Nota de estilo: se usará la expresión “alto” en su sentido coloquial cotidiano. Simpático y superador sinónimo de “superlativo” o “espectacular” o “formidable”… pongalé y nos quedamos cortos.
En solo una semana:
Alta conmemoración del 24 de marzo en todo el país. Masiva, conmovedora, imborrable.
Alto partido de la Scaloneta en la Bombonera. Alto romance entre hinchada y jugadores. Alto gol del Fideo Di María. Alta demostración de Messi.
Alto cimbronazo por la elección de Abel Furlán como Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) derrotando a Antonio Caló.
Altos indicadores de recuperación económica en empleo, inversión, consumo popular, actividad industrial, exportaciones.
La inflación, alto pelotazo en contra.
Desde Washington advierten: “Alto riesgo de incumplimiento”. Es la frase emblema del Acuerdo aprobado por el Board del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El Acuerdo llega con tres heridas. Escalan la guerra en Ucrania, la interna del Frente de Todos (FdT) y la inflación. También en la semana que hoy termina. Ninguna parece haber encontrado freno o techo. Mientras persistan y crezcan costará repuntar.
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Las mejoras, lo que no alcanza: El presidente Alberto Fernández hiló tuits celebrando el Acuerdo mientras jugaba la Selección. Futbolero sigue siendo, debía saber que el mensaje sería leído horas o días después. La prisa certifica su satisfacción.
Es que la Casa Rosada y el equipo económico piensan que los indicadores mencionados líneas arriba se sostendrán durante el año. Antes de la guerra proyectaban un crecimiento del 6 por ciento del PBI en off the record muy audibles. Hoy en día, la cuesta arriba es más empinada.
El Acuerdo, proyectan, alivia tensiones al Banco Central, aumentará las reservas de divisas. El plazo de gracia sin pagos al Fondo hasta 2026 compra gobernabilidad. Hasta ahí, un optimismo de la voluntad deseable, compartible.
“Bisagra” describe AF y añade que el calvario terminó. Difícil engancharse con esa faceta voluntarista; vale la pena rememorar las alusiones del presidente Néstor Kirchner: “todavía no llegamos al Purgatorio”.
La recuperación se palpa, coinciden intendentes del Conurbano y gobernadores pero se distribuye de modo harto dispar. Minga de derrame virtuoso, nacional y popular. La desigualdad dentro de la clase trabajadora y una caída estructural del poder adquisitivo de los ingresos fijos se consolidan como datos estructurales sin precedentes comparables.
Las convenciones colectivas con revisiones en lapsos menores a un año reaccionan ante el fenómeno. Armando Oriente Cavalieri, Secretario General de Comercio, insospechado de mala onda con la patronal o de combativo, propone una paritaria de tres meses. Períodos más largos incuban derrotas en la carrera contra los precios.
La sustitución de Caló resuelta en un plenario de la UOM concreta un proceso que llevan años: el crecimiento de gremialistas fogueados en seccionales provinciales. Más representativos y menos anquilosados que ciertos Secretarios Generales con largo millaje. La democracia interna, innovación absoluta en la UOM, propició el desenlace. Lo destaca Héctor Palomino, un estudioso conocedor del mundo del trabajo.
¿Comienzo de época, tendencia en ciernes? Este cronista no supo anticipar el acontecimiento, rehúsa transformarse en especialista exprés respecto de hechos que lo desconcertaron. Por ahí contradice modas periodísticas… De cualquier manera, un cambio tectónico en la UOM ilumina el horizonte.
Dieciocho años comandó Caló, oficialista casi siempre u opositor tibio ante gobiernos de distintos signos políticos. Desempeñó un papel gris en el triunvirato que “condujo” años atrás a la Confederación General de Trabajo (CGT). Pasará a la historia por un acto celebrado en un no-lugar, ajeno a la Plaza de Mayo o a la del Congreso. Aquel en que los triunviros gambeteaban fijar día y hora de un paro contra el gobierno de Mauricio Macri mientras la muchedumbre los increpaba a los gritos y en vano: “poné la fecha/la puta que los parió”.
Retorno al eje de la nota. Los laburantes registrados son un sector, minoritario, dentro de la clase trabajadora. Los sueldos que le ganaron a la inflación durante el año pasado exceptúan la regla. La transformación de los planes en trabajo genuino, un objetivo loable, no concretado; luce ilusorio dentro de la actual estructura social, laboral, económica.
El exministro Agustín Rossi suma su voz a quienes proponen dentro del oficialismo alguna variante de ingreso universal. Allende detalles, un programa de ingresos adicionales para laburantes con o sin conchabo que no llegan a fin de mes. Los mecanismos están abiertos a debate, como ocurrió antaño con la Asignación Universal por Hijo (AUH). Es flagrante la necesidad de innovar, poniendo “otra plata” en el bolsillo de la gente común. Una nueva herramienta, un nuevo derecho, que se sumaría a los existentes. No una solución única a todas los problemas ni una panacea mágica, por si hace falta resaltarlo.
