Si hay una imagen que resume la guerra de Malvinas desde el deporte, ésa es la de Diego Maradona y su gol con la mano a Inglaterra, en el Mundial del 86, cuatro años después del conflicto iniciado el 2 de abril de 1982. En estos días se cumplen cuarenta años. Otra imagen, también de esa tarde, es la del gol épico: medio equipo inglés eludido por el mejor Diego. Fue, para los argentinos en general, un pequeño atisbo de venganza, un simbolismo que sin embargo nunca podrá equiparar a los 649 muertos argentinos (según datos oficiales) y los entre 300 y 500 posteriores suicidios (datos no oficiales).
El deporte argentino y su relación con Malvinas fue más allá de aquel Argentina 2 - Inglaterra 1. Deportistas, dirigentes deportivos y ciudadanos de a pie hicieron, casi siempre con bajo perfil, su propio homenaje. Pusieron dinero y esfuerzo para nadar, correr, pedalear o gestionar en memoria de la generaciones del 62 y 63.
Cuando ocurrió el conflicto, Alejandra Broglia (5/11/67) tenía 14 años y formaba parte del seleccionado argentino de natación que participaba de los Juegos Sudamericanos de La Paz, Bolivia. A sus 49 años, el 12 de febrero de 2017 unió a nado las Islas Malvinas por el Estrecho de San Carlos. Ningún sponsor. “Era un desafío personal: lo quería hacer por Malvinas”, le comenta a Página /12 desde Río Gallegos, donde vive.
“Me costó conseguir el permiso porque no me creían que como mujer cruce el estrecho. Fueron diez meses de tratativas”. La acompañaron el nadador de rescate Cristian Espínola y su hija, Carolina Catellani, quien filmó la travesía e hizo de traductora. “El Estrecho de San Carlos es incontrolable”, comenta. Además hay acantilados, nada de tierra firme y costas repletas de algas. “Psicológicamente, lo más difícil es pasar la barrera de algas, porque hay actividades de animales. Hay que reptar sobre las algas. Un trabajo psicológico importante. El frío se siente en la cara. Es como que te den cuchillazos en la cara”, recuerda. La ayudó el traje de neoprén.
“Llevaba en mi mente lo que me dijeron familiares y allegados a ex combatientes. Una se nutre de la energía de la gente. Sabía que había embarcaciones argentinas hundidas, bombas sin explotar. Pero no sentí miedo”. 1 hora y 36 minutos de nado para 5,600 kms y aguas a 12 grados. “Dura poco si se tiene en cuenta el esfuerzo de un año de preparación. Entonces hay que disfrutarlo”. Tenía prohibido hacer declaraciones o mostrar una bandera argentina. Pero se dio el gusto de nadar con una gorra celeste y blanca “que dice Argentina”. Después de su logro, Broglia recorrió las islas. Vio trincheras y restos de la guerra y dialogó con isleños. “Malvinas fue un sueño que siempre quise cumplir. Y es cierto: sentí que en mi nado me acompañaban los ex combatientes y sus familias”.
Catalina Giacaglia, fonoaudióloga y nadadora aficionada nacida después de la guerra, el 30 de abril de 1984, en Mar del Plata, es otro ejemplo. El 14 de marzo de 2017 nadó 2 kilómetros sin traje de neoprene en el Estrecho San Carlos, frente a las Islas Malvinas. Era el primer Desafío del Atlántico Sur, organizado por la Fundación No Me Olvides. Serían 3 kilómetros reducidos a 2 por las bajísimas temperaturas. Cuarenta participantes. Entre el grupo de edades diversas (el más chico, 23 años; el más grande, 68) había tres ex combatientes. El agua era de casi 8 grados, en el mejor de los casos. La temperatura ambiente rondaba los 5. Vientos y lluvias.
