Si bien las fake news —en criollo noticias falsas— son más viejas que la escarapela, la realidad es que el término se hizo popularmente conocido producto de la pandemia de la covid-19 que trajo de la mano la mayor epidemia informativa de la historia.
Producto del avance de la ciencia y de un enorme esfuerzo del Estado por poner en marcha dispositivos como “CONFIAR”, que es una plataforma web creada por Télam para combatir y desmentir este tipo de noticias, muchas de ellas fueron desmanteladas en cuestión de horas por sus expertos y de a poco las relacionadas a la covid-19 dejaron de existir.
Sin embargo y cuando pensábamos que nunca más tendríamos que toparnos con noticias de este tipo, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania volvió a prender la mecha para que éstas aparezcan nuevamente en la agenda.
La razón es sencilla, hay determinados hechos que generan tal nivel de angustia y de intranquilidad (pandemias, guerras, catástrofes naturales, etc) que necesitamos completar las dudas y preguntas que nos generan con certezas. Por ello, estos momentos de incertidumbre y pánico por el posible estallido de la tercera guerra mundial son el escenario favorito para la difusión de estas noticias.
Ahora bien, una fake news es mucho más que una noticia errónea que salió de un repollo. Es una mentira pensada para operar política y económicamente en contra de alguien. Siempre que veamos una noticia de estas debemos preguntarnos a quién beneficia y a quién perjudica. De esa manera, sabremos qué grupos la están financiando.
Es que se necesita de toda una estructura para que tenga éxito y se difunda, la que va desde un periodista trucho, un editor que la pública sin chequear, la financiación de influencers, trolls y bots y la viralización en medios apócrifos.
Pero la puntada final responsable de lograr que una noticia falsa sea tomada como verdadera la termina dando la ideología, ya que la gente cree en las fake news que refuerzan sus ideas y su percepción de la realidad. Tal como sostiene Manuel Castells en Comunicación y Poder (2012) cuando dice que “la gente cree en lo que quiere creer”.
Los consumidores de las noticias son grandes filtros que seleccionan la información para que encaje en sus juicios previos, negando aquello que contradiga su idea del mundo y dándole rienda suelta a aquella información que concuerde con ésta.
Como para muestra basta un popular —nos recuerda el refrán popular— vamos a tomar de ejemplo la representación instalada de Sadam Husein a partir de la voladura de las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001.
Desde el 2004, en adelante, diversos informes no han hecho más que desmentir los argumentos esgrimidos por el entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush, que justificaban la invasión a Irak. Las principales razones ―engañosas y falsas―que fueron refutadas se relacionaban a la presencia de armas de destrucción masiva en Irak, sus supuestos vínculos con la organización Al Qaeda y la implicación de los hechos que unían a Sadam Huseim con el atentado en el 11-S.
Todo era falso, sin embargo, en la posverdad la gente cree en lo que quiere creer. Todo indica que ya no importa si lo que digan las corporaciones mediáticas sea cierto o no. Al parecer, lo único válido es que esa información ayude a corroborar lo que nosotros pensamos porque detrás de toda fake news hay una ideología que la quiere confirmar.
Es necesario avanzar en dos direcciones para detenerlas. La primera es pensar en un sistema de sanciones económicas como las que se están implementando en España y Alemania.
La segunda es avanzar en políticas públicas que sirvan para desarrollar una ciudadanía activa, que pueda identificarlas, combatirlas y denunciarlas. Es fundamental que los receptores de las noticias falsas entiendan que para sobrevivir en tiempos de infodemia, es necesario cuestionar la información, investigar a quién le sirven las fake news y entender qué intereses están detrás de los medios que las difunden.
Ya salimos de la pandemia gracias a las políticas del gobierno nacional. ¿Cuánto falta para que avancemos en la misma dirección y salgamos de la infodemia?
* Magíster en Comunicación y docente.