Un viaje en el tiempo. Eso es lo que se vivirá en el escenario del Luna Park que desde este viernes y hasta el 10 de abril, durante ocho funciones, repondrá la emblemática puesta de Drácula, el musical para revivir un éxito que ya lleva 30 años. El 29 de agosto de 1991 que marcó el inicio de un fenómeno sin precedentes en las artes escénicas locales y que, según calculan sus realizadores, fue visto por más de tres millones de espectadores.

Con adaptación y dirección de Pepe Cibrián Campoy y música de Angel Mahler, la historia del famoso conde de Transilvania cautivó al público e hizo cinco temporadas en el Luna Park (1991, 1992, 1994, 1997 y 2000) y sumó funciones en otras salas y cinco giras nacionales, además de presentaciones en otros países como España, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay. Tres décadas después de esa gesta, el reconocido musical tendrá su prometida despedida que incluye una gira nacional por diferentes provincias y una puesta a la altura de su trayectoria, con una orquesta de treinta músicos y un elenco de cincuenta actores y actrices.

Con producción de Mahler y Leo Cifelli, vuelven a escena muchos intérpretes del elenco original como Juan Rodó (Drácula); Cecilia Milone (Mina); Pehuén Naranjo (Van Helsing) y Laura Silva (Nani). Y aunque se promete una puesta con mayor calidad tecnológica que la que se estrenó en los noventa, la esencia será la misma. Así lo anticipan sus protagonistas. “Volver a hacer esta obra es una gran emoción. Todo es igual que en el 91, aunque ahora es otro Luna Park, porque ya no están Tito ni Ernestina Lectoure, los dueños de este lugar”, comenta Cibrián Campoy en diálogo con Página/12, al mismo tiempo que ajusta los últimos detalles de la puesta de luces. “Este espectáculo me sigue sorprendiendo. Ahora se ve como algo natural, pero en los noventa fue una osadía, y Tito y Ernestina confiaron en mí aun cuando ni siquiera me conocían”.

En aquel momento, Juan Rodó, un joven profesor que enseñaba música en escuelas primarias y jardines de infantes, se presentaba a las audiciones. Su carrera prometía, y ya había vivido su debut como cantante de ópera en el Teatro Argentino de La Plata, en 1989. El destino, y su talento, quisieron que él fuera el elegido para interpretar al famoso vampiro, un personaje que lo catapultó a la fama y que hoy sigue disfrutando. “Drácula tiene una paleta rica de colores actorales. Por momentos, es monstruoso y feroz, y a su vez es tierno y romántico. Me emociona mucho por lo que transmite, porque dentro de su monstruosidad tiene humanidad. El efecto que causa en el público es muy potente. Y me genera mucha expectativa volver a interpretarlo”.

-Este musical marcó un hito. ¿Qué recuerdos tienen del momento en el que surgió este proyecto?

Juan Rodó: -Recuerdo que cuando me presenté a la convocatoria, yo no conocía ni siquiera el género del musical, fui a ver de qué se trataba y a probar suerte. Me conformaba con ser parte del elenco, y cuando fui seleccionado para interpretar a Drácula fue como tocar el cielo con las manos. Yo pensaba que seguro había muchas personas que podían hacerlo mejor que yo, pero fui elegido y sentí que lo podía hacer. Esas cosas se dan rara vez en la vida.

Pepe Cibrián Campoy: -Me acuerdo de la primera función. Me senté en la sala atrás de todo, junto al jefe de iluminación, y yo, que no fumaba, me fumé un paquete entero de cigarrillos (risas). Es que estaba muy nervioso, pero no por los actores sino por las cuestiones técnicas, porque nunca se había hecho algo así. Pero todo salió impecable.

