La covid de larga duración o covid prolongado se relaciona con los efectos que deja el coronavirus en aquellas personas que si bien recibieron el alta padecen afecciones cardíacas, respiratorias y neurocognitivas, durante tres, seis o más meses. En el presente, no solo se observa que afecta la calidad de vida de los adultos sino también la de niños, niñas y adolescentes. Aunque el síntoma más frecuente es el cansancio, también experimentan falta de concentración, dificultades para pensar con claridad, palpitaciones cardíacas y problemas neurológicos. Muchos individuos recuperados siguen manifestando la presencia de fatiga y debilidad generalizada, dolores en las articulaciones y en el pecho y la persistencia en la pérdida del olfato y el gusto. Con lo cual, el alta de la covid no se traduce en un freno a la emergencia de este tipo de problemas que perjudican al funcionamiento normal del organismo.
“El covid prolongado no apareció con el Sars CoV-2, sino que ya fue caracterizado en otros coronavirus, como el Sars CoV-1 en 2003 y el Mers en 2012. Cuando comenzó esta pandemia existía una posibilidad de que aparezca, como ahora estamos observando”, indica Lourdes Arruvito, Investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (Inbirs). Luego sostiene: “Hay evidencia científica que permite asegurar que hasta un 30 por ciento de adultos convalecientes pueden afrontar síntomas luego de pasar la etapa aguda de la enfermedad. En efecto, era muy esperable que una situación similar se observara en los más pequeños”.
La emergencia del covid prolongado, aparentemente, no está ligada a la severidad del cuadro de coronavirus que el individuo afrontó. Desde aquí, es posible trazar una diferencia entre lo que sucede con los adultos y los chicos. “Los adultos, con mayor frecuencia que los niños, afrontaron formas severas del coronavirus. Haber estado internado en terapia intensiva durante un mes también deja secuelas como dolor muscular y pérdida de peso, que no necesariamente se deben a la covid. En cambio, en los chicos, pese a que en general no necesitan ser internados porque no desarrollan cuadros complejos, las secuelas aparecen de cualquier modo”, precisa la científica. Esto es: los niños, niñas y adolescentes pueden haber sido asintomáticos, haber tenido covid leve o severo y, de cualquier manera, los síntomas emergen.
En los hospitales pediátricos, los casos de covid prolongado son detectados desde el inicio de la pandemia. “Todavía nos falta el reporte de los niños y adolescentes long covid en relación a la última ola de Ómicron, pero es posible decir algunas cosas en relación a las olas previas. Sobre todo en adolescentes, es muy común observar síntomas compatibles con un covid prolongado, como pueden ser cansancio, dificultad para concentrarse, estados de depresión y angustia. Los pudimos constatar a través de las consultas pediátricas”, apunta Oscar Trotta, médico del Hospital Garrahan. “Hay que tener en cuenta que los pacientes que solemos atender hacen la forma moderada y grave, por lo que es más fácil diagnosticar long covid”, subraya.
Luego continúa Trotta: “También tuvimos pacientes con síndrome inflamatorio multisistémico en chicos de 5 a 13 años. Pero, en estos casos, se describe como una complicación secundaria a la infección viral y no como long covid. Es un fenómeno aparte que experimentan un mes después de la infección”, describe. Aunque tiene una baja mortalidad, requiere de internación: en este Hospital pediátrico la ola previa hizo que 10 chicos y chicas ocuparan camas.
En busca de más evidencia
El equipo del Inbirs del que participa Arruvito se enfoca en long covid en población pediátrica desde marzo de 2020, cuando inició la pandemia. Con este objetivo, recibió dos financiamientos por parte de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, y en el presente, analiza lo que ocurre con 400 chicos y chicas que se recuperaron del coronavirus pero experimentan síntomas. Se trata de un estudio multicéntrico, que se realiza en colaboración con hospitales pediátricos del AMBA, Chaco, Corrientes, San Luis y se sumarán dependencias de Santa Fe y Neuquén.
De los 400 niños y niñas que tuvieron la infección, aproximadamente, el 30 por ciento experimenta síntomas vinculados al covid prolongado. “Son niños que exhiben dificultad respiratoria, pérdida de peso y dolor muscular. Si antes jugaban a la pelota normalmente, ahora se agitan mucho. Si antes bailaban, ahora les cuesta mucho más porque se cansan más rápido. También están las madres que nos cuentan que están muy cansados y que les duele el cuerpo”, relata Arruvito. Y especifica: “En la investigación, buscamos comprobar si los síntomas se vinculan con factores como la edad o el sexo. Por el momento, vemos que los síntomas están relacionados con enfermedades previas”. En concreto, si la persona era asmática, el asma empeora; si tenía cardiopatía, la afección cardíaca se profundiza. En los adolescentes, aquellos que experimentaron anosmia (pérdida del olfato) o disgeusia (trastorno en el gusto) pueden estar meses antes de recuperar totalmente sus sentidos.
Niebla mental
En paralelo, también hallaron lo que se conoce como “niebla mental”. Se trata de un síntoma cognitivo que se ha reportado a lo largo del mundo como secuela y que podría asociarse a la pérdida de memoria, problemas de concentración, mareos, dolor de cabeza y confusiones frecuentes. La obnubilación podría perjudicar las rutinas personales y escolares de aquellos individuos que ya transitaron la covid. “Los chicos que examinamos han vuelto a la escuela y los padres informan que tienen dificultades para concentrarse o experimentan pérdida de la memoria. Un ocho por ciento manifiesta un rendimiento escolar distinto. Pero, a diferencia de otros síntomas, los neurológicos son más difíciles de evaluar porque es complejo discernir qué tiene que ver con que afrontaron la covid y qué, en verdad, se relaciona con el contexto de estrés que supone la pandemia”, advierte Arruvito. Pediatras y médicos clínicos que atienden a niños, niñas y adolescentes, cada vez con mayor frecuencia, identifican casos de ansiedad, ataques de pánico, angustia, sensación de muerte inminente o intentos de suicidio cuyas causas son difíciles de desentrañar.
En este marco, los procesos de aprendizaje en las instituciones educativas deben contemplar estos nuevos factores de incidencia. El propósito es diseñar un modelo de predicción que permita prever cada situación y, de esta forma, mejorar el diagnóstico y el monitoreo a futuro. A la fecha, no existe ningún tratamiento que pueda ser útil para combatir la covid de larga duración. En 2021 se publicó una serie de artículos científicos de equipos de Australia e Italia, pero los resultados obtenidos son difíciles de comparar porque las investigaciones se establecen con diferentes parámetros (examinaron la situación durante lapsos distintos, o bien, con muestras de niños más reducidas). El equipo del Conicet, del que forma parte Arruvito, planea publicar los resultados de su investigación en uno o dos meses. Con esto, habrá más evidencia científica para comprender qué sucede con los niños y niñas en el escenario local.