En tiempos de asimetrías cambiarias, la presencia de un músico de la talla de Anthony Wonsey constituye una buena noticia. El pianista, uno de los más interesantes de la actual escena neoyorquina, ofrecerá una serie de actuaciones en Bebop Club. Lo hará con distintas formaciones, acompañado por un grupo de músicos argentinos encabezado por el trompetista Mariano Loiácono

El primero de los sets que tendrán lugar en el reducto de Uriarte 1658 será el viernes a las 20, con un solo piano de Wonsey, que a las 22.30 estará al frente del cuarteto que además de Loiácono en trompeta tendrá en la base a Jerónimo Carmona en contrabajo y Eloy Michelini en batería. El sábado a las 20, el pianista se presentará en trío, junto al contrabajista Mauricio Dawd y el baterista Alejandro Beelman. Con ellos estará la cantante -y actual directora artística del Festival de Jazz de Buenos Aires- Julia Moscardini. En el segundo horario, a las 22.30, Wonsley se encontrará con Loiácono en un mano a mano que promete.

Más allá del riesgo económico que implica para un productor local una movida de este tipo, detrás de la presencia de Wonsey en Argentina hay mucho más que una cuestión de dividendos económicos. Desde su primer viaje a Buenos Aires, que fue en 2001 con la banda de Nicholas Payton, el pianista comenzó a tejer relaciones que el tiempo fue profundizando. Volvió en 2017 para tocar solo y en 2019 para la presentación de Vibrations, el disco del mismo Mariano Loiácono en el que Wonsey es el pianista de un quinteto que se completa con otros músicos notables de la escena neoyorquina: Geroge Garzone en saxo tenor, David “Happy” Williams en contrabajo y Rudy Royston en batería. 

 “Tengo muy buenos recuerdos de aquel primer viaje con Nick. Ahí descubrí la mejor carne del mundo, pero sobre todo la amabilidad de la gente”, dice Wonsey a Página/12. “Pude confirmar eso en el segundo viaje, pero mi regreso en 2019 para tocar con Mariano resultó definitivo: el trabajo se convirtió en vacaciones, conocí a su familia y compartí ese espíritu de comunidad entre la gente que es maravilloso”, agrega el pianista.

Clase 1972, Wonsey nació en Chicago. Todavía estudiante ganó una beca plena para completar su formación en Boston, en la Berklee College of Music, donde entre otros estudió con Zilner Randolph, quien fue director musical de la banda de Louis Armstrong. Poco después y aún muy joven, el pianista se destacaba entre los nombres pesados del hard bop en la exigente escena de Nueva York, mentado por colegas mayores como Melgrew Miller y James Williams e integrante de la Jazz Machine del mítico baterista Elvin Jones. Wallace Roney, Nicholas Payton, Chico Freeman, Jeremy Pelt, Russell Malone y Phill Woods, son otros nombres importantes con los que colaboró.

“Tengo experiencias muy variadas y me gusta tocar en todas las formaciones, pero la que mejor me sienta es el cuarteto”, dice Wonsley. “Mi plan en Buenos Aires será muy variado y pasa primero por escuchar, conocer, evaluar la situación musical y a partir de ahí proponer mi música, que creo les va a gustar”, agrega.

En el toque versátil y seguro de Wonsey se condensan las lecciones de varios de los pianistas de la amplia avenida histórica del jazz entre el bebop y el Post Bop. “La lista seguramente es más larga que mi memoria”, dice Wonsey y larga un rosario de nombres en los que se mezclan Eroll Garner, McCoy Tyner , Art Tatum, Kenny Kirkland, Herbie Hancock , Hampton Hawes, Winton Kelly , Red Garland y, por supuesto, Bill Evans. “Mi estilo está hecho de escuchar y reaccionar”, asegura.

Para el pianista, el jazz de los últimos tiempos ha derivado en una poderosa individualidad que ha cambiado el panorama. “La escena de Nueva York, por ejemplo, no es la misma de otras épocas porque ya no existe el concepto de banda sino que predomina el concepto individual”, asegura y a la hora de definir el jazz que en la actualidad se produce en esa ciudad no duda en llamarlo “fluido”.