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A recalibrar, a recalibrar: En las vísperas del glorioso 24 de marzo se propalaban estridentes rumores, chismes de quincho. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, vaticinaban gurúes mediáticos, publicaría una carta de ruptura (o rompería, simplemente) el día–aniversario. Desconocen a Cristina, la odian, la desprecian… por consiguiente no la entienden. No es sencillo, convengamos. Pero su compromiso institucional raya muy alto, jamás desnaturalizaría esa jornada con una movida interna.
Se auguraba, quizá con más tino y mejor data, un debate dentro del FMI. Por ahí Estados Unidos se abstenía u oponía en la votación. Lo deseaba la oposición mediática. La predicción naufragó, por un pelito.
El comunicado contiene frases impensables un par de meses atrás. La necesidad de “recalibrar” induce a pensar en “la gallega” del GPS rompiendo la paciencia: “recalibrando, recalibrando”.
Se inserta una mención a las reformas estructurales: no están pactadas, no son obligatorias para la Argentina. Washington la reintroduce en la conversación.
El adelanto de la primera misión trimestral no puede, dendeveras, comprobar certeramente si se cumplieron las respectivas metas. Estas no se concretan en cuotas diarias equivalentes a la 90 ava parte… El afán de hacer pressing prevalece sobre la hipotética medición.
Cuando recalen en la Argentina, los enviados toparán con movilizaciones críticas hacia el FMI y hacia el propio Gobierno. La izquierda, el kirchnerismo, sindicatos y movimientos sociales se harán notar. Serán días ásperos para el Gobierno, se adelantó el calendario.
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Conflictos en el radar: El peronismo parafraseó la clásica expresión “condición necesaria pero no suficiente”: “sin Cristina no se puede, con Cristina sola no alcanza”. La regla metodológica se expande a un montón de cuestiones complejas. Sin ir más lejos: meritorio y aún imprescindible el señalamiento realizado por el Secretario de Comercio Interior Roberto Feletti. Los remarcadores seriales denunciados con nombre, apellido, datos de la empresa, pelos y señales. Llevar esa pulseada al espacio público es esencial. En términos de política pública, constituye un primer paso que debe completarse con resultados perceptibles en las góndolas y en la mesa de los argentinos. Labores arduas, inconcebibles sin voluntad, sin capacidad de emprender conflictos, de identificar y visibilizar adversarios.
Para el gobierno es imperativo mejorar la gestión cotidiana. La primera interna del oficialismo, la más prolongada, despuntó cuando se armó el elenco de Gobierno. Loteos por pertenencias, tributo enojoso a la estructura confederada de la coalición. Ministros peleados con sus subordinados inmediatos. Secretarios que le jabonan el piso al ministro. Miembros de una misma repartición que no se hablan o no se escuchan o discuten a través de los medios. Carencias de coordinación que traban la convivencia y el servicio público.
El presidente, el que “tiene la lapicera” carga con un deber único, complicado sobre todo cuando hay tantas recriminaciones cruzadas. Reconfigurar el equipo, aumentar su peso específico, sin caer en parcialidades, sin dejarse llevar por las broncas internas. Cualquier oficialismo tiene más obsecuentes de Palacio que los necesarios, cualquier mandatario encuentra sosiego entre quienes lo palmean y elogian todo el tiempo. Desoírlos es sabio, forzoso, difícil.
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La unidad y la gente común: Las recriminaciones se reproducen, son comidilla diaria. Todos afirman que no quieren romper la unidad que, al fin de cuentas, es un medio para construir poder. Condición necesaria pero no suficiente. Pocos tienden puentes o proponen modos concretos de discurrir las disidencias.
La multitudinaria columna de La Cámpora probó alta capacidad para ocupar la calle. Se sumaron intendentes no propios y el gobernador bonaerense Axel Kicillof. La interpretación más lógica no se vincula con rupturas. Es que los líderes territoriales reclaman acción, medidas, resultados. Están cara a cara con sus ciudadanos, precisan mostrarles un rumbo mejor. Para eso los eligieron.
Oxigenarse, remover funcionarios que no funcionen, ahondar los avances, consolidar conquistas históricas e innovar en políticas es un reto colosal. Sin encararlos, será difícil aprovechar la estrecha ventana de oportunidad que abre el Acuerdo.
Los argentinos de a pie quieren recobrar la calle, la vida, el consumo. Repoblar los lugares de veraneo, los recitales, las canchas… lo demuestran día tras día. Trabajan a destajo, la pandemia lo puso de manifiesto. Les duele parar la olla. La consecuente desazón completa el cuadro cotidiano. Induce a la apatía política, a la bronca, al descreimiento, al repliegue. El Gobierno no comprendió ese cuadro antes de las elecciones y tal vez no termina de percatarse ahora.
La gente tiene que notar cambios, sufrir menos, esperanzarse, transitar la cotidianeidad con creciente alivio. Es la microeconomía, che. Y el corto plazo, el tiempo en que vivimos todos.