“Empecé a irme, y cuando estoy en el pasillo (ya casi llegando a la puertita de calle) escuché ‘¡vos, lesbiana de mierda, te vamos a hacer mujer’ y esas cosas me decían. Siento que me manotean de atrás y me ponen contra el tejido del pasillo. Yo me había hecho como un bicho bolita contra el tejido. Uno me agarraba de las piernas y me pegaba patadas en la cola. Yo escuchaba algo de palos. Tenía miedo de que me hicieran algo del palo. Creo que reaccioné cuando me pegaban fuerte ahí (debajo de la cola) y me bajaron los pantalones. Pensé que me iban a matar y me iban a hacer lo que ya me hicieron (otra vez). Me defendí como pude. Fue así, un flash. A lo último no me acuerdo cómo pude. Imagínese si le pasa a usted”. Es una parte de la declaración de Higui de Jesús durante el tercer día del juicio en el que la acusaban de homicidio simple de Cristian Espósito, uno de los que le agarraban las piernas y le pegaban patadas en la cola. Su declaración fue mucho más extensa, pero en estas líneas relata a los jueces y a la fiscal el momento exacto en el que se defendió con un cuchillo de jardinería. Ella lo nombra como un “flash”, pero un rato más tarde la fiscal le pregunta: ¿usted llevaba un cuchillo? Higui responde: Sí, pero no lo puedo decir porque fue un flash. Después no me acuerdo. Veía todo negro, sombras”.
A pocas horas de esa declaración, las sombras se alejaron por un rato porque Higui escuchó un veredicto que le daba una tregua en la vida: absolución, una palabra amarrada a su derecho a defenderse. Defenderse, la columna vertebral de un fallo que sienta jurisprudencia y un hecho político (el activismo transfeminista, de derechos humanos y lgtbiq+ fueron quienes acompañaron a Higui desde que ocurrió el hecho en el 2016) que hoy pone en agenda la autodefensa, una herramienta que desde los feminismos se acciona y se discute desde hace largo tiempo.
“En el marco de los movimientos de autodefensa, el hecho de defender atacando es precisamente la afirmación de un derecho injustamente negado y, en consencuencia, la afirmación de un sujeto portador de ese derecho, o mas bien de un sujeto que toma y se da a si mismx un derecho que se le es negado” dice la feminista francesa Elsa Dorlin en el libro Defenderse, una filosofía de la violencia (Hekht, 2018). Una lectura obligada para pensar la autodefensa colectiva frente a esta evidente división del mundo entre vidas que merecen ser vividas y las que son violentadas.
El trabajo de Dorlin en este libro es una investigación sobre la autodefensa de poblaciones a las que históricamente se les ha negado -por su raza o por su género- el derecho a defenderse, que además sostiene como un derecho colectivo y no individual. Se trata de la reactivación y visibilización de numerosas estrategias de supervivencia que mujeres, lesbianas, travestis y trans han podido amplificar desde hace mucho tiempo porque son estrategias puestas en juego ante la necesidad de supervivencia.
Hay cuerpos que están habilitados a defenderse y mas aún cuando está en juego la propiedad privada. En 2018, se llevó a cabo el juicio contra Daniel Oyarzún, un carnicero que luego de que Marcos Alteño y Brian Gonzalez le robaran 5 mil pesos del local, se subió a su auto, los persiguió, ambos cayeron de la moto y uno de ellos fue atropellado y aplastado contra un poste por el auto que manejaba Oyarzún. Horas mas tarde, Brian Gonzalez murió en el hospital y la condena de Marcos Alteño fue de 7 años de prisión. La estrategia de la defensa de Daniel Oyarzún deja al descubierto cual es el carril en donde defenderse está legitimado: "Fue a defender sus bienes. Él sabía en todo momento qué hacía. Estaba yendo a recuperar su plata" dijo su abogado defensor al finalizar el juicio en el que el carnicero quedó absuelto.
Y un dato más. En los alegatos, el mismo abogado defensor se dirigió a los jueces de la siguiente manera: “Ustedes van a decidir sobre la vida de Oyarzún, un trabajador como ustedes, un vecino como ustedes. Él es uno de ustedes". ¿Quién es ese “ustedes”? ¿Los que se creen dueños de la violencia? ¿Cómo es la fuga de ese orden establecido en dónde hay quienes pueden defenderse y quienes no? ¿Por qué se da por sentado que la violencia solo puede estar del lado de las fuerzas policiales, los que violan, los que agreden si la violencia está en todas partes?
