Nobleza obliga. Desde este mismo espacio y en ocasión de la primera fecha doble de las Eliminatorias Sudamericanas, quien esto escribe transparentó las dudas que le provocaba la presencia de Lionel Scaloni al frente de la Selección Argentina. Se dijo por entonces que no gozaba de la confianza del ambiente por su total inexperiencia en la elite del fútbol, que no tenía un discurso entrador, que perdía en la comparación con los técnicos de otros seleccionados y que sólo contaba con dos respaldos claves: los de Lionel Messi, como capitán y estrella del equipo, y Claudio Tapia, el presidente de la AFA, que lo había convocado de apuro para rearmar lo poco que había quedado luego del decepcionante paso por el Mundial de Rusia 2018.
Un año y medio más tarde, hay que reconocer que Scaloni nos ganó a todos. Nadie discute su aptitud para estar donde está luego de haber conquistado la Copa América 2021 en Brasil y de haber clasificado la Selección para Qatar 2022 con cuatro fechas de antelación y la mejor campaña desde aquel primer puesto que obtuvo el equipo que dirigía Marcelo Bielsa en las Eliminatorias para el Mundial de Corea-Japón 2002. Con ideas claras, perfil bajo, las palabras justas, buenas decisiones y desde luego, con el acompañamiento de los resultados, disipó todos los interrogantes que lo sobrevolaban y generó un piso muy alto de confiabilidad.
Además, Scaloni reconstituyó la Selección hacia adentro y hacia afuera. Con cercanía, predisposición para escuchar, buen manejo del día a día y sin marcar las distancias que el ego de otros entrenadores establece en el trato cotidiano, supo identificarse con el plantel, que por lo visto, lo escucha y le cree. Y pudo generar un clima de grato compañerismo en los entrenamientos y los vestuarios. Más allá de partidos mejores y peores y de las tensiones propias de la alta competencia, todos entran contentos a las concentraciones en Ezeiza y se van del mismo modo, queriendo volver.
Y después de la Copa América ganada a Brasil en Brasil, el lazo afectivo con la gente que parecía haberse roto tras las finales perdidas con Alemania en el Mundial de Brasil 2014 y con Chile en las Copas América de 2015 y 2016, volvió a anudarse con mayor fuerza. Cada partido que jugó la Selección en condición de local ha sido una fiesta de emociones en la que el equipo puso todo su fútbol y la gente, el calor, el color, el sonido y el cariño que se le dedica a aquello que se quiere de verdad y se reconoce como propio. La frase "el equipo de todos" no es un slogan vacío. Es acaso la mejor definición de lo que representa "la Scaloneta" en este momento del fútbol argentino.
Faltan siete meses y 23 días para que la pelota empiece a rodar en Qatar y se aproxima el tiempo de las grandes definiciones. Tiene Scaloni mucho trabajo por delante y deberá encararlo achicando todo lo posible el margen de error. Pero con la certeza de que lo hecho, bien hecho estuvo. Y que de aquella desconfianza del principio, nada más queda.