La madrugada del 14 de mayo de 1976 aparentaba un día más en la vida de la familia Rivero. Es por esto que cuando sonó el timbre en la casa de la calle Mendoza 1244 de la capital salteña, no asombró que haya sido a las 3 de la mañana.

Carlos Alberto “Cuchi” Rivero, feriante en el Mercado San Miguel, recibía a diario el camión que descargaba frutas y verduras que luego vendía en su jornada laboral: “Mi marido esperaba un camión con mercaderías, de modo que fue a recibirlo en la creencia que era el camión esperado que allí descargaba. Nosotros seguimos durmiendo creyendo que mi marido estaba, como otras veces, ayudando y controlando la carga. A la mañana, cuando como todos los días nos levantábamos con él para ir a trabajar, al salir de la casa vimos el candado tirado en la vereda y también sus zapatos; se notaba y había señales de que fue arrestado. Entonces decimos que cuando el salió a atender el timbre las personas lo secuestraron. Desde entonces nunca más supimos de él”.

El relato, incluido en el libro "La represión en Salta”, es de su esposa, Sara Milagro Jorge de Rivero, testimonio de gran importancia para reconstruir trazos de la vida y un posible destino de Rivero. “Cuchi”, como todos lo llamaban, fue aquella madrugada detenido y desaparecido a los 31 años de edad. Sin embargo, su corta vida arrebatada estuvo repleta de experiencias y amistades que lo recuerdan profundamente.

Imagen de Rivero en el libro

Las vidas de Cuchi

Guillermo Martinelli es abogado. Casi 50 años atrás conoció al Cuchi por intermedio de su hermano Enrique, al que todos conocían como “Caña”. Rivero frecuentaba la casa y poco a poco, gracias a su simpática personalidad, fue relacionándose con los demás integrantes de la familia.

El recuerdo transcurre vivo en la voz de Martinelli: “El Cuchi Rivero era compañero de mi hermano en la Escuela Normal de Salta. Ahí ellos cursaron 4° y 5° año juntos y se hicieron muy amigos. Esa amistad los llevó a que no solamente fueran compañeros del colegio sino que tuvieran una relación más grande, y eso significaba que el Cuchi estaba en mi casa, y mi hermano también iba a la casa de él. Fue muy amigo de toda mi familia porque Caña lo incorporó al grupo familiar. Pasamos mucho tiempo juntos”.

“Ellos salían, hacían lo que hacen los jóvenes, los adolescentes. Más adelante, y por influencias de mi hermano, empezó a estudiar en la universidad. El Cuchi también trabajaba en el Mercado San Miguel, donde el padre tenía un puesto de venta de verduras. Entrando por la calle Urquiza, aunque ya está todo cambiado, era el segundo puesto a la mano derecha. Como su padre murió tempranamente, el Cuchi se hizo cargo del puesto. Entonces trabajaba ahí y estudiaba en la Universidad (Nacional de Salta)”, comenta Martinelli.

La personalidad de Rivero se dejaba entrever fácilmente: “Era un hombre macanudo, conversador, no se enojaba jamás, nunca lo he visto enojado, al contrario, era un hombre muy afable, muy amable. También tomó conciencia política de la realidad de la Argentina, de la realidad de la gente. Entonces abrazó posturas progresistas, posturas de izquierda”, describe el amigo de familia, Guillermo Martinelli.

Homenaje en la UNSa. Su imagen acompaña el aula 24.

Los días de Rivero comenzaban muy temprano y terminaban tarde. Una vida con múltiples actividades, a cada una de las cuales dedicaba la misma energía: “Era trabajador del puesto en el Mercado, estudiante en la Universidad y también jugador de rugby. Mi hermano empezó a jugar en el Club Gauchos y después pasó a Universitario. Ahí es donde lo lleva al Cuchi a jugar. Al ser un muchacho fornido pero a su vez ágil, jugaba de pilar junto con mi hermano”.

El rugby y la militancia política

Vicente Spuches, conocido como Enzo o también como “El Tano”, por su lugar de nacimiento, hoy vive en España, país al que arribó luego de estar varios años detenido durante la ultima dictadura militar y salir expulsado del país gracias a la intermediación de la Cancillería italiana.

El Tano conoció muy bien al Cuchi: “Éramos compañeros de rugby en Universitario. Cuando yo comencé él ya estaba jugando en el primer equipo y enseguida a mí también me subieron. Fuimos compañeros bastantes años jugando. Era una muy buena persona, un tipo excelente, muy agradable, muy cercano, con mucho sentido del humor. Además era muy solidario en el juego, en la cancha. Como su posición era forward, iba al frente, era de los que ponían el pecho, muy enérgico pero siempre honesto, con buenas intenciones en el juego, muy leal”.

