Desde Ucrania

Maria Petrovna tenía siete años cuando las tropas nazis invadieron Ucrania en 1941. "Ahora que me hago vieja, que me duele todo el cuerpo y no puedo valerme, empieza otra guerra", se lamenta la anciana, de 88 años, en un banco de Brovary, la ciudad en la que vive desde hace décadas, pegada al suburbio este de Kiev.

La mujer se persigna constantemente, cada vez que ve pasar a alguna de las familias a las que el conflicto ha obligado a abandonar sus casas en otras regiones del país. Son seis millones y medio de desplazados internos, según calcula la ONU, y esta localidad es ahora un pequeño punto de recepción. Hace menos de una semana era una ciudad en alerta máxima por el avance de las tropas rusas hacia Kiev, aunque diferentes contraofensivas ucranianas han conseguido alejar el frente varias decenas kilómetros de distancia, según fuentes oficiales.

Petrovna lo ha notado y dice que "hay menos bombardeos. Gracias a Dios yo no he tenido que marcharme como esta gente". Pero este martes, lo que más le llama la atención no son las caras abatidas de los desplazados. Ni siquiera las historias que cuentan sobre los ataques rusos. "¿Quiénes son toda esta gente?", pregunta Petrovna. "¿Por qué están aquí?". Mal síntoma cuando la prensa internacional llama más la atención que las víctimas de una guerra.

Junto a Petrovna, 70 periodistas esperan la llegada de dos autobuses con personas evacuadas a través de un corredor humanitario. Vienen de Rudnyts'ke, una pequeña aldea a 80 kilómetros al este de Kiev. Su población ha vivido la entrada de las tropas de Putin y el reciente contraataque de las ucranianas. Ahora observan atónitos desde las ventanas del vehículo la nube de reporteros que ni siquiera esperará a que pisen el suelo para ponerles una cámara delante de la cara.

Desplazados por los efectos del conflicto llegan a Brovary, cerca de Kiev, en varios autobuses de evacuación de civiles. Foto: Jairo Vargas.

Tras el abordaje televisivo, de los autobuses descienden 14 personas visiblemente abrumadas, cargando con sus traumas y alguna pequeña maleta. En el edificio de al lado tendrán que dar sus datos y registrarse, recibirán un kit con productos básicos, algo de ropa y esperarán a saber dónde dormirán al menos las primeras noches.

La visita ha sido organizada por el centro de medios de Kiev, un tour que pretendía mostrar a la prensa los efectos del cerco ruso y los estragos de varios ataques a almacenes logísticos y de alimentación que tuvieron lugar hace dos semanas. Y ha sido un éxito de aforo, tres autobuses urbanos llenos de periodistas. Sin embargo, la visita no irá más allá de Brovary, a pesar de que las autoridades afirman que los soldados rusos están lejos. Se puede avanzar de forma independiente, aunque nadie asegura que los milicianos, esos miles de civiles armados que ahora vigilan los numerosos puestos de control, permitan el acceso aunque se les muestre la acreditación oficial del Ministerio de Defensa.

Pero entre las razones no está (solo) el interés periodístico, sino la necesidad de contar algo en una ciudad en la que hace más de una semana que apenas se facilita información. Ya no se reportan los lugares bombardeados, apenas se permite visitar instalaciones como hospitales y está totalmente prohibido fotografiar o grabar vehículos, personal militar en puestos de control o incluso grandes refugios civiles como el metro.

Desplazados por los efectos del conflicto llegan a Brovary, cerca de Kiev, en varios autobuses de evacuación de civiles. Foto: Jairo Vargas.

La información que llega apenas puede contrastarse. El lunes se informó de que las tropas ucranianas habían liberado totalmente la ciudad de Irpin, otra localidad aledaña a Kiev en el noroeste. Hace tres semanas dinamitó sus puentes para impedir la llegada a la capital de las tropas de Moscú y cientos de civiles intentaban huir de la artillería. Según varios periodistas consultados, este martes seguía prohibido el acceso a la ciudad. Lleva restringido desde el 13 de marzo, cuando murió tiroteado en la zona el periodista estadounidense Brent Renaud.

La relación de Kiev con los medios de comunicación no es la misma que durante las primeras semanas de invasión. Y lo están notando, sobre todo, los periodistas locales e independientes, sin un medio internacional que les respalde. Una visita organizada por el Gobierno es ahora la manera más segura de tener acceso, aunque sea parcial, a los efectos de la guerra en el país.

Hace pocos días, el Gobierno aprobó una nueva ley que castiga con penas de prisión la publicación, tanto en redes como en medios, de información considerada sensible. Ahí cabe desde el movimiento de tropas o armas hasta imágenes o direcciones del impacto de misiles.

Organizaciones de periodistas y reporteros ucranianos e internacionales han pedido públicamente al Gobierno de Volodimir Zelenski que tome "medidas de inmediato para poner fin al acoso a los periodistas" después de varios casos de retenciones por militares o fuerzas de seguridad mientras trabajaban. Entre las medidas, que los servicios de seguridad den plena validez a las acreditaciones oficiales, que se permita trabajar en el terreno inmediatamente después de que sucedan hechos noticiosos y que se permita el acceso libre a refugios, puntos de ayuda humanitario y cualquier otro lugar de interés.

Este martes, Rusia ha anunciado, como muestra de buena fe en sus negociaciones con Ucrania, que reducirá "drásticamente" sus operaciones militares cerca de Kiev y la asediada Chernígov. A las 20.25 horas, las sirenas volvían a saltar en la capital de Ucrania. A las 20:50 se empezaban a escuchar numerosas explosiones, lejanas, que duraron casi una hora. Al cierre de esta nota, no había información sobre dónde han caído las bombas.