Luego de la tormenta, una tensa calma comienza a apoderarse del Frente de Todos. El inmenso despliegue callejero de La Cámpora en el Día de la Memoria -esa demostración de fuerza que funcionó como mensaje de Cristina Fernández de Kirchner a Alberto Fernández en el marco de la guerra fría que atraviesa al oficialismo- pareciera haber sellado, temporalmente al menos, el espiral de tensiones internas que motivó el nuevo acuerdo con el FMI. En el último par de días, un coro de voces oficialistas salieron a declarar que había llegado el momento de la reconciliación, que había que terminar con las disputas porque, enfrente, el macrismo aguardaba su oportunidad para volver en el 2023. "Nos van a cagar a palos los argentinos", advirtió el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, en un elocuente resumen. Si bien la posibilidad de una bilateral entre el presidente y la vicepresidenta queda aún bastante lejos, en el gobierno nacional se empieza hablar de dar inicio a una serie de gestos, reuniones informales e instancias de reencuentro que habiliten el inicio del deshielo entre ambos sectores.
"Nuestra ruptura es con quienes vendieron el país, con los que quieren volver a gobernar para hacer lo mismo pero más rápido. La unidad del FdT nació para frenar el gobierno de Macri y ahora tiene que fortalecerse esa unidad, porque sería muy irresponsable dejar a la gente en manos de esa derecha que se pasea por todos los canales de televisión diciendo que quiere volver", declaró Katopodis el sábado en Radio 10, a modo de síntesis de lo que varios y varias referentes del oficialismo venían sosteniendo en público y privado en los últimos días: "Hay que terminarla con la interna porque enfrente está Macri".
En esta misma línea, la diputada Victoria Tolosa Paz sostuvo, unas horas después, que había que "desdramatizar" las diferencias internas "porque el verdadero adversario es el macrismo", sumándose así a los dichos de la interventora de la AFI, Cristina Caamaño -"Tenemos que seguir unides para resistir a la derecha"-, el ministro de Trabajo, Claudio Moroni -"El peronismo desunido no gana"-, y muchos otros funcionarios del gobierno nacional que encontraron en la consigna que originó el FdT en el 2019 la clave para recomponer la maltrecha unidad de cara al 2023.
Hay vida después de la marcha
"No se puede sostener la novela tanto tiempo. Tenés dos posibilidades: o se rompe la coalición, que yo descarto, o tenés que empezar a recoger los trapos. En algún momento la gente se cansa", razonó un importante funcionario nacional cercano al presidente, y agregó: "Había una necesidad, estas dos últimas semanas, de completar la carrera de confrontación, sobre todo de parte de ellos, y ahora esperamos que se empiece a encontrar algún acuerdo, el que se pueda".
En efecto, la marcha de La Cámpora a Plaza de Mayo le terminó poniendo un punto final a las alarmistas especulaciones palaciegas sobre qué haría CFK para expresar su disconformidad con el acuerdo con el FMI - no hubo carta ni renuncias en masa, finalmente - y abrió la puerta para comenzar a pensar diferentes estrategias de acercamiento entre ambos sectores. Incluso en el kirchnerismo coincidieron en que, luego de la masiva convocatoria, había bajado un poco la espuma de animadversión hacia el albertismo. "Meter una marcha de tal tamaño te infla de confianza, y cuando los actores están más satisfechos con el poder de fuego que tienen se tranquilizan y se pelean menos", analizó un vocero de La Cámpora en diálogo con este diario.
"Va a ser un acuerdo por etapas, con gestualidades. No es que el martes a la noche Alberto y Cristina se van a juntar a cenar, que no va a ocurrir porque los dos están aún muy enojados y a la media hora terminarían volando vasos", anticipó un dirigente cercano a Alberto Fernández. El objetivo de algunos sectores del albertismo más moderado - aquellos que no fantasean con romper con el kirchnerismo - es aprovechar distintas instancias de la agenda oficial para dar muestras de unidad. El debate del proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura en el Senado, por ejemplo, será un gesto importante, ya que será la primera vez que el oficialismo votará unido en bloque luego de la fragmentación generada por la aprobación del acuerdo con el FMI.
Luego, durante el resto de la semana, se espera también que haya acercamientos entre algunas de las espadas albertistas, como Katopodis o "Juanchi" Zabaleta, con los voceros institucionales del kirchnerismo, como "Wado" De Pedro o el "Cuervo" Larroque (quien protagonizó gran parte de la pirotecnia verbal que generó enojo en Casa Rosada luego de la marcha).
"La Cámpora demostró que tiene una enorme estructura organizativa. Fue una movilización espectacular que demostró el nivel de articulación de Máximo. Ahora, ¿alcanza para modificar el escenario político interno y abrir una mesa de negociación con un cristinismo con más poder? Aún no se sabe", reflexionó un importante referente del oficialismo que tiene vínculos tanto con el kirchnerismo como con el albertismo.
El rol de La Cámpora
En La Cámpora, de momento, sostienen que la masividad de la movilización - hubo más de 40 mil personas, entre las que se encontraron también intendentes, sindicalistas, diputados e, incluso, figuras cercanas al presidente - les hizo ganar legitimidad. Tanto hacia adentro de la coalición como hacia afuera de cara al 2023.
"Ojalá ahora las decisiones se empiecen a tomar de manera más abierta para solucionar los problemas de la gente", deslizaron cerca de la vicepresidenta luego de la marcha, en línea con lo que es el principal reclamo del kirchnerismo: que lo incorporen a la mesa de toma de decisiones del gobierno nacional.
"Hay que dejar de mirarse por encima del hombro y empezar a mirar a la gente. La semana pasada tuvimos una mala noticia, el número de inflación, pero esta tuvimos una buena noticia, que fue el indicador del 7 por ciento de desocupación, y no lo visibilizamos. Todo se lo devora el conflicto interno, hay que ponerse a gestionar y dejar de hablar de internas. Ya está", precisó, hastiado, un peso pesado de la coalición oficialista.