El Tano relata las acciones del partido junto a Cuchi con gran nitidez, como si hubieran sucedido minutos atrás: “Yo he visto dar patadas a gente en el suelo, piñas y golpes, eso lamentablemente pasaba mucho en el rugby, pero él no hacía esas cosas. Nunca lo he visto dar un golpe fuera de lugar, un golpe a destiempo, un golpe desleal, y eso que era de los que se la jugaban, no era de los que miraban”.

“Al Cuchi lo conozco solo del rugby, no habíamos conectado políticamente porque él no me lo dijo, nunca, entonces fuera de la parte deportiva y de que se dedicaba a las frutas y verduras, no tenía otra información de él. Capaz en algún acto coincidimos, nos saludamos, pero solo en ese nivel”, comenta Enzo Spuches y agrega: “Cuando entrenábamos, cuando jugábamos al rugby no hablábamos de estas cosas, yo no sabía que él estaba militando, él sí sabía seguramente lo mío porque era vox populi. Yo estaba visible porque militaba en la Universidad, en el Frente Universitario, estaba en las manifestaciones. Ahora lo pienso y calculo que me quería proteger, entiendo que no me quiso tener presente por si lo torturaban… así no iba a dar nunca mi nombre”.

Una época que se oscurece

El Tano cuenta una anécdota que retrata la extrañeza de muchos al pensar en rugbiers que puedan tener una militancia política comprometida socialmente. “Cuando me meten en cana y nos trasladan a Villa las Rosas, nos pasa a ver un médico y nos preguntaba como estábamos físicamente. Yo le comenté que tenía dos lesiones, una clavícula quebrada y dos costillas, pero que no había sido en la cárcel, sino que eran porque jugaba al rugby. Me miró sorprendido, le parecía incongruente que un jugador de rugby, que teóricamente están catalogados en un sector social de clase media alta y que en general son de derecha, no tienen nada que ver con el socialismo. Y el mismo médico me empezó a preguntar que me pasó... y le digo ‘yo pienso así, tengo mi idea política, pero juego al rugby’. Quedó muy sorprendido de que un jugador de rugby fuera un militante de izquierda”.

A Spuches lo detuvieron en 1975, todavía en período democrático: “Me detienen primero que a Cuchi, yo ya estaba en la cárcel de Villa Las Rosas y ahí pasó algo increíble. Estábamos presos, todavía con la democracia, y teníamos un régimen carcelario normal, digamos, podíamos estar en el pabellón sueltos durante el día, teníamos lectura, teníamos visita y nos sacaban a jugar al futbol y hacer deporte”, comienza el relato de su cautiverio Spuches. 

Y agrega: “Una de las veces que estábamos jugando al fútbol, Cuchi Rivero llevaba mercadería, frutas y verduras para la cocina de la cárcel, y para entrarlas tenían que pasar por la cacha de fútbol, entonces me vió, nos saludamos a la distancia, cruzamos las miradas y esa fue la última vez que me vio... y que yo también lo vi”.

Placa que lo recuerda en el Mercado San Miguel. 

El relato de Enzo Spuches se detiene, se ralenta, se acuerda del Cuchi. “Yo no sé en que momento lo secuestran, en que momento desparece, porque estaba en la cárcel”. Una mezcla de desazón e impotencia lo invade. A su fiel ladero en el rectángulo de césped del Universitario Rugby Club lo habían secuestrado.

Guillermo Martinelli, el amigo de la familia Rivero, incorpora su relato: “Lamentablemente yo estaba en Tucumán cuando me enteré que a Cuchi lo secuestraron. Le tocaron el timbre en la casa, y salió como lo hacía siempre a abrir el portón. Y ahí fue que lo agarraron y se lo llevaron. Se ve que él se resistió, porque se dio cuenta y perdió un zapato que quedó en medio de ese espacio... se lo llevaron y nunca más supimos de el. Se hicieron muchas gestiones y nunca pudimos saber absolutamente nada”.

“En el Mercado San Miguel se puso una placa en homenaje a Carlos Alberto Cuchi Rivero, un homenaje que hicieron asociaciones vinculadas a los derechos humanos, pero sorprendentemente, como era tan buena persona, los compañeros, los conocidos del Mercado no tuvieron ningún tipo de objeción y hasta el día de hoy está puesta esa placa”, comenta Martinelli.

A este homenaje se suma el realizado como estudiante de la Universidad Nacional de Salta, donde una de las aulas lleva su imagen como testimonio vivo en la casa de estudios.

Si bien Rivero es uno de los aproximadamente 240 desaparecidos que sufrió la provincia de Salta, también forma parte de la lista de deportistas que arrebató la dictadura militar. Solo contabilizando los que practicaban rugby, se calcula en unos 150 en el país, cifras que contradicen la creencia popular que se tiene en relación al compromiso político que tenían los jugadores que practicaban este deporte.

El Cuchi Rivero fue estudiante universitario, feriante en el Mercado San Miguel, jugador de rugby y un militante social que peleó por un mundo mejor. Ese era el Cuchi y su memoria sigue viva y latente en cada uno de aquellos espacios donde supo ser feliz.