"¿Me puedo sacar los zapatos?". Etan Hawke está en el medio de una anécdota, transmitiendo un consejo sobre la industria del cine que su hija mayor Maya le dio a él, cuando se inclina hacia su pie y levanta la mirada con angustia. "Son tan incómodos que sería mucho más feliz si me los saco". Espera la aprobación antes de sacarse sus botas Chelsea de cuero negro. Hawke, una reluctante estrella de cine con cuatro nominaciones al Oscar está ahora en medias, tratando de que la sangre vuelva a fluir hacia sus pies. Estira los dedos y los hunde en la gruesa alfombra del hotel. Ah, sí. Mucho mejor.

Hawke tiene 51 años y ha actuado profesionalmente por cerca de 40. En ese tiempo ha dejado claro que él es más bien un tipo Converse que un modelo de alta moda. Es de esa rara especie de actor: un príncipe del indie de los años noventa que todavía anda alrededor, aún con esa barbita que es marca registrada. En la actualidad, la cara del actor es un prisma de los personajes que lo hicieron un héroe de la Generación X: esas cejas permanentemente pobladas traen a la mente al policía novato Jake Hoyt (Día de entrenamiento, 2001). En su torcida sonrisa vive el encantador romántico Jesse Wallace (Antes del atardecer, 2004). ¿Y sus entrañables dientes torcidos? Eso es todo Troy Dyer, el galán indie de Reality Bites, de 1994.

Es agradable comprobar en el encuentro que Hawke es una de las cinco -no, mejor cuatro- estrellas de Hollywood que aún tiene su dentadura real. Mientras tanto, es imposible ver los ojos algo caídos sin pensar instantáneamente en Todd Anderson, el melenudo estudiante que interpretó en La sociedad de los poetas muertos en 1989. En las décadas que pasaron desde que Hawke se hizo un nombre como el alumno de Robin Williams con cara de bebé, ha evolucionado hasta convertirse en un actor de bordes filosos capaz de todo. Sus ocasionales apariciones en tanques pensados para reventar la taquilla han sido siempre lo menos interesante de él. Junto a una interminable y siempre constante cadena de personajes en películas independientes, ha dirigido otras cuatro, escribió tres novelas y cofundó una compañía teatral. Cada vez más, Hawke opera en los bordes de Hollywood. Con lo que un producto Marvel sería el último lugar en el que se esperaría su nombre. Pero allí está: Ethan Hawke como Arthur Harrow en Moon Knight, una producción que ya subió su primer episodio a Disney+, empaquetada con un generoso golpe financiero.

Hawke está igualmente sorprendido por su decisión de tomar el papel. "Encontrarme a mí mismo en un set de Marvel me sorprendió totalmente", dice, con los ojos bien abiertos. No es típico de él disfrutar "tener mucho dinero y mucho tiempo" para hacer una película. "A menudo te lleva a este gran temor, porque querés que le guste a todos. Eso es algo que preocupa a todos: '¿Les va a gustar?'". El veredicto aún está pendiente con esta serie, que acaba de estrenarse. Lo que en última instancia lo convenció fue su hija Maya y aquel consejo. "Mi hija, que trabaja en Stranger Things, me dijo 'Siempre estás hablando de que la gente quiera ir al cine y se preocupe por las películas. Bueno, Marvel es algo que interesa a la gente. ¿Entonces, por qué no vas y hacés una buena?"

Dice que se le dio una flexibilidad y libertad que no necesariamente se espera de un estudio de tanques. Moon Knight podría ser un auto deportivo tuneado, con dirección hidráulica y un toque fresco de cromo, pero Hawke es el mismo actor en el asiento de conductor. "Intenté mi acercamiento a la actuación del mismo modo que hago siempre": cambiar es una trampa, señala. Hawke lo compara con ir a una cita y tratar de gustarle a la otra persona. "No tiene sentido. Tenés que ser vos mismo. Si estás constantemente tratando de agradar a alguien, nunca vas a saber quién sos."

Hawke es conocido por quién es desde hace un tiempo ya, aunque el mundo insistió en sostener lo contrario. "Fue hostil", dice sobre la reacción a sus primeras aventuras en la escritura y la dirección. "Pero no podés esperar que todos te apoyen, porque eso no puede suceder. Y si esa falta de apoyo te va a detener a la hora de hacer algo, entonces probablemente deberías parar." 

