La Justicia de Mar del Plata finalmente definió que a partir de mediados de este año será sometida a juicio Verónica González, la mujer de Miramar a la que se le adjudica el brutal crimen de Carlos Bustamante, su esposo, y que también podría llegar a ser imputada por el homicidio de su propio hijo, Gastón Bustamante, que estremeció al país hace una década.
El juicio por el asesinato del hombre de 62 años, ocurrido el 22 de marzo del 2019, debería haberse resuelto hace rato pero la pandemia del coronavirus forzó distintas postergaciones a lo largo de estos tres años y recién ahora se avizora una posibilidad real para que la presunta homicida se siente en el banquillo de los acusados.
En principio, se preveía que González fuera juzgada a fines de este año pero los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Nº4, la fiscalía y el abogado del particular damnificado ya avanzan en conversaciones para consensuar agendas y tratar de adelantarlo a junio. “Habría una posibilidad de que se lleve a cabo en ese mes. Es algo que todavía no está definido y seguimos analizando esta fecha alternativa”, confirma la fiscal Ana María Caro, ante la consulta de Página/12.
Se trata de un juicio con mucho en juego. Las audiencias que se prolongarán durante casi una semana no solo definirán la condena a perpetua que podría recibir la mujer por ultimar a golpes a su esposo sino que abren la última oportunidad para esclarecer el homicidio del hijo de doce años ocurrido el 21 de noviembre del 2011. Es que a partir de la investigación del crimen del papá, operadores judiciales tienen esperanzas de develar al doloroso misterio que aún envuelve a la causa de Gastón Bustamante, que subsiste sin novedades ni imputados, con riesgo de prescribir en el 2023.
La misma mecánica en los dos asesinatos
Las esperanzas se alimentan, en parte, por las similitudes que se advirtieron en la mecánica de los dos asesinatos. Ambos se cometieron en el interior de la casa de la calle 27, entre 46 y 48, del barrio Las Palmas; ambos fueron a la mañana, mientras las víctimas dormían en sus cuartos; en ambas oportunidades fue Verónica la última persona en verlos con vida y en descubrir los cadáveres; y en ambos casos, tampoco faltó el sello de la brutalidad.
Al niño lo golpearon, lo estrangularon con una media y lo asfixiaron con la almohada. Al hombre de 62 años le dieron una golpiza con un objeto que se presume que puede haber sido un palo o un fierro, hasta causarle una fractura de cráneo y mandíbula y varias lesiones en el brazo.
Los testigos de las dos causas también coinciden en señalar que fue González la única persona que entró y salió de la vivienda: en ninguna parte se hallaron indicios de un ingreso forzado, lo que permite inferir la hipótesis de que quien mató al padre y el hijo contaba con las llaves de la casa.
Atenta a la sospecha que abre cada una de estas coincidencias, Caro no descarta que durante el próximo juicio surjan elementos de prueba que permitan imputarle el crimen del hijo a la propia madre. “La inmediatez del debate y la confrontación de las pruebas pueden dar lugar a la imputación pero siempre estamos supeditados a lo que suceda en el juicio”, aclara la fiscal.
González llega a juicio acusada por el “homicidio agravado por el vínculo y por alevosía”, delito que tiene una pena en expectativa a cadena perpetua. Si finalmente se le imputara el asesinato del hijo y se confirmara su autoría, le cabría la misma condena, algo que, de todos modos, no tendría demasiado sentido en términos de penalidad ya que las perpetuas no son acumulables: es decir que, por ley, igualmente debería cumplir 35 años en prisión.
Pruebas a la vista
Para el Ministerio Público Fiscal, la autoría de la mujer está más que probada en el crimen del marido. Toda la prueba contra la mujer de 53 años fue reunida por Florencia Salas --actualmente a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción Nº1 de Mar del Plata--, cuando en 2019 estaba al frente de la fiscalía descentralizada de Miramar. Caro, que la reemplazará en el juicio, reivindica la labor de Salas e insiste en que se incorporaron elementos “muy contundentes” que habilitan una condena por parte del tribunal.
Parte de esos elementos son los resultados de los estudios de ADN que determinaron que las manchas de sangre halladas en la ropa --zapatillas, jeans, una campera, una musculosa y una remera-- de Verónica se corresponden con el perfil genético de la víctima, al igual que el material genético detectado en un dedo de la mujer, pese a que se había lavado las manos en el baño donde también había múltiples rastros hemáticos.
