Una maga. La Maga. Así la recordaré. Se nos murió en París con aguacero, o con sol (no sé), sin volver una vez más a su Rosario natal. Tras un éxodo de 3 décadas, Gladys Nistor iba a exponer en la Fundación Andreani, Buenos Aires. La muestra se había postergado por la pandemia. Las cosas parecían mejorar en 2021. En diciembre del año pasado, Gladys ya había recibido el boleto para venir a la Argentina. Pero, unos días antes del viaje programado, ella avisó que un tumor cerebral no tenía buen pronóstico y que no viajaría. Su amiga Beatriz Trepat, también rosarina y escultora, junto a personas de su familia, estuvo a su lado hasta el fin. El fin fue ayer a la madrugada, lunes 28 de marzo.
La Embajada Argentina en Francia envió ayer públicamente sus condolencias a sus familiares y amigos. Nacida en Rosario en 1960, Gladys Nistor había desembarcado en París en 1990 como artista becada por invitación del Estado francés. La cultura europea la sedujo. Y así, decidió quedarse. Siendo muy joven, obtuvo en 1986 un Primer Premio Adquisición Sección Escultura en el 50° Salón Nacional Rosario (Donación Municipalidad de Rosario). Su obra perteneciente a la colección histórica del Museo Castagnino se expuso en 2018 en dicho museo como parte de Aquellos bárbaros, con curaduría de Xil Buffone y María Elena Lucero. Cuesta imaginar hoy el impacto que en los '80 tenían sus esculturas policromadas con colores audaces, más cercanos al espíritu de la época que a la entonada paleta modernista regional, y con formas organicistas que se acercaban a lo humano desde sensibilidades también epocales: lo monstruoso, lo tierno, lo cómico.
Otra de sus apariciones en el Castagnino fue en 1986 como parte del Grupo de la X, la agrupación de jóvenes artistas en torno al escultor Enio Iommi que integraban también Jorge Macchi y Carolina Antoniadis (entre otros) y donde Gladys era la única rosarina. En 1987, integró una exposición de artistas rosarinos en la Fundación San Telmo de Buenos Aires, junto a Daniel Scheimberg, Emilio Torti y otros. Sin duda, "la" Nistor -como solían nombrarla- era una presencia influyente en la escena artística de los '80, no sólo por su obra sino por la potencia de su inteligencia y su discurso. La muestra en Buenos Aires iba a ser el regreso triunfal de una artista plástica que en años recientes había pasado de la escultura pura y dura a un arte ilusionista cuyos secretos sólo ella manejaba. La curadora de Fundación Andreani, Laura Buccelato, propone postergarla nuevamente y esperar, por respeto en este tiempo de tanto dolor para sus seres queridos y colegas.
No fue fácil vivir en París, donde debió alternar el arte puro con trabajos de diseño y de docencia, pero en los últimos tres años había logrado dedicarse a tiempo completo a la obra, con exposiciones, reseñas críticas favorables y ventas en varios países de Europa. Sus obras más recientes eran proezas conceptuales, trucos de ilusionismo de precisión asombrosa, psicoesculturas que sólo existían en la visión del espectador. Un alfabeto de luces proyectadas y recortes de felpa negra se reorganizaba en cada espacio, para crear una ilusión instantánea de volumen sin peso. Gladys Nistor decía ser una escultora que no se ensuciaba las manos. Se sentía cerca del mito judío de la creación del mundo por la palabra. De la creación, lo que la seducía era el juego. En un viaje a Praga, anotó una frase de Kafka: "Sólo soy literatura".