La guerra en Europa lleva cuatro semanas pero ya comienzan a realizarse las primeras interpretaciones respecto de los cambios que generará a largo plazo. En los últimos días una de las lecturas que más influencia generó en los mercados internacionales fue la del jefe de Blackrock, Larry Fink. Sus opiniones nunca pasan desapercibidas porque gestiona el fondo de inversión más grande del mundo.

La invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos experimentado durante las últimas tres décadas”, consideró el responsable de manejar una cartera de activos con más de 10 billones de dólares, es decir el equivalente a más de 10 por ciento del PIB mundial. Consideró que luego de la pandemia se ha exacerbado la polarización y ahora se refleja en comportamientos extremistas de las sociedades.

Entre las declaraciones de Fink hubo una que llamó particularmente la atención de los inversores porque refleja un cambio de mirada respecto de años anteriores. “Un sistema global de pagos digitales, cuidadosamente diseñado, puede mejorar la liquidación de las transacciones internacionales, reduciendo al mismo tiempo el riesgo de blanqueo de dinero y corrupción”, consideró.

Estas palabras del dueño de Blackrock fueron interpretadas con distintos sesgos de analistas, consultores e inversores. Por ejemplo los capitales interesados en el despegue de las criptomonedas dedujeron que fue un guiño al desarrollo de tecnologías descentralizadas como el bitcoin y otros criptopactivos.

Pero una lectura más profunda de las declaraciones permite pensar que las declaraciones no son necesariamente una pista de qué sectores serán rentables en los próximos años, sino una advertencia de los cambios estructurales que acelera la guerra europea. En cierta forma parece adelantar que el uso del dólar como moneda hegemónica será complejo de sostener, y lo esperable es una transformación del sistema de pago global.

El protagonismo del dólar en el comercio internacional y como reserva de valor posiblemente no termine en el corto plazo, pero comienza a discutirse el privilegio de Estados Unidos para emitir la moneda mundial. El propio The Wall Street Journal ofreció una muestra concreta de este movimiento al publicar en los últimos días que en Arabia Saudita evalúan exportar petróleo a cambio de yuanes.

Los corresponsales de este medio de comunicación en Dubai y Riad, la capital y centro de negocios de Arabia Saudita, afirmaron que se aceleraron las negociaciones para que la potencia petrolera comience a venderle los barriles de crudo a la potencia asiática usando la moneda de China en lugar de usar dólares. Algunos analistas adelantan incluso que sería una prueba a gran escala para implementar el yuan digital en transferencias crossborder, es decir en los pagos que se realizan entre distintas fronteras.

Las cifras de este intercambio no son pequeñas. Arabia Saudita realiza exportaciones de petróleo por alrededor de 150 mil millones de dólares y China compra de ese total cerca de la tercera parte. El segundo país al que más le vende es a India, un país que también tiene interés en desarrollar un sistema de moneda digital propia, que podría tener liquidación en tiempo real y compatibilidad con la red del yuan digital.

Por el momento la economía de China explica cerca del 20 por ciento del PIB mundial pero su moneda se usa en menos del 3 por ciento de los intercambios de comercio a nivel global. Esta última cifra posiblemente crecerá a pasos acelerados. En palabras de Ray Dalio, director de uno de los fondos de cobertura más importantes del mundo: “El yuan ocupará un rol cada vez más importante como reserva de valor. Es algo natural”.