Frente a la pregunta ¿Alguna vez tuviste que defenderte? Cualquier persona que no tenga el privilegio cis masculinista y heterosexual le resultará muy sencillo responder. Katy vive en el barrio “Playón de Fraga” en Chacarita, es migrante peruana y hace un tiempo se separó de su ahora ex pareja por motivos de violencia de género. Durante la pandemia se acercó por primera vez a un taller de autodefensa sin saber que eso siquiera existía. “Yo en el taller aprendí que puedo hacerme valer y salvaguardar mi integridad y que para eso no estoy sola. Yo ya me había defendido muchísimas veces, desde la escuela en donde cuando un compañero del colegio me agredía yo tiraba puños y patadas y trataba de mantener el equilibrio. Pero con el taller pude charlar y ponerle nombre a todo eso que yo ya sabía”.
Autodefensa feminista en las puertas del Tribunal
La calle Ricardo Balbín en donde se encuentran los Tribunales de San Martín fue el escenario de un acampe y un apañe para los días del juicio contra Higui. Durante las tres jornadas los cuatro carriles oficiaron de escenario para una radio abierta, fútbol, olla popular, feria y un entramado de organización y autogestión para sostener el acompañamiento de Higui en el momento más decisivo.
La calle también fue el territorio ideal para que Kuka Del Gesso y Mora Seiguer realizaran un taller de autodefensa: “En el medio del taller, Higui volvió a entrar en los Tribunales y automáticamente todes apañamos cantando a modo de mimos para recordarle que no estaba sola. Eso es para mí la autodefensa, saber que hay otres con quienes poder construir complicidad y cuidados para atravesar situaciones de violencia” dice Kuka del Gesso que tuvo su primera experiencia de taller de autodefensa en 2005.
“Aquella propuesta me marcó mucho, fue una especie de recorrido de auto reconciliación con mi corporalidad y cuántas herramientas podemos tener para defendernos, desde cosas como la respiración, la postura, la voz, la mirada, la percepción, la rabia, el miedo, la complicidad, etc. Parecerían cosas obvias, pero en realidad hay una construcción social que siempre fue anulando la posibilidad de prestarle atención a nuestra intuición, un lenguaje que ofrece el cuerpo y no la razón, pero que se complementan entre sí”. Kuka y Mora se conocieron en el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries en La Plata, el último antes de la pandemia.
“Yo empecé con las artes marciales a raíz de una pelea callejera donde me sentí muy inútil”, dice Mora que siempre se había sentido fuerte en el enfrentamiento verbal, pero lo físico se le presentaba como un límite que no podía pasar: “En 2019, en el Encuentro Plurinacional de La Plata, surgieron reflexiones sobre los talleres de autodefensa y las dudas que nos generaban, porque la verdad es que una se pasa 10 años entrenando 4 veces por semana y no se convierte en Bruce Lee, sigue teniendo altas posibilidades de perder un enfrentamiento físico".
Entonces, ¿de qué puede servir un curso de 2 horas por única vez? Lo que pensamos es que más allá de que el desarrollo de la fuerza y la técnica no se logra en un día, sí se puede lograr hacer cuerpo la idea de que une tiene derecho a defenderse, y que une tiene capacidad de defenderse, incluso de los seres querides. Que une puede defenderse físicamente de un varón cis, que nuestro agresor también tiene debilidades. Que recibir un golpe no nos incapacita para seguir peleando. Que la estrategia de no defenderse para "no provocar" al agresor, suele dar malísimos resultados. Todas estas reflexiones requerían que les que impartieran cursos de autodefensa tuvieran perspectiva de género”, concluye.
En la calle Balbín, Mora y Kuka coordinaron un taller que duró casi dos horas y del que participó Morelia Colque, una mujer que se había defendido el 18 de marzo de 2018 de su ex pareja y que fue acusada de homicidio agravado por el vínculo. Permaneció cuatro años detenida y el pasado 9 de marzo, el Tribunal Oral Criminal (TOC) 7 de Lomas de Zamora dictaminó su absolución: “Yo, antes de que me pasara todo, esto no tenía idea de nada. Cuando ocurrió y me llevaron presa yo lo único que sabía era que estaba perdida porque no había vuelta atrás. Sentía que la vida se me había acabado. Yo de haber sabido que me podían liberar por haberme defendido capaz que al principio la hubiese peleado un poco más, pero no sabía, y ni bien caí acepté todo lo que me decía la policía. Ahora puedo decir que aprendí que es bueno defenderse”.
Morelia participó del taller en donde la propuesta medular era invitar a pensar la autodefensa colectiva, combinando ejercicios de posturas, patadas, zafes pero también haciendo hincapié en que todas las jornadas de acompañamiento durante el juicio eran autodefensa colectiva, como también todos estos años de sostén y cuidado de Higui.
