Showmatch es un loop eterno. El clásico programa conducido por Marcelo Tinelli estrenó el lunes su vigésima octava temporada y, como en cada apertura anual, recurrió a la misma fórmula: gran despliegue de producción para una sucesión de números artísticos sin relación entre sí, una ficción en la que se pone más énfasis en la cantidad de figuras del espectáculo, la política y el deporte que participan que en el guión, y un cierre musical internacional (Luis Fonsi y su escuchado Despacito, que cantó ¡dos veces!). A ese cóctel conocido se le suele sumar el apócrifo doblaje de la película y la personalidad internacional del momento bromeando sobre el comienzo del ciclo (La la land y Donald Trump), el paso de comedia chicanero entre Tinelli y Adrián Suar, y la parodia a algún político, que en esta ocasión y acorde al clima de época recayó sobre Cristina Fernández de Kirchner. El debut pone al aire un contenido que nada tiene que ver con lo que luego pasará a lo largo del año y que pareciera tener como única finalidad deslumbrar al televidente empobrecido argentino a fuerza de un poderío económico que se traduce en mucho de todo y sin parar.
Esa grandilocuencia, con criterio artístico cuestionable, es la que convierte a cada comienzo de temporada de Showmatch en un evento televisivo. De hecho, así como nada de lo que ocurre en ese primer envío marca el tono de lo que pasará a lo largo del año, tampoco la audiencia del debut es la que termina viendo a esa suerte de reality ficcionalizado en el que se convirtió el Bailando. Claro que las costumbres y los gustos no son eternos. Las fórmulas que asombraron ayer hoy ya no atraen tanto. Y algo de eso debe estar ocurriendo con el ciclo de Tinelli, que el lunes promedió 27,4 puntos de rating, una cifra importante para los tiempos actuales, pero muy por debajo de los 34,6 puntos que había marcado en el debut del año pasado. En efecto, los 27,4 puntos de promedio marcan el rating más bajo de Showmatch de los últimos quince años.
Acompañado por los mismos de siempre, sin presentar novedad alguna, Tinelli confía en seducir a las grandes audiencias con los recursos de antaño. El problema es que el consumo televisivo se modificó, la competencia audiovisual se multiplicó a sólo un clic de distancia, y la composición de la audiencia de la TV abierta dejó de ser la de los tiempos en los que la familia se reunía frente al televisor. El otrora público cautivo es, en la actualidad, una masa de usuarios que tiene más opciones para elegir y para comparar. A ese contexto cultural se le suma un componente para nada menor en un programa como Showmatch: el económico. Aun siendo el ciclo de entretenimientos de mayor presupuesto de la TV argentina, la merma presupuestaria condicionará el andar de un programa que tiene como uno de sus principales atractivos su nivel de producción y las figuras con las que cuenta.
Esta limitación fue, tal vez, la que convirtió al debut de la temporada número 28 de Showmatch en una suerte de espacio abierto a la Publicidad No Tradicional (PNT). La ficción, cuya trama contó las vicisitudes de un Tinelli que tenía que encontrar un nuevo estudio tras la mudanza forzada a la que lo obligó el Grupo Indalo, intercaló figuras de todos los ámbitos (desde Leonardo Ponzio y Pico Mónaco hasta Mirtha Legrand y Juan Manuel Urutbey junto a Isabel Macedo) con publicidades subliminales. La necesidad de sumar recursos se percibió en la permanente presencia del Gobierno de la Ciudad. No sólo a través de la actuación destacada del jefe y vice jefe de Gobierno porteño en el sketch, sino en la utilización como “locación de servicio” de la Casa de Gobierno de la Ciudad en un par de oportunidades. Como si no bastara, el espacio público de Buenos Aires se convirtió en protagonista del envío, al utilizar como decorado a su disposición la flor gigante de Avenida Figueroa Alcorta, la Villa Olímpica en plena construcción, el Puente de la Mujer en Puerto Madero y avenidas –a las que se le permitió cortar para los diferentes números artísticos– como Corrientes y Dorrego. Volvió Showmatch y, como (todavía) una parte de la audiencia, la Ciudad pareció rendirse a las luminarias del show.