Carlo Pietro Giovanni Guglielmo Tebaldo Ponzi fue un señor que nació en Lugo, Italia, en 1882, vivió gran parte de su vida en los Estados Unidos y falleció en Río de Janeiro, Brasil, en 1949. Es mundialmente conocido como Carlo Ponzi (no confundirlo con Carlo Ponti, aquel cineasta que fuera el marido de Sofía Loren..., ni envidiarlo), el autor de los “planes Ponzi”, estafas locales que luego crecieron y se multiplicaron internacional o hasta estratosféricamente.
Los planes Ponzi consistían en pedir dinero a algunas personas y prometer a cambio más dinero aún. Al principio, la promesa se cumplía merced al aporte de nuevos ambiciosos estafados. Pero como cualquier novato en matemáticas que vea más allá de sus propias ambiciones imaginarias puede intuir, si para devolverle su dinero a cada uno y retirar además mis propias ganancias (que invertiré en, entre otras cosas, hacerme una buena imagen de empresario rico) necesito tres o cuatro que aporten, la cosa se vuelve exponencial y, en poco tiempo, necesitaré unos quince mil millones de aportantes, cosa que el planeta Tierra no puede proveerme. Para ser claro: estos planes funcionan como algunas empresas, donde pagás todos los meses y la cosa anda bien hasta que necesitás sus servicios, y ahí te enterás de que no existen. Ha ocurrido con prepagas, bancos y diversos sistemas de ayuda al ingenuo que pululan por el mundo en los que solemos caer como… como… bueno, iba a decir "chorlitos", pero no sé lo que es un chorlito, así que voy a decir "como completos bolús”.
En los planes Ponzi, uno “invierte” dinero y obtiene a cambio mucho más dinero, mientras lo deje donde está y no lo reclame. Si una sola persona lo reclama, lo obtendrá sin problemas. Pero si son algunas más, lo que obtendrán son excusas. Y si son muchas, lo que obtendrán es la noticia de que su dinero se multiplicó… por cero.
¿Cómo es posible que tanta gente caiga en semejante pelotu…, bolu…, tontez? Se lo pregunté al licenciado A., pero no me respondió porque un amigo le estaba proponiendo invertir dólares en un producto maravilloso que “se vende solo” (en verdad, le debería haber dicho “solo se vende”, ya que nadie lo compra).
Quizás la explicación venga de que muchos padres de ahora no hacen dormir a sus hijos contándoles Caperucita Roja, Blancanieves o Edipo, sino el cuento del neoliberalismo. Y, en ese neoliberalismo, el dinero dejó de ser una moneda de intercambio para pasar a ser una mercancía en sí, "algo que se puede producir y que puede aumentar su valor simplemente depositándolo en el lugar correcto”. “¡Ponga a trabajar su dinero!”, dicen las propagandas. “Se ve que el mío es fiaca, ¡no le gusta trabajar!”, ironizó alguna vez el genial Jerry Seinfeld.
Pero no hay que ser economista para entender que el dinero no trabaja, quienes trabajamos somos las personas. Por ejemplo, si solo existen veinte panes, entonces con todo el dinero del mundo solo se pueden comprar veinte panes. Si se duplica la cantidad de dinero existente, alcanzará para comprar... veinte panes. Si queremos que nuestro dinero valga más no hay que aumentar la cantidad de dinero, sino la de panes. Salvo que nos guste comer “sánguches de billete”.
No se puede comprar dinero con dinero: el dinero sirve para comprar cosas, no es una mercancía en sí mismo. Sin embargo, a muches les encanta pensar que el dinero trabaja para elles. La única forma que tienen los ponzis del mundo de hacer que el dinero de usted valga más es hacer que el dinero “de los otros” valga menos (o sea, se lo da todo a usted y a los otros les dice que “pasaron cosas”).
No sé tú, pero yo suelo estar entre “los otros” a los que les dicen que pasaron cosas, y el "usted" suele ser alguien muy allegado al ponzi de turno. Así se funden personas, familias, empresas, pueblos, países.
A veces, en vez de “la nada misma”, ofrecen, a cambio de nuestro dinero, “un líquido increíble que sirve para lavar el auto, el estómago, la culpa y la memoria”, y la misión, si uno desea aceptarla, es conseguir otros compradores que a su vez nos lo compren. Misión… imposible.
Otras veces, ofrecen “amor a primera vista virtual” o príncipes azules (Tinder Swindler –El estafador de Tinder–, está en Nefli) o sororidad (hubo una hace poco, El telar de la abundancia, que, bajo un supuesto feminismo, menospreciaba, creo yo, la inteligencia de las mujeres). Otros ofrecen “pobreza cero y lluvia de inversiones” (¡ay!, ¿cómo se llamaba ese plan Ponzi?); y no faltan los más geniales de todos, que, a cambio de tu generoso aporte terrenal, te prometen el paraíso, para cuando ya no estés vivo y te resulte difícil reclamar en caso de que no te cumplan.
Los sistemas funcionan en base a la imaginaria creencia de que funcionan, porque, como todos sabemos (pero no queremos recordar), la fe mueve montañas… de guita.
Sugiero al lector acompañar esta nota con el video “La resistencia” de RS Positivo (Rudy-Sanz), homenaje a las numerosas víctimas de la “guerra contra la inflación”: