Marchar es bronca, repudio, pero también alegría, celebración, apuesta de futuro. Se marcha el 24 de marzo para rechazar a la última dictadura cívico-militar-eclesiástica pero se marcha también para plantar semillas de futuro. Para manifestar cómo es la vida que queremos vivir. Un gran mar de personas avanzan durante la tarde del 24 de marzo. Son multitud. Llevan entramados los hilos de todas las rutas que pueden trazarse en una ciudad surcada por las memorias de las violencias genocidas. Avanzan Sin Cadenas (y suena la canción de Los Pericos), para imprimir otros sentidos en las mismas calles donde hace 46 años circularon patotas en autos sin patentes, donde llevaban personas secuestradas, reducidas y encapuchadas. Nuevos trazos para una calle que guarda las historias. Y crea otras: los abrazos, la alegría, las canciones, los aplausos, las risas compartidas.
Las telarañas del pasado de la ciudad tienen mojones por todos lados, y recorrerlos es también una forma de hacerse parte de una historia común. En el Museo de la Memoria, en pleno Córdoba y Moreno, enfrente de la Facultad de Derecho, funcionó en aquellos años el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. El entonces Comandante, Leopoldo Fortunato Galtieri, arengaba a quienes les había otorgado el beneficio de seguir viviendo. ¿Será azaroso que suene Lo que te da terror, de Gabo Ferro, en la voz de Maia López, junto a Trapo?
Llevó muchos años que esa casona emblemática, proyectada por el arquitecto Ermete de Lorenzi y construida por José Spirandelli en 1928, fuera expropiada. Allí se tomaban las decisiones sobre la vida y la muerte, allí iban las familias de detenides desaparecides para pedir información. Muchos años después de la recuperación democrática, durante algún tiempo, allí también se podía tomar una cerveza en un bar de moda. En 2010 encontró su destino definitivo como sitio de memoria. “Hay algo acá que huele mal”, canta Maia Basso.
Cuánto terror contiene todavía ese edificio, hoy resignificado. La pregunta es un buen anzuelo para ir a recorrerlo. En alguna de las carpetas de su centro documental se pueden rastrear las libretas que llevaba una de las primeras Madres de Plaza de Mayo de la ciudad, Nelma Jalil, para anotar las gestiones destinadas a su buscar a su hijo Sergio. Hay fotos de las primeras reuniones de esas mujeres, ya en democracia, y la documentación de las acciones realizadas en la primera sede de los organismos de derechos humanos en los años del terrorismo de estado. Estaba en Cortada Ricardone 58. El año pasado, la Dirección municipal de Derechos Humanos señalizó con un cartel donde recuerdan que, desde 1977, allí se ofreció una resistencia colectiva. ¿Cómo hubiera descrito Italo Calvino esa ciudad trazada de las luchas contra el horror? ¿Cuántos gestos, nombres, miedos, manos tendidas estarán suspendidas en el aire de esos lugares? Es Serú Giran el que musicaliza este breve paso por una callecita angosta, que dura sólo dos cuadras, en pleno centro. La Canción de Alicia en el país musicaliza aquel tiempo oprobioso.
La entrada en el Museo es acompañada por una canción ad hoc, hecha por Agarrate Catalina, la murga uruguaya. Con Soy en los oídos, se pueden imaginar recorridos posibles. Empezar por la sala Lectores es una opción, allí cuelgan los carnés de socies de la Biblioteca Argentina de la ciudad de detenides, desaparecides y asesinades. Es posible sentarse en los pupitres a leer las ediciones (casi) únicas de Déjame que te cuente, una colección de historias de vida de las víctimas del terrorismo de estado. Se hacen dos ejemplares, uno para el museo y otro para la familia. Vuelve a sonar Gabo Ferro, en la voz de Virginia Innocenti. “Soy todo lo que recuerdo” da el marco del recorrido.
Pasaron muchos años, muchas militancias, la obstinada memoria y los obstinados olvidos empeñados en seguir velando lo velado. Hoy, ahora, se puede ver en el Museo la muestra “Cómo retratar a una sobreviviente”, de Germán Mena. La playlist se llena de Malena D’Alesio, con Los de abajo. Al llegar a la sala de la planta alta, desde un parlante, se escucha al artista preguntar, justamente, cómo se hace un retrato después del horror. Hace unos años, en 2018, leyó en el diario que la provincia reparaba a algunas trans que fueron víctimas de violencia institucional durante la dictadura. Decidió buscarlas, ir más allá de las listas oficiales, escuchar sus historias. Mirarlas con otra lente. Prontuarios rasgados, en blanco, preguntas sobre una pared, un video sobre la línea, donde se pueden ver las líneas que se trazaban debajo de los expedientes. La experiencia lleva a una sala vacía, donde se escucha a las sobrevivientes contar cómo les tomaban fotos para el prontuario. Nombran a la jueza Liliana Puccio y al juez Alfredo Alzugaray, recuerdan cómo les daban días de arresto a discreción. La dictadura terminó muy tarde para ellas: hasta 2010, un artículo del Código de Faltas provincial penalizaba el travestismo, y podían ir presas solamente por ser. “Soy sobreviviente de la dictadura militar y de la sociedad que siempre me ha perseguido por ser como soy”, dice uno de los testimonios. Las paredes blancas le dan espesor a las historias contadas en primera persona. Y las fotos, la experiencia de mirarlas a la cara.
El Museo queda atrás, es hora de correr hacia la plaza. Se llama 25 de mayo, y les dio nombre a las Madres rosarinas, que durante muchos años dieron vueltas alrededor de su escultura, frente a la Municipalidad y la Catedral, en el corazón del antiguo Pago de los Arroyos. No quedan Madres vivas, sus memorias acompañan a varias generaciones. Esperanza, Nelma, Norma, Elida, Noemí, Matilde, Darwiñia, Chiche, Marta, María Irma, Elena, Lila. Algunas ni siquiera llegaron a ver el comienzo de los juicios por delitos de lesa humanidad. Y el Rap para las Madres de Miss Bolivia suena para ahuyentar la nostalgia. Llegan les Nietes, agrupación formada en 2021 para seguir aquellos legados, y con elles otras ideas, nuevos lenguajes, la creatividad y el desparpajo. En el escenario del acto del Monumento suena Eternos Inquilinos, y Baile pero Luche se cuela en la piel.
“La muerte que acecha en la esquina”, dice la canción. La vida florece donde puede, arropada por miles y miles que se la juegan, que se emocionan con Todavía Cantamos porque, bueno, alguna canción de las infaltables tenía que haber. De esas que cuajan emociones colectivas de modo tal que se cantan una y otra vez, se reinventan en cada vigilia, en cada marcha.
El recorrido personal –y colectivo- sumó una nueva ausencia. Juane Basso, referente de HIJOS Rosario, murió el 3 de marzo de 2021, a los 44 años. Todos los discursos sobre las personas imprescindibles se desarman cuando falta alguien que parecía eterno. Es caprichoso que su recuerdo traiga la canción Una palabra, por el músico rosarino Julián Venegas. Será que siempre tenía la más exacta.
Un nuevo 24 de marzo renovó las huellas por recorrer, los caminos que se trazan hacia el futuro, con una certeza, que viene de la mano de una belleza de Eruca Sativa, son aquellos pasos los que nos permiten hacer nuestros nuevos caminos, Para que sigamos siendo.
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