La petrolera YPF difundió el martes un comunicado en el que informó que el abastecimiento de gasoil para los consumidores del canal mayorista está garantizado. De este modo, buscó ponerle freno a la psicosis que se generó durante los últimos días, cuando se comenzaron a agudizar los faltantes en las estaciones de servicio del interior del país y se fijaron cupos de 15 litros por persona. Sin embargo, más allá de la promesa de la petrolera estatal, la situación aún está lejos de solucionarse.
Una muestra de los problemas que enfrenta el mercado lo dejó en evidencia el propio comunicado de YPF cuando detalló que, según cifras oficiales, el consumo de gasoil en el canal mayorista retrocedió 2,5 por ciento en el primer trimestre, mientras que en el canal minorista trepó un 12 por ciento. Esa brecha se explica porque, a diferencia de lo que indica el sentido común, el gasoil no está más barato en el canal mayorista sino hasta un 25 por ciento más caro.
Entonces, los consumidores habituales del canal mayorista recurren a las estaciones de servicio para tratar de conseguir combustible más barato y lo terminan pagando a un precio diferencial entre el minorista y el mayorista. Para evitar esos cruces es que las petroleras están agudizando los controles, pero esos controles van sobre las causas y no sobre las consecuencias del creciente desabastecimiento.
El problema de fondo es que es que el precio en el canal minorista estuvo congelado de hecho entre mayo del año pasado y febrero de este año por decisión de YPF que controla el 55 por ciento del mercado y le pone un techo al resto de las petroleras. En respuesta a esa situación, Axion, Raizen (Shell), Puma (Trafigura) y Dapsa, entre otras, comenzaron a ajustar en el segmento mayorista, donde compra el agro y la industria, para de ese modo compensar parte de las pérdidas que supone la importación.
A partir de febrero, los precios minoristas comenzaron a subir y ya acumulan un ajuste del 25 por ciento, pero el diferencial con el mercado internacional es tan grande que la suba debería ser todavía mayor para que la situación comience a descomprimirse.
El gerente de la Confederación de Entidades de Hidrocarburos (Cecha), Guillermo Lego, explicó el martes a este diario que mientras el barril de Brent se ubica a 114 dólares en el mercado local existe un acuerdo para vender esta materia prima del gasoil a 64 dólares.
Con ese diferencial de precios se plantean dos problemas. Por un lado, las petroleras prefieren vender el crudo en el mercado internacional antes de comercializárselo a las refinadoras locales para que lo procesen. Eso lleva a que, pese a que la demanda crece, esas refinadoras no están trabajando al tope de su capacidad por falta de materia prima y se ven forzadas a importar el gasoil para garantizar el abastecimiento. No obstante, el diferencial de precios es tan grande que esa importación termina siendo una operación ruinosa y nadie quiere hacerla. Los privados tratan de importar lo menos posible y el mayor peso recae sobre YPF que al ser la petrolera de bandera se ve forzada a incrementar esas importaciones a perdida para minimizar los problemas en el mercado local.
En este contexto, varios especialistas coinciden en que el gobierno debería intervenir a través de la secretaría de Energía para forzar a las petroleras que están exportando más crudo a que vendan al menos parte de ese crudo en el mercado interno para incrementar la refinación local, pero en los hechos no lo hacen y el problema se profundiza cada día más porque no intervienen en el mercado para garantizar el abastecimiento pero tampoco le dan luz verde a mayores aumentos en el canal minorista por temor al impacto adicional que puede generar sobre una inflación que ya viene en ascenso.
Si no se explora una
solución de fondo, el desabastecimiento podría profundizarse durante los
próximos meses de abril y mayo, más allá de lo que diga YPF, debido a la mayor
demanda que supone la cosecha gruesa en este contexto de restricción de la
oferta.