El homicidio ocurrido el domingo a la tarde en Villa Gobernador Gálvez develó un contexto previo que subió la vara de la violencia urbana en la región Rosario e interpela con crudeza al Gobierno: Fabricio Guiral murió baleado a quemarropa al atender un llamado en la puerta de su casa, como la sentencia prometida en una amenaza con balacera incluida que semanas antes alguien realizó en el comercio de la familia. Lo peor es que el padre de la víctima había denunciado el chantaje –debía pagar 200.000 pesos para poder trabajar tranquilo– y desde entonces debía contar con custodia policial. A la hora del crimen, los Guiral estaban indefensos en su casa, sin policías cerca y a merced del sicario que asesinó al muchacho.

Fabricio tenía 21 años. El domingo, casi a las 2 de la tarde, le daba de comer a su hermano menor, cuando llamaron a la puerta de la casa, en el barrio La Esperanza. Fue a atender y cuando abrió la puerta recibió por toda respuesta un balazo en el rostro. Nadie al parecer vio al autor del disparo. Sus padres, sus hermanos, corrieron hasta la puerta, cargaron al joven malherido y volaron hasta el Hospital Anselmo Gamen. Fabricio murió minutos después.

Ayer el padre del joven asesinado fue el centro de la demanda periodística, y lo que contó sumó dolor a la historia: Hernán Guirel relacionó el crimen de su hijo con el atentado a balazos que sufrió en el bar karaoke que abrió cuatro meses atrás, Estación Sinfonía, en San Martín al 2000 de esa ciudad. Ataque mafioso como otros que hubo en esos días contra comercios de Villa Gobernador Gálvez, en la primera semana de marzo. 

"No hay justificación, un chico con toda la vida por delante, habiendo superado una enfermedad, y trabajador, con las mejores calificaciones en la escuela. Ahora estaba haciendo su piecita. Él iba a cuidar de su hermanito discapacitado cuando yo no estuviera, y ahora qué le digo cuando me pregunta dónde está Fabricio", dijo el hombre, desgarrado por el dolor.

"Yo no soy un narco ni nada, trabajo en el municipio, saqué un crédito para microemprendedores, tengo 4 años para pagarlo, y abrí este bar", agregó.

Dos hombres en moto balearon la fachada del bar el 8 de marzo pasado. Luego alguien se comunicó con Guiral y le exigió el pago de una suma de dinero –se habla de 200.000 pesos– a cambio de no repetir la agresión. Guiral denunció el apriete ante el Ministerio Público de la Acusación. Por esos días hubo réplicas de balaceras en otros locales nocturnos villagalvenses. 

Ayer Guiral repitió su calvario a quien se lo preguntara: "Hice la denuncia, (el fiscal Luis) Schiappa Pietra se la pasó a (Franco) Carbone, y este se la pasó a (Federico) Rébola; vino el secretario de Justicia (Gabriel Somaglia) a verme con el intendente Alberto Ricci. Me dijeron que lo iban a solucionar, el fiscal Carbone me dijo que tenga paciencia. Y saben, la paciencia se me terminó cuando me mataron a mi hijo. Yo era testigo protegido con mi familia, pero el patrullero no estaba frente a mi casa cuando pasó esto. Hacía días que no estaba", lanzó Guiral.

El padre de Fabricio era ayer el rostro de la desolación más profunda. "Yo no puedo volver a mi casa, no puedo volver a mi trabajo... para mí ayer se terminó la vida. Me quedé sin alma, sin corazón. Es un dolor profundo, mi hijo era un inocente trabajador de 21 años".