-Esta obra surgió de una forma particular, luego de una crisis económica fuerte que usted tuvo…

P. C. C.: -Con mi madre habíamos hecho un musical que fue un fracaso comercial brutal. Se llamaba Las dulces niñas. Y no fue nadie, así que perdí todo lo que tenía. Se me ocurrió entonces llamar a Tito Lectoure. Y cuando él aceptó reunirse conmigo, yo no tenía idea de qué propuesta hacerle. Se me ocurrió ofrecerle Drácula, como se me podría haber ocurrido Hansel y Gretel (risas). El no me conocía, pero creyó en mí. Tiempo después, le pregunté: “¿Por qué me diste tanto?”. Y me respondió: “Porque estoy acostumbrado a hacer campeones”. Él había hecho dos campeones mundiales de boxeo, y los hizo de la nada. De alguna manera, hizo eso conmigo. Y Drácula cambió la historia del musical, porque si ese llamado a Lectoure no hubiera existido, hoy no habría escuelas musicales ni actores entrenados.

-Hubo un momento en el que trascendió que no se iban a celebrar los 30 años de la obra por algunas diferencias que existían con Mahler. Pero finalmente llegó el acuerdo…

P. C. C.: - Con Angel somos familia porque nos conocemos hace cuarenta años. Pero en toda familia pasan cosas y un día nos distanciamos. Y Cecilia Milone hizo de árbitro en esto y organizó un vivo de Instagram donde nos invitó a los dos. Ninguno sabía que el otro iba a estar y nos encontramos en cámara. Al día siguiente, tuvimos una charla y ahí resolvimos nuestros problemas.

-¿Qué significa Drácula en sus carreras?

P. C. C.: - Es un antes y después. No sé si es mi mejor obra. Creo que no, pero tiene algo mágico que no lo puedo describir. Tiene un vértigo especial.

J. R.: -Para mí fue un gran salto al reconocimiento y a la fama, porque no había nadie que en el año 91 no supiera quién interpretaba a Drácula. En lo personal fue el personaje que me invitó a crecer como actor y cantante, y con el cual pude experimentar y evolucionar como artista. Siempre me interesó buscar la novedad y la frescura dentro de esta interpretación, porque cuando un personaje se hace durante tanto tiempo el gran trabajo es no mecanizarlo para no aburrirse y hacer cada función como si fuera la primera. Ese fue siempre mi objetivo.

-En algunas entrevistas contó que ese papel lo movilizó a nivel psicológico.

J. R.: -Sí, yo no me atrevía a subirme a ningún transporte público porque sentía que la gente me endiosaba y me iban a reconocer. Ya no podía hacer lo que antes hacía con normalidad. Ahora eso no me pasa, pero en su momento eso me desestabilizó porque el público me vio como un divo y un sex symbol. Es que Drácula generaba enamoramiento, fascinación e idealización. Todo eso me cargó, me dejó inestable y me hizo perder noción de la realidad. Uno se olvida de que es una persona que va al teatro a trabajar porque la gente te transporta a un lugar de fantasía similar al que ocurre en la obra y la vida no es eso. Esa confusión marea.

-¿Y por qué creen que Drácula tuvo tanto éxito?

P. C. C.: -No lo sé, pero ahora podemos hablar de eso con el diario del lunes. Hay una frase del protagonista al final, “¿Qué sentido tiene la inmortalidad si no estás a mi lado?”, y eso a la gente la conmueve porque hace alusión a alguien que deja el poder y se sacrifica para no destruir a su amor. Ese es un acto muy generoso que no está en ninguna versión de esta historia ni en nadie que tenga poder. Porque ya sabemos que los poderosos se aferran al poder a como dé lugar. Y Drácula da todo, hasta su inmortalidad, para que su amada viva.

J. R.: -Hubo una combinación de factores. Por un lado, era una puesta fastuosa, al estilo Broadway, y hasta ese momento nadie había visto algo igual en la Argentina. Por otro lado, es una obra que tiene todos los ingredientes porque tiene terror y misterio pero también es romántica e incluso sexual dado que el vampirismo está asociado a la seducción. Ese giro romántico que le dio Pepe a esta historia terminó de cerrar el círculo. Este es un Drácula que enamora.

Drácula, el musical puede verse en el Luna Park (Madero 470), desde el 1 hasta el 10 de abril, con funciones los viernes a las 20, los sábados a las 19 y a las 22.30 y los domingos a las 19. Entradas en Ticket Portal.