Desde Barcelona

UNO "Travesía de una nueva región desértica. Días atroces, ociosos, solo dedicados a envejecer. Fuera, viento helado y lluvia. La guerra.", escribió el 7 de marzo de 1915 en su diario André Gide para que Rodríguez, envejeciendo, lo lea 107 marzos después en ventosa y fría y lluviosa Barcelona; con guerra más lejos que entonces pero más cerca en atroz velocidad de los por el momento aún ociosos misiles nucleares.

Y, de acuerdo, pensar esto, piensa Rodríguez, suena tan alarmista mientras suenan las alarmas. Pero Rodríguez no puede pensar en otra cosa. Desde hace dos años, la máquina de fabricar miedo trabaja horas extras. Entonces, Rodríguez (a modo no de premio consuelo sino de castigo inconsolable) se dijo que, al menos, el terror a las Inesperadas Grandes Cosas tenía algo de saludable: porque hacía no olvidar pero sí poner en su sitio a los pequeños miedos cotidianos. Pero, claro, no estaba en sus planes que al inmenso temor a un virus invisible iban a sucederse (y ya se anuncia nueva variante junto a relajación de medidas) las muy visibles postales de una guerra que en cualquier momento puede ser ascendida a Tercera (y Vencida) Guerra Mundial.

Así, atómico, Rodríguez se siente cada vez más atomizado.

DOS Y de pronto, en los televisores, los virólogos que ya mutaron en su momento a vulcanólogos sin por eso dejar de ser politólogos ahora son genios de la estrategia que citan a Sun Tzu/Von Clausewitz y evocan partidas de T.E.G./Risk y parecen tan satisfechos de ahora decir "Kyiv" cuando toda su vida dijeron "Kiev". Y aunque no tengan ni idea de lo que piensan sus seres más o menos queridos sí parecen saberlo todo sobre cómo funciona la mente de Putin. Y Rodríguez sabe en qué piensan su hijo/hija. Hijo: "Yo quiero ser francotirador". Hija: "Yo quiero ser motomami".

Ahora, en el televisor, la guerra da pequeña tregua y hay espacio para lío con Marruecos/Argel, huelga de los transportistas (¡Humphrey! ¡Yves! ¡Burt! ¡Clint! ¡Kriss! ¡Liam! ¡Kurt! ¡Chuck! ¡Sylvester! y hasta alguno con ganas de Duel) y consiguiente desabastecimiento de alimentos, resurrección del Barça y mala salud de Julio Iglesias y (des)inviolavilidad inglesa de Juancar I, inflación económica y desinfle anímico. Después, enseguida, salir a buscar ucranianos que digan algo. Y todos dicen lo mismo; porque nada unifica y une más que el espanto. Y da miedo oírlo porque, además, da miedo verlos: caminando entre ruinas recién hechas y salidas del horno, calientes y humeantes.

TRES Y, sí, Putin sentado a solas en mesa kilométrica (será de sabios dejarle una salida honrosa y no humillar a este hombre, porque si patea esa mesa...). Y Zelenski repitiendo que no se rendirá y que prefiere que los "destruyan" a todos. Ruleta rusa con Biden en plan pistolero bocazas y la Europaotán lista para imprimir la leyenda por encima de los (des)hechos. Y Putin ya se sabe de dónde viene. Y Zelenski era comediante al que se le ocurrió idea para sitcom con profesor de Historia que, luego de viralizarse video de una de sus clases, llegaba a primer mandatario. Y después el chiste fue creciendo y ahora ya saben: la viral realidad imitó a la infecciosa ficción (y a Rodríguez le preocupa que la realidad se ponga a imitar, también, a Dr. Strangelove o a The Day After). Y así un zelenskiólogo afirma que "La capacidad comunicadora del presidente ucranio, que fue actor, compensa la inferioridad militar". Y Rodríguez se dice que Zelenski no está mal. Pero que si se trata de asumir, por fin, que todo político tiene algo/mucho de payaso (y que si no hay suerte te puede tocar Pennywise o The Joker) todo ese recién aprobado aumento del gasto militar para Europa sería mejor invertirlo en cómicos. Rodríguez está seguro de que Nanni Moretti cantando "E Ti Vengo a Cercare" de Franco Battiato lo haría mucho mejor que tantos cantamañanas expertos en cantinelas, mientras se informa del gran incremento en la fabricación de pastillas de yodo y trajes antiradiactivos y construcción de refugios antiatómicos y Xi Jinping se frota las manitos y la palabra Occidente se confunde con la palabra Ocsiso.

