Apolo 10 ½: una infancia espacial 8 puntos
Apollo 10 1/2: A Space Age Adventure; Estados Unidos, 2022.
Dirección y guion: Richard Linklater.
Duración: 97 minutos.
Voces de Milo Coy, Jack Black, Glen Powell, Josh Wiggins, Lee Eddy, Mona Lee Fultz, Jennifer Griffin.
Estreno en Netflix a partir del viernes 1° de abril.
Richard Linklater ya tiene su propio Amarcord. Poco importa que, a diferencia del celebrado largometraje de Federico Fellini, Apolo 10 1/2: Una infancia espacial no sea una película estrictamente autobiográfica. Los mecanismos narrativos gracias a los cuales el director de Escuela de rock y Boyhood recrea los años de su infancia en Houston, Texas –en particular el formato de viñetas entrelazadas, un rosario de remembranzas y ensoñaciones– recuerda constantemente al film del maestro de Rímini, aunque allí se acaban las similitudes. Apolo 10 1/2, que acaba de desembarcar en Netflix luego de un único paso por un festival de cine, South by Southwest, vuelve a echar mano del método de rotoscopiado de sus films previos Una mirada a la oscuridad y Despertando a la vida. En otras palabras, el proceso de animación semi realista tiene su origen en registros con actores de carne y hueso, que luego son utilizados como base para los trazos y movimientos de los personajes, objetos y fondos.
El resultado es formalmente bello y pertinente en cuanto a los objetivos de la historia: reconstruir la época de la carrera espacial, cuando todo estaba invadido por cohetes y astronautas y la promesa de caminar sobre la Luna comenzaba a abandonar para siempre los confines de la ciencia ficción. La mirada es la de un adulto (la voz de Jack Black hace las veces de guía y narrador) sobre su propia infancia, allá por 1968 y 1969. El lugar es Houston, muy cerca de la plataforma de lanzamiento que llevaría a la humanidad a pisar el satélite terrestre gracias a los tripulantes de la misión Apolo 11. Los primeros minutos de la película de Linklater abrazan la fantasía extrema: Stan, el hijo menor de una familia numerosa del tipo clan Brady, es seleccionado por dos agentes encubiertos para formar parte de la misión Apolo 10 ½ (la cápsula quedó chica, le dicen en voz baja, y es necesario que el cosmonauta sea un niño). Pero el film no es un relato de aventuras fantástico y la razón del disparate del prólogo queda clara cerca del final, cuando el alunizaje real es transmitido por tevé y Stan lucha por mantener los ojos abiertos luego de un día de actividades intensas.
La imagen congelada de Stan girando en uno de los aparatos de entrenamiento, minutos después de los títulos de apertura, abre los cortinados y presenta el resto del viaje cinematográfico, un vistazo a un pasado en apariencia más feliz, más libre y esperanzador. Aunque quizás, como deja entrever la voz de Black, tal vez eso sólo sea el resultado de la añoranza, el tinte idealizado que toma por asalto los recuerdos cuando pasan los años y las décadas. Apoyado en una banda de sonido estupenda, Linklater describe la infancia en un barrio suburbano a fines de los 60 a partir del prisma de Stan, el niño y el adulto, de forma realista y con usual cariño sobre los personajes, marca de fábrica de una gran parte de su filmografía. Se suceden secuencias que presentan los juegos infanto-juveniles de aquellos años (de los físicamente peligrosos a los de mesa, sin olvidar los flippers), las paranoias y teorías conspirativas (“fuimos la última generación que aprendió a agacharse y cubrirse ante un posible ataque nuclear”), las visitas a familiares cercanos y lejanos, y un segmento que señala la falta de seguridad constante de esa era (“éramos seis chicos y chicas en la parte trasera abierta de una camioneta, a ciento treinta quilómetros por hora en una autopista”).
Linklater también hace espacio para pequeños digestos dedicados a listar series de televisión, juegos de mesa, gustos de helados y canciones populares con nombre de mujer, además de incluir fragmentos de películas como La novicia rebelde y, lógicamente, 2001, odisea del espacio, hasta que retoma la imagen congelada del comienzo para describir los días del lanzamiento y alunizaje de la misión Apolo real, la número 11. La del Apolo 10 ½, en tanto, es una travesía llena de nostalgia y dulzura, donde la idealización del pasado –pero no exenta de menciones a Vietnam, los asesinatos políticos y la creciente polución del planeta Tierra– está plenamente justificada a partir de la mirada infantil, cuando la infinitud de la fantasía todavía no ha sido cercenada por los rigurosos esquemas de la adultez.