La tarea teatral de Francisco Fissolo es simultánea. Un esfuerzo de trabajo encomiable, que así como placentero no deja de ser ejemplo de dedicación a la escena independiente, tan talentosa, tan aquejada durante la pandemia. De hecho, fueron los avatares de estos últimos años los que propiciaron el estreno en paralelo de Bardo Carnal y Maleza, ambas con dirección de Fissolo y en Espacio Bravo (Catamarca 3624): Bardo Carnal los viernes a las 21, Maleza los sábados en el mismo horario.
“Es intenso el trabajo, desde afuera tal vez lo parece más. Pero la realidad es que esto se dio así más que nada por la pandemia. Aun cuando las empecé a ensayar durante la misma época, hubo algo en la coyuntura que acomodó a los estrenos en simultáneo, y si bien el trabajo es doble, no lo es en cuanto a los ensayos, porque hay libertad y muchas ganas, que hacen que uno la pase bien. Sí estuve más complicado a la hora de encarar los estrenos como tal, porque allí ya operan otras fuerzas: la producción, la prensa, la escenografía, los vestuarios, los afiches, pero en cuanto a la producción de sentido teatral, de lenguaje, fue un viaje hermoso”, explica Fissolo a Rosario/12.
Entre Bardo Carnal y Maleza asoma un contrapunto de interés. En el primero caso, la obra que protagonizan Luz Battagliotti, Sol García Casanovas y Sabrina Marinozzi, con dramaturgia del propio Fissolo, se dedica al retrato de una delirante tarea de inteligencia que desempeñan tres mujeres, con el fin de frustrar el plan de una célula mafiosa, dedicada a conquistar el norte argentino inundándolo de nieve. Por su parte, Maleza incorpora a Romina Mazzadi Arro en la dramaturgia, y con las actuaciones de Carolina Hall y Bárbara Peters se dedica a otro registro, tal vez más simbólico, en donde la maleza o mala hierba ocupa el lugar desquiciado, a partir de quien habita donde no debe y carcome lo establecido. Según Fissolo, “cuando encaro un trabajo teatral, en lo último que pienso es en la idea de una hipótesis o de un relato, y dejo que surja en el diálogo entre la actuación y la dirección. Es esa alquimia la que termina derivando en una poética. Entre las dos obras hay similitudes en cuanto al lenguaje, desde ya, porque las dirijo yo, y porque tienen que ver con cómo concibo la actuación: como la afirmación de una realidad paralela a la cotidiana. Luego, en cuanto a los disparadores, se trata de dos abordajes diferentes. Bardo Carnal es la primera obra que escribo, y fue más fácil de materializar, más allá del relato literario. En Maleza, si bien el disparador fue una idea propia –sin olvidar que las ideas corresponden también a las actuaciones–, me resultaba muy difícil de escribir y se lo pedí a Romina (Mazzadi Arro). Le indiqué una serie de pautas, pero ella tuvo libertad para escribir lo que le parecía”.
-En un caso, la obra parece ser más lúdica; y en el segundo, de un carácter diferencial, más indirecto.
-Entre nosotros, decimos que Bardo Carnal es un pogo teatral, una obra que arenga mucho al espectador, que se ve conmovido por un estallido poético constante, que no para, a partir de la idea de un grotesco fragmentado. Es como ir a ver un recital de la banda que a uno le gusta mucho. Y Maleza tiene que ver, por ahí, más con una idea de una obra de culto; también por el texto de Romina, que es muy poético y exquisito. Pero en las dos hay una potencia parecida, de una mirada crítica y dirigida a la sociedad argentina. Hacemos teatro también para reírnos un poco de nosotros mismos, para decir: esto somos.
-Entre las dos propuestas, trabajás con cinco actrices, ¿qué mirada te devolvieron?
-La compañía Hijos de Roche, a la que pertenezco, está conformada por mujeres, así que vengo trabajando con mujeres desde hace un tiempo. Hoy, el lugar que nos toca a nosotros, los hombres, es el de escucharlas. Y la devolución fue muy satisfactoria. Hemos llegado a desarrollar dos obras, con todo lo que eso significa en el teatro independiente, cuando no hay un mango de por medio, es algo que a la mayoría de la gente no le gusta, y tenemos que pagarnos nuestros ensayos y escenografía. Yo trabajo desde un lugar horizontal, compartimos ideas, y entendimos lo que era el afuera de la escena y lo que era la escena. En la escena, cuando uno prueba, no hay moral ni demasiados principios. Existen reglas teatrales, pero el tema no tiene nunca una cuestión moral, sobre todo en mis trabajos, en donde los personajes tienen que ver con lo roto, con la miseria humana. Hicimos acuerdos rápidos, que pudimos sostener. Fue una enseñanza de principio a fin haber trabajado con ellas. Es un lujo poder dirigir a cinco actrices descomunales, de una entrega terrible. Lo que me sostiene es su entrega, no existe nada como eso. Fue de las mejores cosas que me pasaron en la vida.