Suele ser más sencillo establecer pactos políticos para una coalición electoral que mantener los términos reunidos dentro de la lógica de un gobierno en funciones. En el segundo caso hay que tener mucha paciencia para soportar al otro, mucha ductilidad y generosidad ideológica para leer los movimientos del "socio" electoral.
Cuando se hace un pacto para ganar unas elecciones se reprimen muchos deseos, interpretaciones de la realidad, proyectos de la nación por venir. Sin duda ésta es la condición de posibilidad del pacto. Pero lo que no se puede borrar es la responsabilidad de ambas partes al haberse elegido.
No se puede borrar porque se supone que se "cedió" en función de que el proyecto llegara a buen término. Pero así como la cultura movimientista siempre supo soportar diferencias importantes en su seno, su propia historia lo confirma, las coaliciones son fallidas y en el caso del Frente de Todos con más razón, cuando una de las partes es una líder histórica excepcional, que además es justamente es quien elige a su colega de fórmula. Lo elige nada menos que como Presidente en un país donde la autoridad presidencialista se debe constituir con la consistencia pertinente.
Ahorro en esta nota, una vez situado el tema principal, los distintos motivos, disensiones, causas, que llevarán seguramente al Frente de Todos a probar los distintos estilos de la ruptura que se presentan. O no hablarse más y gobernar solo con el trato mínimo para garantizar un funcionamiento comprometido a su desintegración en cada paso. O la ruptura definitiva envuelta tal vez en una disputa por el gobierno. Esta última opción es todavía un misterio, en cuanto a su concreción fáctica. Especialmente cuando la llamada institucionalización de la ruptura es también una jugada inevitable.
También está la posibilidad de lo que me permito llamar "una fantasía peronista", una fantasía donde los términos en pugna traten a sus conflictos de un modo no antagónico y las disputas no generen un daño irreversible.
En este caso me sumo a esta fantasía peronista de mantener líneas disidentes sin necesidad, sin desear, como pasa con algunos, que el FdT se destruya. En esta perspectiva incauta o ingenua, me incluyo con los padecimientos propios de habitar las vicisitudes de una ruptura no deseada.
Cuando pienso en La Cámpora, la visualizo como una fuerza política de futuro, y que en la actualidad encarna los valores emancipatorias del peronismo. El "con todos adentro" proclamado por su líder determinará su destino. O La Cámpora constituye un justo heredero muy interesante de la JP o puede asumir un proyecto más hegemónico. Ser la fuerza capaz de articular a otros sectores, que le permitan trascender el inevitable escalón identitario, y trascender sus propios límites, hasta construir un Pueblo a la altura de su proyecto de Liberación.
El gobierno del Presidente, es en esta coyuntura mundial el de un Presidente y un ministro de Economía que no pertenece a las corporaciones, que desde que gobierna no puede dejar de estar inserto en situaciones dificilísimas. Como todo gobierno del siglo XXl, sin épica y con marchas y contramarchas, propio de los gobiernos de esta época, y con una enorme voluntad democrática.
¿Seré el único que piensa que existe una oportunidad histórica no aceptando que exista una incompatibilidad histórica entre las ambas vertientes del FdT?
¿No bastaría evocar la catástrofe que producirá el retorno del enemigo si el sueño peronista no se abre paso? Parece que la irritación va en aumento y que los que no gozamos de la misma no entendemos nada.
¿No entender nada? Si viéramos nuestra historia reciente y lo que ahora mismo ocurre en este mundo atroz, tal vez podríamos entender con más calma las consecuencias de una autodestrucción llevada a cabo sin dudar nunca.
No necesito engañar al lector, es evidente que la fantasía peronista es un ruego, una imploración, a todo lo que gira alrededor de los humores del Presidente y la Vicepresidenta incluyéndolos. Por favor no bombardeen el FdT.