La escena de los cuentos del rosarino Federico Ferroggiaro es la del conflicto. Reflejo satírico de una sociedad de rápidos ascensos y caídas, sus personajes de toda edad y género se desafían, entablando apuestas fatales. La ley de este universo de ficción es la de Murphy, con los dados cargados por algún loco de novela de Arlt: si algo puede salir mal, saldrá aún peor... O quizás salga bien. Siempre demasiado arrogante para que el lector lamente su suerte, el narrador antihéroe será triturado en pocas páginas por la maquinaria inexorable de la estructura narrativa y de su propio karma. La emoción que suscitan estas comedias negras es la Schadenfreude, el regocijo ante el desastre. El camino es de ida: un caos rigurosamente organizado.

Recién publicado por Baltasara, su tercer libro de cuentos, Par de seis, marca desde el título una obsesión recurrente por los juegos y un retorno al relato breve después de su primera novela. Tetris (2016) fue para Ferrogiaro el campo de pruebas de unos guiños al contexto local, un humor oscuro y una voz cínica, todo lo cual funciona mejor en textos de una extensión controlable.

En ese grabado de Escher o cinta de Moebius que es la borgeana y perfecta arquitectura de "El cuento duplicado", el narrador lee un cuento "sobre un tipo que apuesta una pierna a una partida de cartas, me resultaba familiar pero no identifiqué al autor, sólo un eco, una modulación que se me ocurría cercana". La cita alude a "La pierna y el juego", un cuento de su primer libro, El pintor de delirios (EMR, 2008). El pintor de delirios, Lev Tanchevsky, tiene en otro de los relatos del nuevo libro un discípulo llamado Sayago, cuya misteriosa fobia a los atardeceres en el campo se explicará en un final ominoso casi sublime.

El protagonista de "Bebelplatz" es un escritor en una ciudad de provincia donde sólo hay dos críticos literarios; tiene publicados dos libros de cuentos y una novela. La autorreferencia se completa cuando se menciona "la editorial de Cabello y Andrizi", aparente alusión al sello local con el que Ferrogiaro publicó su segundo (e inhallable) libro de relatos: Cuentos que soñaron con tapas (Ombú Bonsai, 2011).

La pérdida de la inocencia insiste como tema en relatos cómicos de una picaresca urbana con GPS incluido. La ingenuidad del burlador burlado se reescribe como alegoría política en una distopía al estilo de Los juegos del hambre: "La fiesta a la que nunca te van a invitar". Se trata de una fiesta sólo para "elegidos" que da a sus obsecuentes "el Señor" de un feudo sumido en la miseria y la crueldad: "Dijo otras incoherencias, además, y movió las manos como si fuera una sílfide bailando música electrónica sobre una tarima; y cuando se perdía o no sabía cómo continuar, contaba chistes estúpidos, emitía sonidos guturales o sacudía rápidamente los párpados para encandilarnos, a pesar de la distancia que le ofrecía la altura, con el esplendor de sus ojitos". (Cualquier parecido con la realidad es precisamente eso).

En síntesis, Ferroggiaro escribe para un lector inteligente, capaz de leer entre líneas; un lector avisado, pero no tanto como para eludir las trampas del juego de la ficción donde los personajes, a su vez, se hacen trampa entre ellos, sin poder engañar nunca al destino.