A diferencia del crimen de Gastón, la escena del homicidio no se contaminó: tras el asesinato de Carlos, la sangre reinó en distintos ambientes de la casa y así las pruebas quedaron expuestas a los ojos de los investigadores. La policía tomó conocimiento de la muerte del hombre por González: ella misma dio aviso al 911. Supuestamente, llegó a casa y se encontró con la postal del marido agonizando. Pero la fiscal no le creyó nada después de escuchar a los vecinos y advertir contradicciones en los horarios de entrada y salida a la vivienda.
El aspecto que más llamó la atención de algunos testimonios fue cómo los perros olían con insistencia detrás de la puerta del domicilio en aquella trágica mañana de viernes: a partir de la reconstrucción fiscal se pudo comprender después que lo que olían era la sangre, lo cual fue considerado como uno de los indicios más graves de sospechabilidad.
En la elevación a juicio, Salas también sumó las conclusiones de un informe psiquiátrico donde los especialistas sostienen que la esposa de Bustamante es punible porque sabía de la criminalidad de los actos. “Verónica estaba totalmente lucida en el asesinato y en las pericias no se detectó ningún tipo de trastorno o afección que pueda llegar a alterar su capacidad de compresión”, ratifica la fiscal Caro.
Diez años para ser inocente
Después de recorrer un interminable laberinto jurídico de recursos y apelaciones, el 16 de septiembre del 2021 la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictaminó el sobreseimiento definitivo de Julián Ramón, pareja de Rocío, la hermana de Gastón, que llegó a estar preso desde diciembre de 2011 hasta marzo del 2012 al ser imputado por el fiscal Rodolfo Moure como el asesino del niño, pese a que no se incorporaron testimonios ni prueba científica que fundaran semejante acusación.
En todos estos años, Verónica, junto a Carlos, recorrió las calles de Miramar y cada medio de comunicación señalando al joven de 35 años como un “psicópata” y “asesino” que merecía ir a juicio por el crimen de Gastón. La estrategia era efectiva porque mientras más lo acusaba a él, más alejaba la posibilidad de encontrar Justicia. “El fallo de la Corte llega tarde pero vale muchísimo porque deja firme que soy absolutamente inocente y que jamás mentí", dice Ramón.
El yerno insiste en apuntar a Verónica González como la asesina del marido y del propio hijo. “Me gustaría ver que la condenen por todo el mal que hizo. Hace mucho tiempo que Rocío (su pareja) y sus hermanos merecen Justicia”, asegura, en diálogo con Página/12, y agrega: "Rocío y sus hermanos han dejado la piel para que esto se esclarezca. Tanto ellos como yo tenemos la tranquilidad de que hicimos lo correcto, ahora depende de la Justicia".
Ramón recuerda que en la media con la que fue estrangulado Gastón se encontró ADN de tejido epitelial --es decir, restos de piel-- coincidente con el de la mujer de 52 años, y el contenido de varios mensajes intimidatorios contra la propia familia Bustamante que provenían de un teléfono que utilizaba en secreto la mamá del chico con un chip cambiado, donde incluso había amenazas de muerte dirigidas a su propio hijo.
También, en la causa del 2011, Verónica González fue sometida a una autopsia psicológica donde dos peritos forenses realizaron conclusiones contundentes que hoy parecen leerse como un presagio del destino: allí describieron una personalidad con "inmadurez afectiva”, “inestabilidad emocional proclive a la impulsividad”, “celos”, “conductas perjudiciales hacia terceros significativos (pareja e hijos)”, “conductas manipuladoras”, y “elementos paranoides, con surgencia de actividad mitomaníaca”.
Silencio
Desde que fue detenida en la Unidad Penal Nº 50 de Batán por el crimen del esposo, Verónica no habló. Prefirió llamarse a silencio y nunca reconoció los hechos. Naturalmente, el capítulo más esperado del próximo juicio será cuando decida tomar la palabra: ¿hablará o no?
Julián Ramón mantiene el “deseo y la esperanza” de que se pueda saber quién mató a su cuñado aunque le quita peso a las eventuales declaraciones de la única sospechosa frente a los jueces de Mar del Plata. “Es irrelevante: si se necesita que la culpable confiese para condenarla, entonces las cárceles estarían vacías”, sentencia.