Una gendarme retirada testificó ayer ante el Tribunal Oral en lo Federal 1 de Salta que Delfín Reynaldo Castedo dispuso que el martillero público Eduardo "Pinto" Torino fuera su testaferro en la finca El Aybal, de ubicación estratégica porque linda con el Estado Plurinacional de Bolivia. Ambos están siendo juzgados, junto a otras cinco personas, como integrantes de una organización dedicada al narcotráfico y al lavado de activos provenientes de esa actividad.
La investigadora detalló que Delfín Castedo se comunicó por teléfono con Micaela Romero, descripta como una de sus personas de confianza, y le indicó que le dijera a Torino que él debía aparecer como dueño de El Aybal.
Esa conversación fue el 20 de julio de 2016, antes de la detención del sindicado capo narco, precisó la gendarme que estuvo a cargo de la transcripción de escuchas de conversaciones que Castedo mantuvo con Romero, con el mismo Torino y con Ricardo Erva, encargado de la finca El Pajeal, y quizás de El Aybal. Ambas fincas son de propiedad de Castedo y totalizan cerca de 30 mil hectáreas en la zona de frontera.
La investigadora añadió que luego Torino habló con un escribano y se acordó que iban a ir a Tartagal a firmar los papeles, aparentemente, para cumplir con las indicaciones de Castedo. Esta afirmación se complementa con los dichos de un comandante de Gendarmería que también ayer aseguró que reunieron indicios de que Torino era el testaferro de Castedo. Dijo que "Pinto" consultaba con Castedo sobre el dinero, sobre las fincas. "Tenían un vínculo distinto a las demás personas", Torino "era un hombre de confianza y se conocían hacía bastante tiempo".
Por otra parte, la gendarme retirada trajo otra vez a la sala de audiencias los vínculos que el Clan Castedo parece haber tenido, o tiene, con la política y sectores del Estado. Sostuvo que las personas cuyos teléfonos estaban intervenidos por orden judicial, sabían que eran escuchadas. Recordó que Castedo se le dijo a Torino y mencionó que también Ervas era escuchado. Y también Viviana Pascusso, que fue pareja de Castedo, le advirtió de las escuchas.
Entonces el fiscal Jorge Viltes Monier le preguntó cómo pudo obtener Castedo esta información. "El dinero", respondió la gendarme. La respuesta concisa casi sorprendió al fiscal, y como se había perdido un poco debido a que declaraba por videoconferencia, volvió a preguntar. "Con el dinero se obtiene todo. El poder", ratificó la investigadora. "Hay una fuga de información de importante", ratificó después.
En el mismo sentido pueden inscribirse los dichos de la gendarme sobre las escuchas en las que Torino intenta presionar al fiscal penal de Salvador Mazza, Armando Cazón, para que desalojara a un campesino que disputaba tierras de El Aybal diciendo que tenía amistades en la Procuración General y en la Corte de Justicia de Salta para promoverle un juicio de destitución. También recordó las escuchas en las que queda claro que se soborna a un comisario de apellido González.
"Que se deshaga de todo"
La testiga también recordó que poco después de la detención de Delfín Castedo, Erva se comunicó con Romero preguntándole si había recibido un llamado. "¿Llamado de quién?", repreguntó Romero: "Vos ya sabés. Porque hay malas noticias", respondió Erva y a continuación le dijo que "arroje todos los teléfonos, que arroje los chips bien lejos. Que se deshaga de todo".
La gendarme retirada también ratificó que Delfín Castedo se comportaba como el jefe de Erva, Torino y Romero: "De lo que yo escuché, recibían órdenes y hacían lo que él decía" y "cada uno tenía su función", recordó. Castedo es el principal acusado en este proceso, dado que la fiscalía sostiene que es el jefe de esta organización.
En las conversaciones entre Torino y Erva se cuidaban de no decir el nombre de Castedo, a quien mencionaban con el apelativo "el jefe". Una vez detenido Castedo, Erva llamó a Torino: "¿Tenés el otro teléfono? Prendelo porque te van a llamar de 5 a 6", lo urgió.
Por otro lado, contó que tras la detención de Castedo, Erva estaba preocupado porque no se comunicaba con él, decía que lo amenazaban, un tal "don Ricardo", que aparentemente era un socio de Delfín Castedo y reclamaba la pérdida de una carga primero y luego, de dos.
Además, Erva se sentía desplazado por la esposa de Castedo, Melba Araujo, que también está siendo juzgada en este proceso. "Se sentía un poco mal", decía que "era como que lo estaban apartando", entonces la respuesta de su interlocutor, un tal "Ñaño", fue que al menos lo dejaran hacer "un viajecito", contó la investigadora.
Erva, junto a Ricardo Martínez Cuéllar (o Rolando Roberto Martínez Gutiérrez, que sería Ñaño) y Bernardo Alejandro Flores, fueron condenados a 6 años y 6 meses de prisión, en mayo del año pasado, por el transporte de 180 kilos de cocaína secuestrada en diciembre de 2016, en El Quebrachal, en el sur de Salta. Araujo está acusada en relación a esta carga.
La gendarme retirada que declaró ayer refirió que tras este transporte de 2016 Araujo llamó a Romero pidiendo que le dieran un poder para administrar la finca, lo que se contradice con su posición de que solo se ocupaba de sus hijas y la casa.
Sin actividades económicas
"A esa fecha Delfín Castedo no tenía actividad económica registrada", y tampoco Melba Araujo. Aseguró por otro lado una comandante de Gendarmería que en 2016 realizó un informe patrimonial sobre estas personas. "No tenían actividad declarada ninguno de los dos", ratificó.
Detalló que Araujo nunca estuvo inscripta en la Afip. En cambio, en 2006 Delfín registró la sociedad Agroservicios El Aybal, en la que era socio su hermano Raúl Amadeo "Hula" Castedo, que también está siendo juzgado en este proceso. También Torino tenía actividades declaradas. Y Erva, que no está siendo juzgado aquí, "tampoco tenía ingresos" declarados.
Otro comandante, que ayer concluyó su extensa declaración en sucesivas audiencias, dijo que en una conversación con Romero, Castedo contó que compró El Aybal, y ratificó que tras su detención, Melba Araujo "en las conversaciones pasó a tomar un rol como una especie de encargada de las fincas".
También declararon gendarmes que participaron en julio de 2016 de un allanamiento realizado a la finca El Pajeal, donde encontraron un uniforme de Gendarmería, municiones y una escopeta, y en la que confirmaron que había un camino interno que comunicaba con territorio boliviano. "Había una tranquera y el camino continuaba al otro lado en Bolivia", precisó uno; lo describió como "relativamente bueno", ancho, suficiente para que transitaran vehículos de mediano porte.