Verano del 85 7 puntos
Été 85, Francia, 2020
Dirección y guion: François Ozon, sobre novela Dance on my Grave, de Aidan Chambers.
Duración: 101 minutos
Intérpretes: Félix Lefebvre, Benjamin Voisin, Philippine Velge, Valeria Bruni Tedeschi, Melvin Poupaud, Isabelle Nanty
Estreno exclusivo en la plataforma Mubi el viernes 25/3.
El amour fou es un estado del alma (y/o del cuerpo) en el que se ama de más. Por su propia condición ese plus nunca se satisface, por lo cual el amante excesivo sólo puede terminar en la locura, el suicidio o la muerte del ser demasiado amado. En Verano del 85, François Ozon investiga el amor loco, que en cine conoce un género específico: el melodrama. Pero el melodrama clásico es estilizado y desbordado, y en su nueva película el realizador de Bajo la arena (2000) adopta en cambio un registro realista, de deliberada chatura, con protagonistas comunes y corrientes. Rainer W. Fassbinder, de quien Ozon filmó una puesta teatral (Gotas que caen sobre rocas calientes) y viene de estrenar en la Berlinale una versión de Las amargas lágrimas de Petra von Kant, ya lo había hecho en multitud de sus films (con La ley del más fuerte como su punto más alto) pero en una clave feísta, entre personajes de clase baja o marginados. En Verano del 85, Ozon filma a la clase media de pueblo chico. Un pueblo junto al mar, que en el melodrama clásico suele estar tan embravecido como el amor que pone en escena, y que aquí siempre se halla significativamente lejos y en calma.
“Esta no es una historia para vos”, dice Alexis (Félix Lefebvre) a cámara, dirigiéndose quizás al espectador escéptico. O sea, al 95 % de los espectadores contemporáneos. Para creer en el amor loco es necesario creer en el exceso, la irracionalidad, la entrega absoluta al objeto amoroso. ¿Por qué objeto y no sujeto? Alguien responde a esta pregunta sobre el final de la película: “El David que vos imaginaste no es David, sino la idea que te habías hecho de él”. El amor loco es siempre una proyección de deseos. Pero ¿quiénes son Alexis y David? Alexis tiene 16 años, vive con unos padres que le resultan totalmente ajenos y no tiene el menor interés en los estudios o su futuro. Conoce a David (Benjamin Voisin) por accidente. Literalmente, cuando el velero en el que paseaba se da vuelta en medio del mar. David, más ducho que Alexis en cuestiones de navegación (tiene una casa de artículos marinos que atiende junto a su lúbrica madre, la reaparecida Valeria Bruni Tedeschi), lo rescata. Alexis a punto de ahogarse, David en una posición de superioridad: la relación entre ambos ha quedado marcada.
Buen mozo, de permanente sonrisa ladeada y mirada de abajo hacia arriba --al estilo Lauren Bacall en Tener y no tener o El sueño eterno--, David es un seductor. Un seductor paciente, que sabe esperar el momento, aunque de entrada está claro que Alexis le gusta. Como corresponde a todo melodrama, durante un tiempo viven una eclosión amorosa (cama, paseos, disco, velero, besos apasionados) hasta que David decepciona a Alexis. Sabemos cómo termina esto, ya que lo primero que dice David al comenzar la película es que conoció a “un cadáver cuando estaba vivo”. Pero no importa cómo termine, sino el proceso interno del protagonista, a quien el amor (¿y la muerte?) convierte(n) a otro distinto de ese chico sin atributos que supo ser.
Ozon, cuya faceta más popular es la del realizador lúdico, frívolo, hacedor de películas que suelen ser como caramelos envenenados (8 mujeres, Potiche, En la casa), filmó su primer melodrama, Tiempo de vivir (2005), una década después de comenzada su carrera, y volvió al género con El refugio (2009) y Frantz (2016). Basada en una novela del británico Aidan Chambers, en Verano del 85 hay deseo, temor, muerte, un pacto fúnebre, culpa y una obsesión del protagonista con ritos funerarios. Como corresponde al héroe de una novela romántica del siglo XIX. Todo ello personificado no en un soñador lírico, o un príncipe azul (las dos caras masculinas de la novela romántica y de su sucesor, el melodrama), sino en un chico de aspecto común, historia común y una común falta de sueños. Hasta que conoce el amor, y con él la exaltación y la muerte.