“Involucrarme desde la natación me abrió un mundo distinto. Viajar y recorrer los lugares y nadar donde estuvieron las embarcaciones en la guerra, cerrar los ojos dos minutos e imaginar mínimamente el frío y todo lo que pasaron esos soldados me hizo entender que lo duro que habrá sido aquello”, le recuerda Giaccaglia a Página/12. “Lo hice para honrar a los que se sacrificaron en ese momento. Pero lo que puedo hacer es mínimo en comparación con lo que hicieron ellos. Sólo quienes combatieron saben qué pasó ahí”.
Para Giaccaglia, el aporte de la Fundación fue fundamental para su interés en la temática. Uno de sus integrantes es el cineasta y documentalista Miguel Monforte (24/09/67), autor del largometraje documental Héroe corriente (2014) y del cortometraje de animación "No me olvides" (2019). “Siento que lo más importante que hice por Malvinas fue participar en el proceso de restitución de identidades de los caídos argentinos que tras la guerra fueron inhumados como ‘Soldados solo conocidos por Dios’”, le responde a este diario.
El deporte es parte de las actividades de la Fundación No Me Olvides para mantener viva la memoria por las islas. Monforte participa desde 2009: “Después de atravesar numerosas vicisitudes logramos que a la fecha 119 compatriotas hayan sido localizados en el cementerio de Darwin y tengan placas con sus nombres, como correspondía desde el primer día, haciendo valer un derecho fundamental de las personas, como es el derecho a la identidad, y a través de esto dar la posibilidad a sus familiares de cerrar sus duelos luego de casi cuatro décadas”, agrega.
Marcelo De Bernardis es, a sus 55 años (18/08/66), el primer maratonista argentino en competir en las Islas. Desde 2008 -cuando corrió y terminó tercero- hizo 15 viajes. Muchos con ex combatientes que regresaron a Malvinas por primera vez. “No con actitud contemplativa sino como protagonistas, preparándose en cuerpo y mente para además de volver a rendir honores a sus camaradas caídos, enfrentar a sus demonios, a participar de un evento de sacrificio que es el maratón”, le comenta a este diario.
Viajar a las islas le permitió, entre otras cosas, hacerse amigo de isleños. Algunos lo visitan en su casa de Buenos Aires en plan de vacaciones. “Entienden que tenemos el corazón puesto ahí y que no viajamos para hacer reclamos”. Dice que las experiencias que tuvo desde que se empapó en el tema Malvinas son tremendas. Y cuenta: “El caso de la posta histórica que hicimos con el Coronel Mayor Lautaro Jiménez Corbalán, quien en 2019 convocó a su antiguo enemigo, el oficial del 42 Command Marc Towsend, para compartir la posta. Pasaron por el lugar en el que combatieron. No hubo antecedentes de algo así. Un ejemplo de civilidad ante el mundo. Me emocioné como pocas veces. Fue un momento muy significativo. Me da orgullo. Towsend se vino desde Camboya para participar”. Y sobre lo personal: “Es un tema apasionante, de aprendizaje permanente. Me siento bendecido por estas cosas que me tocaron vivir”.
Facundo Reales (28/6/85) es un atleta argentino que suele sumarse a cada edición de la maratón que se realiza en las Malvinas. En 2017 compitió en una carrera organizada por la Municipalidad de Lanús y ganó: el premio era un viaje a competir en las islas. Viajó en 2018 con la idea de terminar entre los cinco primeros pero ganó: “Estuve una semana en Malvinas, porque los vuelos salen los sábados y regresan al sábado siguiente. Competí el domingo y me quedé una semana. Viajé con veteranos, conocí sus historias, sus vivencias. Ir a Malvinas es algo único. Está entre lo más groso que hice y que haré en mi vida. Sobre todo en lo deportivo”.
Como sus otros colegas deportistas que compitieron en las islas, pensó en los veteranos y en los chicos que murieron. Dice que desde el día que llegó a las islas se le pone la piel de gallina cada vez que se las mencionan. En 2019 regresó y terminó segundo. Para entonces, la ubicación era lo de menos. “Conocí muchísimo de Malvinas y lo que vivieron en su momento los veteranos. Pero a las dos horas de recorrer los montes me quería volver por el clima. Y pensar que aquellos pibes estuvieron tanto tiempo ahí, con semejante frío y viento y hambre defendiendo la patria”.
