¿Cómo, cuándo, de qué modo anunciar un embarazo? Un embarazo puede desearse, pero tiene que pasar todavía por una prueba: ¿Quieres lo que deseas? Una cosa es la demanda y otra distinta el deseo. En este drama tan humano ¿en qué lugar se sitúa la persona de la pareja? ¿Está en lugar de padre o en función de madre? ¿Cuál será la reacción del Otro? Pedir a una mujer que se identifique a una madre, que haga de su deseo de un hijo un querer, implica pasar por el consentimiento.

Hay diferentes modalidades de hacer pasar al inconsciente el anuncio de un embarazo. Por ejemplo, la inquietud de la que nos habla Freud en el segundo capítulo de la Psicopatología de la vida cotidiana al tratar del “olvido de palabras extranjeras”. Al terminar lo que Freud denomina un “exaltado y apasionado discurso” contra el antisemitismo ambiente, un joven universitario judío quiso concluir “con el célebre verso de Virgilio, en el cual la desdichada Dido encomienda a la posteridad su venganza sobre Eneas: “Exoriar(e) aliquis nostris ex ossibus ultor!” pero le fue imposible recordar la palabra aliquis y le pide a Freud que le ayude a completar la frase y también le pregunta qué puede significar dicho olvido. Al término de una serie de asociaciones el sujeto acaba evocando, no sin reticencia, su temor a recibir de parte de una dama una noticia tan desagradable para ella como para él. Sus asociaciones eran bastante elocuentes para permitir a su interlocutor adivinar que se trataba de un retraso de la regla y Freud da a este olvido la significación de “contradicción inconsciente” que resume en estos términos: “Tú has expresado tu deseo de tener descendencia pero ¿deseas tan vivamente tener descendencia? Eso no es cierto. ¡Cuál no sería tu confusión si recibieras la noticia de que estabas en camino de obtenerla en la persona que tú sabes! No, no, nada de descendencia, aunque sea necesario para nuestra venganza.”

Sabemos que las aporías del deseo pueden ser tales que los esfuerzos por poner de acuerdo la demanda y el deseo llegan a ser abrumadores. Lo que sabemos también es que un deseo de descendencia puede ir perfectamente acompañado por un deseo de muerte y que, paradójicamente, un niño abortado puede no ser menos deseado que un niño al que se da a luz.

Decir sí al embarazo

Los obstáculos inconscientes del embarazo pueden alzarse en el momento en que fisiológicamente se torna muy difícil o imposible. Entonces, el semblante de embarazo puede pasar a ser un test del deseo del Otro. Lo ilustra, de modo proverbial, un caso presentado por Caherine Vacher, donde un síndrome de pseudo-gravidez persistía después de un ciclo de estimulación, algo que contraría a su esposo que acepta mal esta desgracia física de su esposa. Más tarde, su sintomatología desaparece y la paciente pregunta tímidamente si ella puede no retomar el tratamiento, a lo que la doctora Vacher da su consentimiento. Al cabo de ocho meses, llamará por teléfono para anunciar que estaba embarazada y poco después dará a luz a una niña. En este caso, el pseudo-embarazo es una prueba del deseo del partenaire, una puesta a prueba del deseo del partenaire: antes de proceder al embarazo efectivo ella pasa por un semblante de embarazo que pone a prueba el deseo del marido.

A través de su no, ella apunta a ese deseo del Otro. Antes de crear al hijo, quiere estar segura del deseo del marido hacia ella. Gracias al pseudo-embarazo, el marido llega a decirle; tú me interesas como mujer. En el rechazo de quedar embarazada hay: rechazo darte lo que tú me demandas porque no es lo que tú deseas. Una vez que el marido hizo explícito su deseo –su deseo en cuanto a ella, en cuanto a la forma de su cuerpo– ella puede decir sí al embarazo”.

*Psicoanalista. ELP. 21-05-2021. Fragmentos escogidos.