Cuando escucho que este es un país de mierda y que los argentinos son vagos y qué bueno sería vivir en Miami o Madrid, yo le diría al que despotrica que deje de lado los prejuicios y vaya a la Plaza un 24 de marzo. Porque uno que ya está un poco acorazado y siempre cree que no se le van a aflojar los mocos, llega el 24 y emociona, se mete en una zona poco explorada que tiene que ver con la forma como nos relacionamos con el país en que nacimos, algo que es identidad, infancia, solidaridad y vaya a saber qué más.
Miles y miles y miles se acercaron caminando hasta la plaza, además de los que llegaron en colectivos y encolumnados. Salí desde San Telmo y todo el camino fue con grupos que iban al acto. Familias de ocho o nueve personas, desde los más chiquitos hasta el abuelo, parejas tomadas de la mano, trabajadores envueltos en una bandera argentina, otros con camisetas de La Renga o del Indio.
Los chiquitos, los del Indio, el abuelo y el de la bandera, más los de La Renga caminan en silencio mientras los envuelve una complicidad secreta y nos miramos, tan diferentes y por el mismo sentido. Hay un lazo, hay un fuego, hay una comunidad de los que caminan hacia el acto, aunque nadie diga una consigna todavía.
Y en esa electricidad de la caminata sobrevuelan los desaparecidos. No creo en los espíritus, pero el espíritu de ellos está ahí, lo sé porque fueron mis hermanos, mis amigos y mis compañeros. Sé que el espíritu de ellos está ahí, igual que el de mi madre. Y es inevitable recordarlos y recordar las discusiones apasionadas, las luchas hermosas, el disfrute del desinterés y las carcajadas.
Están para mí porque los conocí, pero entiendo que el espíritu de ellos está para todos, siempre, aunque no los conocieran. Como estaban mucho antes, en las marchas que compartí con ellos hace décadas, todos los que nos habían antecedido en otras marchas. Esa vibración que compartimos y está en el aire, es lo que nos vincula y nos identifica.
El acto del 24 de marzo resume el rechazo a la dictaduras y al terrorismo de Estado, el recuerdo a los luchadores y la defensa de los derechos humanos. Es la idea de una patria del pueblo, solidaria y sin injusticias. Las personas que se movilizan tienen esa conciencia, que se convirtió en un rasgo de identidad. Algo que la sociedad de los argentinos eligió, digirió y asumió. El que se moviliza el 24 no busca nada personal, tiene un profundo sentido de comunidad.
Es el país que elijo. Frente al Cabildo había un grupo de 20 o 30 pibas y algunos pibes con la camiseta de Boca y un cartel que decía “Boca es pueblo” y algunas llevaban unas sombrillas azules y amarillas. Me encanta una piba arrabalera con las chuzas rubias, la camiseta de Boca y la tirita verde de las feministas en el corazón. Y ver esas cosas en la marcha del 24 me reenamora del país porque es un país que genera esas personas. Y eso que soy hincha de River.
Y lo que más me gusta es que se reivindican pueblo, que es lo que somos. Y no tienen la pretensión miserable del que reniega de su origen como les demanda el sistema. Mucha gente pasa, saluda con los dedos en V o levanta el pulgar, cabalgando sobre esa vibración que agrupa e identifica. La gente fue cambiando. Los setentistas son cada vez menos, no están muchos de los jóvenes que fueron a marchas anteriores y sin embargo la marcha es más numerosa que la anterior. Otros jóvenes reemplazan a los que esta vez no vinieron.
Pasa la columna de los secundarios, los chicos que estrenan ideas y valores para cambiar el mundo que alguna vez cambiaremos, y muchas madres con pibes de pocos años. Pasan con unos cartelitos hechos con pedazos de cartón que dicen “los estamos buscando” o “son treinta mil” y van serios con sus cartelitos. Y la historia no se termina, hay más jóvenes y madres con sus chiquitos que recordarán, se apropiarán de esa historia y sumarán ese granito de arena, constituyente de la mejor parte que nos identifica, la que hace que nos guste vivir en este país.
Me identifico con ellos, soy uno más en esa marea. Y alguna vez, alguna vez, podremos hacer con esa argamasa el país que soñamos cada 24 de marzo. Es el sueño que viene con la historia y, aunque sea nada más que un sueño, tenemos que estar orgullosos de compartirlo.