el espectáculo descansa y la burocracia trabaja. “Ojo Tana que afuera debe estar lloviendo. Esta tarde te llamo y conversamos”, se despide Piro. Mientras camina en busca de la salida, el bandoneonista y compositor conversa de su satisfacción de volver a Buenos Aires, su ciudad, de la inmovilidad del tiempo de pandemia y de lo que significa dirigir la Filiberto, orquesta de la que fue director titular desde 1994 hasta 2000, cuando durante el gobierno de Fernando de la Rúa fue apartado del cargo por su filiación política. “Esta es una orquesta que conozco muy bien. Vi crecer y formarse a muchos de sus integrantes que hoy son figuras relevantes del panorama musical del país”, asegura Piro. “Sé muy bien lo que puede dar musicalmente este grupo y cuando compongo o arreglo lo hago pensando en sus características y en sus individualidades”, agrega.
“La pandemia nos puso en una situación inédita, algo que muchos de nosotros nunca pensamos íbamos a vivir”, dice Piro. “Traté de interpretar la situación de la mejor manera y sin poder salir a trabajar me encerré a componer y a arreglar. Mucho de lo que produje entonces es lo que traje para este concierto”, continua y agrega: “Están las cosas que arreglé pensando en la Tana, esos tangos que ella supo hacer propios y que ahora tienen nuevas versiones y también algunas cosas instrumentales”. Una selección gardeliana y temas asentados en su repertorio como el propio “Plenilunio” y “Una tarde de otoño”, de Lucio Passarelli, se alternarán con algunas novedades, entre ellas “Diagonal” y “Urbano”, obras que tras su estreno vislumbran un destino de disco.
Hace casi 20 años que Piro se instaló en Córdoba, donde hizo de la Orquesta Provincial de Música Ciudadana, organismo oficial de la Provincia, una de las mejores del país, antes de retirarse a la Falda. Precisamente en esa localidad serrana, en una de las primeras ediciones del Festival de Tango que hoy es uno de los más viejos e importantes del país, Piro fue revelación. Era el año 1965 y de ahí salió la posibilidad de grabar con su propia orquesta y de emprender el recorrido que lo llevó a ser hoy una de los últimos directores de raza, creador de un estilo que destila la lección de Alfredo Gobbi, que lo tuvo entre los bandoneones de su orquesta, y Aníbal Troilo, su padrino artístico. “Éramos una orquesta de pibes. Representábamos la juventud que garantizaba la continuidad del tango y desde ahí despertamos un gran entusiasmo”, recuerda Piro.
Desde entonces, mucho pasó en nombre del tango y varias de ellas tienen que ver con el arte y el oficio de ese hombre taciturno, de hablar pausado, que trasladó su elegancia de porteño de otras épocas al sonido de su orquesta, siempre actual. El que con gestos simples y miradas francas sabe decir mucho más que con palabras. “Para mí volver a Buenos Aires para dirigir la Filiberto es siempre una oportunidad para traer música nueva. Componer y arreglar es para mí la mejor manera de estar presente”, concluye Piro.