“Tengo la convicción y la impresión de que desde la dirigencia deportiva podemos hacer mucho más en pos de la reivindicación de la soberanía sobre las Islas Malvinas”, le dice a Página/12 el abogado César Francis, además Secretario de la Asociación Argentina de Tenis y vocal de minoría en San Lorenzo. Francis impulsó que la Confederación Sudamericana de Tenis (COSAT) incorporara a las Malvinas en su logo. Fue aprobado por unanimidad (además de Argentina la integran Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Chile, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela) en la asamblea de abril del año pasado. No logró lo mismo con la Conmebol, desde 2017: “Sus dirigentes jamás dieron lugar ni lo trataron pese a que en base a mi petición el Senado de la Nación aprobó una declaración solicitando a la Conmebol que le dé lugar a mi planteo”, nos dice.
“El deporte es la mayor caja de resonancia en estos tiempos. Traspasa todo tipo de nivel social, cultural, económico; creo que no lo aprovechamos como gran aliado respecto a mantener el reclamo permanente por la soberanía argentina en Malvinas”, agrega. Y después: “Uno de los temas que tenemos que revisar, y lo hablo con autoridades de distintas federaciones y del Comité Olímpico, es que hay muchas federaciones que no tienen en sus logos a las Malvinas. Desde el deporte hay que reconocer esa soberanía”.
Los vínculos entre el deporte y las Malvinas son muchísimos. Premios hípicos que se denominan en honor a las islas, estadios deportivos que se llaman Malvinas Argentinas, otros nadadores y corredores además de los mencionados, cicloturistas que recorren el país para llevar un mensaje de paz a través de Malvinas. Alguna vez la AFA fue multada por lucir un cartel con las islas, el jugador de hóckey Fernando Zylberberg fue separado de su plantel y criticado por el COI por hacer un spot publicitario en Malvinas; el malvinense Martyn Clarke se probó en Boca y desde el rugby se hicieron partidos “por la paz” entre ex combatientes de ambos países.
Imposible no mencionar a la nadadora María Inés Matos. El 1 de marzo de 2008 también cruzó el estrecho de San Carlos. Sin traje de neoprén nadó 4,6 kms. con aguas a 10° y temperatura ambiente de 7. Tardó 2 horas y 44 minutos. Su logro fue también en homenaje a los caídos en Malvinas. Hay un detalle: a sus cuatro años le amputaron la pierna derecha. La lista sigue.
Si hasta Diego Maradona tuvo, aunque simbólicamente, su lugar en las islas. Una camiseta de la Selección con el 10 en la espalda flotando en el viento del cementerio de Darwin. A unos metros de ese Diego simbólico descansan los restos de los soldados argentinos caídos en la guerra. Esa camiseta la pusieron Felisa Colombo, una hincha de Estudiantes de La Plata, y su pareja, David Rodríguez, de Boca. Tienen una agencia de viajes y cada vez que viajan llevan camisetas de sus clubes y de la Selección, siempre con el 10 a la espalda. Las usan para fotografiarse en lugares emblemáticos. Pero nunca pensaron, me dicen, que Diego iba a estar en las Malvinas.
Concretaron el viaje en abril de 2018 y llevaron una réplica de la camiseta de Diego del Mundial del 82 y otra del Mundial del 86. “Queríamos que de alguna manera Diego esté en las Islas Malvinas”, dice Felisa. El 2 de abril estuvieron en Darwin. En esa soledad entendieron que era el único lugar en el que podían desplegar la camiseta de Maradona sin herir susceptibilidades. Caminaron al cementerio y colgaron la remera con las tumbas de fondo. La imagen recorrió el mundo. De alguna manera, Maradona había llegado a las Malvinas.