Los saberes sobre feminismo y género circulaban de manera cotidiana en la casa de Daniela Losiggio. Por eso su madre, Mónica Garbarini, fue su primera referente en estos temas. Luego, la vida la cruzó con otras compañeras de ruta, desde Dora Barrancos hasta Vanesa Vazquez Laba y Karin Grammático.

Con posgrados en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en Sociología de la Cultura de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Losiggio es hoy directora de la nueva área de Género, Diversidad y Derechos Humanos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ).

En esta última casa de estudios es docente titular de la materia Género, Derecho y Políticas Públicas y encabezó el Programa de Estudios de Género. Además, dirige e integra distintos proyectos, con una experiencia de más de diez años en dictar clases y seminarios de grado y posgrado en distintas universidades argentinas y latinoamericanas. También se desempeña como ayudante de primera en Teorías sobre el Poder en la Facultad de Sociales de la UBA.

Junto con su colega Mariela Solana publicó Debates y acciones feministas en las universidades (Editorial UNAJ, 2021) y, en coautoría con Cecilia Macón, Afectos políticos (Miño y Dávila, 2017).

En una entrevista con el Suplemento Universidad, la investigadora asistente del CONICET describe la compleja tarea detrás de la conformación del espacio emergente a su cargo y detalla los temas a tener en cuenta en un territorio vasto como es el partido bonaerense de Florencio Varela y sus alrededores.

–¿Cómo surgió la iniciativa para impulsar esta nueva área en la UNAJ?

–La jerarquización de áreas de género y derechos humanos constituye una reivindicación histórica del feminismo universitario, que fue ganando un impulso renovado con la creación de la Red Universitaria de Género y de la Red Interuniversitaria de Derechos Humanos del CIN. Desde estos espacios se viene fomentando una serie de políticas que, en la UNAJ, ya veníamos llevando adelante a través del Programa de Estudios de Género y el Programa de Derechos Humanos. Al mismo tiempo, cada universidad tiene una genealogía que revela problemáticas locales singulares. Desde el inicio, hemos desarrollado varias líneas de investigación que nos ofrecen un diagnóstico muy completo sobre las inequidades que se viven en la universidad y el territorio, y que aportan datos contundentes no sólo sobre la violencia de género e institucional que afecta a la comunidad local, sino también sobre los límites que ella encuentra en el acceso a los estudios superiores, la salud, el trabajo y la Justicia. Además, trabajamos con las organizaciones locales y gremiales (docente, nodocente y estudiantil) en distintas acciones dirigidas a erradicar desigualdades y violencias que se observan en la universidad y, más en general, en Florencio Varela y alrededores. Promovimos así la paridad de género en los organismos de cogobierno universitario, el uso del lenguaje no excluyente, la capacitación en perspectiva de género, las licencias por violencia de género, el recursero local para personas en dicha situación y, finalmente, un espacio de acompañamiento, abierto a la comunidad, que tiene asiento en el campus de la UNAJ, el Mónica Garnica Luján. Se trata ahora de reforzar, centralizar, articular y jerarquizar todas estas acciones.

–¿Cuáles considerás que son los temas centrales a tratar y cómo prevén abordarlos?

–Nos proponemos transversalizar contenidos feministas y de derechos en los programas de estudios, desarrollar políticas de desprivatización de los cuidados, facilitar desde la universidad el acceso a la Justicia para jóvenes y migrantes de Varela y alrededores, trabajar en una mejor enseñanza de la lectura y la escritura académicas (especialmente compleja para un importante porcentaje de estudiantes de UNAJ que no tienen al español por lengua primaria) e incentivar la desfeminización y la desmasculinización de carreras. Tenemos previstos distintos abordajes, que van desde la apertura de talleres y cursos de formación y sensibilización, hasta el fortalecimiento y la profesionalización del Espacio Mónica Garnica Luján, del Equipo Técnico de Intervención y del Programa para el Fortalecimiento de la Lectura y la Escritura, así como también articulaciones diversas con la Justicia y la Procuración General, las organizaciones sociales o gubernamentales y las gremiales.

“El trabajo de las organizaciones de derechos humanos y del movimiento feminista en Argentina, con sus potentes consignas y argumentos, ha cambiado muchas miradas de modo permanente”

–¿Cuál debe ser el rol de la universidad en relación con la búsqueda de una sociedad igualitaria?

–Es una pregunta compleja. Evidentemente, el rol fundamental de la universidad es pedagógico y, en nuestras lindes y por las particularidades de esta institución en Argentina, también es legitimadora de distintas reivindicaciones políticas. Sin embargo, no creo que debamos abonar la idea ilustrada de que este rol pedagógico es exclusivo de la comunidad letrada o científica. Existen capas sociales que antes eran muy reticentes a las reivindicaciones sobre derechos humanos y feministas, pero que hoy se han vuelto sorprendentemente receptivas frente a algunos reclamos. Esta transformación nos enseña que el trabajo de las organizaciones de derechos humanos y del movimiento feminista en Argentina, con sus potentes consignas y argumentos, ha cambiado muchas miradas de modo permanente. En todo caso, tiendo a pensar que la universidad es un maravilloso espacio para reflexionar, repensar, autocriticar y reformular esas consignas y argumentos.

–¿Qué referentes intelectuales te marcaron para construir tu visión sobre estas problemáticas a lo largo de tu formación?

–Mi mamá, Mónica Garbarini, fue mi primera referente feminista. En la carrera de Ciencia Política de la UBA, más tarde, me encontré con muchas profesoras y compañeras, con las que fui construyendo esto a lo que llamás “visión”, militando y discutiendo. Con la compañía siempre lúcida de mi amigo Luciano Nosetto, leí por primera vez a Foucault y a Butler; piedras fundamentales. Con Cecilia Macón aprendí a reflexionar sin perder de vista nunca la perspectiva de género. Dora Barrancos fue la primera directora de nuestro Programa de Estudios de Género, que luego quedó a cargo mío y de Karin Grammático. Admiro a esas dos enormes historiadoras, por su trabajo académico y sus roles políticos en las universidades y organismos de ciencias. Vanesa Vazquez Laba es para mí un gran modelo en la política universitaria. Ella no es solo una destacada funcionaria en estos temas, sino una intelectual reflexiva que ha sido muy inspiradora en las formas de la gestión y la discusión pública. La lista es realmente infinita, pero mis amigas y compañeras del PEG así como las estudiantes de la UNAJ tienen que ser mencionadas. Aprendo de ellas cada día.