I
Para que las cosas existan, las palabras toman formas muy extrañas.
Orbitan, orbitan, hasta que toman la forma de la palabra constelación. Nadan, nadan, nadan hasta tomar la forma de la palabra pez.
Laten, laten, laten hasta tomar la forma de la palabra corazón.
Pero la palabra desaparecido no desaparece.
II
No sentimos ninguna necesidad de caer en el lugar común de la palabra abismo.
Ni de subirnos al caballo de la palabra erudita.
Ni de prestarnos al malentendido de la palabra comunicación.
Para perder la cabeza no necesitamos guillotina.
Pero construimos entre todos la memoria de la palabra justicia y la justicia de la palabra memoria.
III
Fuera de las palabras vos y yo no existimos.
Nuestra fe en el lenguaje me emociona.
Es equivalente a nuestra fe en los pasos.
A nuestra fe en la poesía.
A nuestra fe en las otras formas, en los otros caminos.
Aun cuando nuestra creencia sea errónea, si ésta es la razón, preferimos estar equivocados.
Pero la palabra desaparecido no desaparece.
IV
El teorema lingüístico dice: dos más dos, es cuatro, pero dos menos dos es cero.
En cambio, dos y dos es veintidós.
Pero dos en dos son mormones
y dos sobre dos es una orgía
La palabra lo puede todo.
El número no.
No hay número aunque haya treinta mil.
Aunque falten treinta mil.
Un número no es un nombre.
Treinta mil números no son treinta mil hombres.
Hay que ponerle un nombre a cada número.
La palabra y el número, juntos, lo pueden todo.
V
José, Tamara, Martín, Liliana, Gabriela, Mariana, Amaral, Felipe.
El nombre no es un número, es un cosmos herido en su humanidad.
Clavel, jazmín, rosa, margarita, la flor no es un nombre
pero fue el plan secreto, la estrategia perfumada de las Azucenas, de las Estelas, de las María Isabel, de las Alicias. ¿Cómo no llamarlos con nombres de flores a los niños arrancados de sus tallos, que debían aparecer? ¿Qué debían florecer?
VI
La estrella polar y el agua.
El agua de la palabra pecera cambia cuando metés la palabra pez.
Hasta que no diga la palabra bar estaré flotando en el cosmos,
hasta que no diga la palabra ¡Mozo!, no tendré nada para beber.
Que venga el mozo de la estrella polar
donde orbita la palabra siempre,
donde orbita la palabra país,
donde orbita el tío Juan de la poesía que no desaparece.
VI
La palabra amar es flotadora de por sí.
¿Qué se va a servir?
Vino.
El mozo vino y le pido vino.
Las palabras me dieron un bar y un país.
La palabra mozo trae consigo un pantalón negro, una camisa blanca, una jornada extenuante, un día franco, un salario injusto.
La sociedad no se puede quejar de la poesía.
La poesía te hace ver y te hace decir.
La sociedad debe decirle gracias a la poesía de Juan que no desaparece.
A la poesía de Juan que nos despierta.
A la poesía que sigue hablando desde sus pequeños libros,
desde remotos bares.
Gracias, gracias, gracias, Miguel Ángel por tu palabra viva y la dictadura muerta.
Gracias, gracias, gracias, Agustina por las lágrimas y el valor.
Gracias, gracias, gracias, Roberto, por el beso que hiciste volar.
Gracias, gracias, gracias, Haroldo, por el molino, por álamo, por el león.
Gracias, gracias, gracias, Ignacio, por las gaviotas que volaron asociadas a la tristeza.
Gracias, gracias, gracias, Paco, por sacudir el polvo de la realidad.
Gracias, gracias, gracias, Rodolfo, ay, Rodolfo, gracias, gracias, gracias.
Treinta mil gracias.
Treinta mil nombres.
Treinta mil hilos.
Treinta mil sueños.
Treinta mil gritos.
Treinta mil veces no nos equivoquemos.