CUATRO Y no mutatis mutandi (porque se supone que las cosas deben cambiar para mejor) Rodríguez hace un mes que se levanta mirando al cielo. No para ver si hay sol o si llueve. No: lo que teme ver Rodríguez es una bomba atómica en caída libre montada no por cowboy-militar texano sino por cosaco ruso. Y adiós a zombis y vampiros y bienvenidos de nuevo los viejos mutantes. Y puede que Rodríguez exagere. Que esté pasado de revoluciones rusas y de magias ucranianas. Y agotado por tanta noticia telefoneada y sin certificar antes de sacarse al aire. Y, en muchos casos, enviada por jóvenes europeos marchando hacia frentes de batallas en plan turismo aventura por este más mal acompañado que Lonely Planet; todos tan cansados de escuchar hazañas de abuelos y padres en La Habana o Chiapas, todos con tantas ganas de TikTok del BoomBoom. Rodríguez, en cambio, recuerda aquellas películas (The Incredible Shrinking Man o The Amazing Colossal Man) con sus héroes/víctimas achicándose o agrandándose cortesía de átomos desorbitados. Y de aquel documental, The Atomic Cafe, recopilando propaganda contemporánea de la ardiente Guerra Fría donde se mostraba a turistas en resorts ballardianos en el Desierto de Nevada (por el que voló Indiana Jones metido dentro de un refrigerador) contemplando en traje de baño explosiones de prueba con forma de hongo venenoso.

CINCO Sí: después de Desde adentro de Martin Amis, Rodríguez releyó Experiencia, donde se lee aquello de "la mayor deficiencia de la literatura está en que su imitación de la vida no te prepara para los acontecimientos más importantes; para estos sólo la experiencia ofrecerá respuestas". Y de allí saltó a su pequeño pero contundente libro de ficciones atómicas, Los monstruos de Einstein, acompañadas por un prólogo/ensayo en el que Amis explica, en 1987, algo que vuelve a estar de moda. Y allí se pregunta y se responde: "¿Cuál es la única provocación que puede disparar el uso de armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cuál es el blanco principal de las armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cuál es la única defensa establecida contra las armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cómo prevenir el uso de armas nucleares? Amenazando con usar armas nucleares. Y así no podemos sacarnos de encima las armas nucleares por culpa de las armas nucleares". Pensando en que quiere dejar de pensar en esto, Rodríguez --en memoria-songlist de su Radio K.A.O.S.-- emite canción de Lou Reed, "Fly Into the Sun",(donde se le canta, en el centro del estallido, a fundirse, extático, con neutrones y protones y "acabar con este misterio"); y aquella otra de Bob Dylan, "Talkin' World War III Blues", donde se riman versos paranoides y misilísticos del '62-'63 concluyendo con un "La mitad de las personas puede tener la mitad de la razón todo el tiempo / Algunas personas pueden tener razón parte del tiempo / Pero todas las personas no pueden tener toda la razón todo el tiempo / Creo que esto lo dijo Abraham Lincoln / 'Te dejaré estar en mis sueños si me dejas estar en los tuyos' / Yo dije eso".

Insomne y atomizado, Rodríguez apunta entrada (que espera no sea la de salida) en su desértico diario de travesía: "Mañana será --si llega a ser-- otro día. Atroz".

 

Él dijo eso.