La Eugenia uniflora, conocida como pitanga, arrayán o ñangapirí (en guaraní) es un fruto rojo que crece en las provincias del noroeste y noreste argentino. Catamarca es la zona más austral del norte en donde crece y sólo se la encuentra de manera silvestre en las yungas del departamento de Paclín. Aunque su cultivo es simple, no es aprovechada ni comercializada y al no estar protegida la zona donde habita “se la podría considerar una especie amenazada en la provincia”, señaló el biólogo Gonzalo Martínez a Catamarca/12.

Los pueblos originarios usaban la pitanga como digestivo, mascando su hoja. Los guaraníes tomaban la decocción de los frutos para digestiones costosas o en caso de diarreas. Tradicionalmente, la infusión de sus hojas se ha usado por sus propiedades digestivas, siendo un té ideal para después de la comida. El saber popular también ha valorado y transmitido los beneficios de la pitanga para aplacar dolores de garganta.

“Se trata de un arbolito que crece en regiones tropicales y subtropicales de Sudamérica. En Argentina se encuentra en las provincias del NEA y del NOA, donde parece preferir las ecorregiones de Selva Paranaense y la parte selvática de las Yungas. Gusta de zonas cálidas a templadas y muy húmedas. Por lo general crece en zonas cercanas a ríos o arroyos entre el nivel del mar y los 1700 msnm, aproximadamente. Cuando hablamos de las Yungas, la porción más austral de su distribución natural es la provincia de Catamarca. Si bien es una especie que no presenta problemas de amenaza en sus poblaciones a nivel internacional y nacional, la provincia de Catamarca no cuenta con áreas protegidas en su distribución, por lo que aquí se la podría considerar amenazada”, contó Martínez.

La pitanga pertenece a la familia de las mirtáceas, al igual que los arrayanes. Florece entre septiembre y octubre y sus flores blancas son muy atractivas para insectos polinizadores, como las abejas.

“Puede ser una especie muy importante para los apicultores. Sin embargo, este árbol es sumamente codiciado por sus frutos, que en nuestra latitud maduran en el mes de noviembre, a veces extendiéndose a diciembre. Se trata de una pequeña baya de color rojo intenso y brillante, con canaletas que le dan una forma muy particular. Al extender su maduración en la planta, la cáscara de esta fruta se torna de color negro. Su sabor es dulce y ligeramente ácido, dependiendo del grado de maduración que tenga”, explicó el biólogo.

Hace pocos años esta especie fue incorporada en el Código Alimentario Argentino, como un fruto autóctono muy rico en antioxidantes y vitaminas, con niveles superiores a los de otras frutas comerciales.

Una característica particular es que las semillas son viables en un 90% durante las primeras cuatro semanas, es decir, tienen un gran poder de germinación en el primer mes, luego se va reduciendo, por lo que sería ideal, para quienes tengan la oportunidad de obtener sus frutos aprovecharlo para generar plantas de pitanga.

Martínez señaló que “Si bien esta especie logra adaptarse a suelos pobres de nutrientes, se recomienda plantarla en suelos con abundante materia orgánica para una mayor producción de frutos. Hacer compost para enriquecer nuestros terrenos aprovechando las hojas de los árboles que caen o los restos de poda y los restos de material orgánico que desechamos de nuestras cocinas, sería indispensable para que las plantas crezcan mejor”, refirió.

“Hasta el día de hoy, la provincia de Catamarca no está protegiendo sus bosques nativos como debería hacerlo o haberlo hecho desde hace mucho tiempo. Esta especie, es solo una de las tantas de las que tenemos el privilegio de su presencia en nuestra provincia y mientras no se creen áreas protegidas en su hábitat natural, que es el más biodiverso, continuará corriendo el riesgo de reducir o extinguir sus poblaciones. La pitanga presta servicios ambientales muy valiosos, desde la atracción de polinizadores hasta la alimentación de diferentes animales, como aves y mamíferos autóctonos. Conservar su hábitat natural resulta indispensable”, concluyó.