Durante la pandemia Mora y Kuka organizaron algunos encuentros virtuales y se organizaron a través del colectivo artes marciales: “El caso de Higui ilustra un montón el tema de quién tiene derecho a defenderse de quién, que es un claro tema de correlación de fuerzas: si un varón se defiende de otro es "natural", si una mujer se defiende de un varón es "violenta".
Nombrar la autodefensa
Según la teoría que desarrolla Dorlin en Defenderse, para que se lleven a cabo políticas públicas en nombre de la defensa de las mujeres -y acá podríamos nombrar también a las lesbianas, travas, trans, trabajadoras sexuales, migrantes, pobres- es necesario que sean vistas como víctimas, justamente el antónimo: indefensas. Sin embargo, lo que expone Dorlin es una afirmación clave: la autodefensa equivale a seguir con vida, por lo tanto no hay manera correcta o incorrecta de defenderse, todo lo que nos permita resistir la violencia es autodefensa.
¿Por qué el término víctima está en el centro de la discusión?: “Creo que Higui pasó de ser una sujeta víctima de violencia a ser "defensora", lo que evidentemente generó un desajuste estructural porque no se espera que las mujeres nos defendamos, no se espera que salgamos de nuestro rol de víctimas” dice Carina Aspillaga Borquez, instructora de autodefensa en Chile.
Para ella la autodefensa es una pulsión natural de los seres vivos y es también poder aprender a lidiar con situaciones diversas que nos ponen en alerta: “Me parece importante dejar de satanizar la autodefensa porque en un mundo donde la violencia se reproduce sistemáticamente la autodefensa es un derecho humano. Tenemos que hacerla propia, integrarla. En la marcha del 8M en Valpariso éramos el único bloque feminista de autodefensa. ¿Por qué seguir escondiéndolo? Tenemos que apropiarnos de esto que ejercemos diariamente”.
Dayra Fyah es instructora de autodefensa y rapera, radicada en México destaca la importancia de la territorialidad a la hora de defenderse. Como sucedió con Higui que lo hizo en los pasillos de un barrio pobre del conurbano, con todo un sistema de hostilidades alrededor. Dayra vive en la periferia de Ciudad de México, una zona con un alto nivel de femicidios y desapariciones forzadas: “Al ser habitante de este territorio creo que cualquier cosa es válida para defenderse, hay un dicho popular en el barrio que dice “de que lloren en su casa, a que lloren en la mía”, así comparte una breve pero contundente caracterización de su territorio.
Cuando se repite hasta el cansancio que Higui es lesbiana, pobre y del conurbano, se intenta echar luz sobre la interseccionalidad que convierte también a algunos casos mas audibles que otros. ¿Qué hubiese ocurrido si en vez de Higui hubiese sido una chica blanca de clase media y heterosexual? La respuesta es evidente: no la hubieran detenido, hubiese recibido atención médica inmediatamente y, por supuesto, no hubiese tenido que afrontar un proceso judicial de 6 años.
“El de Higui es un caso que nos devela todas las intersecciones. Entonces esto, demuestra la urgencia en la perspectiva de género seria y profunda que considere la autodefensa como una herramienta válida ante la violencia machista que diariamente vivimos. Se habla a favor del caso de Higui y de su absolución pero se evita o no se nombra la autodefensa en sí misma, es como si fuera un tema en el que nadie prefiere meterse” concluye Carina en diálogo con Las12.
Entre la voz y la autodefensa hay un vínculo muy fuerte que Dayra como instructora y como rapera puede explicar muy bien: “El uso de la voz es muy importante a la hora de la autodefensa. Si bien es fundamental el lenguaje corporal y algunas otras herramientas que también manejamos, el uso de la voz es el primer acto. El poder decirle a alguien que “no”, con una voz segura y con una posición segura. Vincular el sonido con el golpe también es muy importante, porque de ahí viene la fuerza. Es todo un proceso de alquimia, desde el hecho de sentir lo que sea que estamos sintiendo cuando estamos en peligro y luego canalizarlo al pensamiento y a la conciencia, y luego acompañarlo con lo verbal y lo físico”.
El 16 de octubre de 2016, Higui se defendió como pudo, con 42 años ya sabía de lo que se trataba. Sin embargo, todavía no había escuchado nada del derecho a defenderse. Durante estos 6 años vio flamear banderas que pedían su libertad y su absolución, escuchó voces que gritaban que no era justo que estuviera presa por defenderse. Registró a muchxs que la reivindicaban: “yo también me defendería como Higui”.
Lo primero que dijo al salir de los Tribunales, con los cuatro carriles repletos de gente esperándola y con su absolución debajo del brazo fue: “La Fuerza para declarar es gracias al cuidado, al respeto y a la protección que solo ustedes tuvieron. Vamos a seguir peleando por esto, por la defensa, wachas, waches”. Eso es autodefensa.