Es un consejo despiadado para los aspirantes a artistas, pero uno al que Hawke se ha apegado y cumplido. En 1996 no dejó que las malas reseñas de su novela debut The Hottest State lo detuvieran para hacer una adaptación cinematográfica que fue igualmente criticada. Parece cómodo hablando de sus trabajos percibidos como "fracasos". "Siempre hay un mañana para ser exitoso, si Dios quiere. Una de las mayores cosas que podés descubrir es que el fracaso no va a matarte." Quizás sea gracias al entrenamiento actoral de Hawke, o el simple efecto de su convincente susurro frío, pero las palabras vienen cargadas de un sentimiento de novedad. Como que, de alguna manera, este no es un cliché que hayas escuchado antes.

Eso no quiere decir que no se sienta bien cuando la gente es elogiosa, y Hawke es el primero en admitirlo. Ahí estuvo la aclamación que rodeó a su película de 2020, la abolicionista The Good Lord Bird, al igual que Blaze, la biopic que dirigió y protagonizó sobre el músico country Blaze Foley. Sin mencionar su cumbre de la performance en su carrera, como un afligido sacerdote en First Reformed. Por supuesto que se siente bien, dice Hawke, cuando "el trabajo en el que realmente creo conecta con la gente. Es algo que te valida en un punto muy alto y mentiría si no lo admitiera. Pero también trato de no darle demasiado poder en mi vida". Levanta las rodillas y se sienta con las piernas cruzadas, jugando con los anillos de plata en sus nudillos.

Hawke como Arthur Harrow en Moon Knight.

Hawke tenía 13 años cuando fue elegido para integrar el elenco de Los Exploradores junto a River Phoenix. La película de ciencia ficción dirigida por Joe Dante en los ochenta fue una muy buena introducción al arte de filmar películas, y también un bautismo de fuego en eso de qué significa fracasar. Fue un desastre financiero. "Me enseñó a liberarme de las expectativas", argumenta Hawke, chasqueando los labios ante el recuerdo. "Si vivís tu vida al servicio de las artes vas a tener una buena vida. Si esperás que las artes estén a tu servicio... quiero decir, si hacés Los Exploradores y esperás que sea un gran éxito... vas a sentirte miserable. Porque no importa si es exitosa o si no lo es, nunca será suficiente."

Es fácil tomárselo con calma ahora, pero en el momento Hawke estaba devastado. Luego de la premiere neoyorquina de Los Exploradores en 1985, él y Phoenix se escondieron en los baños del Ziegfeld Theatre y escucharon a los críticos destrozándolos. "Fue muy duro", dice. Para agregar el insulto al daño, Phoenix consiguió un personaje en Cuenta conmigo para el que Hawke había audicionado. "La peor parte de todo eso fue que River me llamó para decirme cuán apenado se sentía porque no había conseguido la parte. ¡El no sabía que yo todavía no sabía nada, que me estaba enterando por él!", se ríe Hawke.

La carrera de Phoenix estaba floreciendo, la de Hawke parecía estar diluyéndose antes de siquiera haber tenido una chance de empezar. "Sentía envidia. Por supuesto que estaba envidioso. River era caballeroso y amable, lo cual lo hizo peor. Quería darle en la cabeza, hacer que fuera desagradable o algo." Pero a través de su amistad con Phoenix, Hawke se dio cuenta de algo: "No hay una sola torta. Alguien más está tomando una porción, pero no significa que vos no puedas tomar una. El era grandioso y mejoró a una forma de arte, y eso me hizo mejor a mí. Te das cuenta que hacerle caso a ese monstruo verde es una pérdida de tiempo."

Un segundo momento definitorio llegó en 2001, cuando fue elegido para enfrentar a otro de sus héroes en el melodrama policíaco Día de entrenamiento. "Trabajar con Denzel Washington... él tiene un alto nivel de confianza", dice Hawke. "Te preguntás de dónde lo consigue. Es experiencia, pero también hay una especie de sistema interno de fe en uno mismo que él tiene. Y una vez que lo ves y lo sentís... descubrí que podía moverme también a través de un universo como ese. No tenía que ser tímido ni andar asustado."

A medida que pasan los años, hay una característica del rostro de Hawke que sigue siendo prominente: la curva de su frente. Ese surco vertical que divide perfectamente las mitades de su cara, se ha convertido en una herramienta indispensable en la actuación de Hawke, capaz de denotar dolor, anhelo, aturdimiento, todo en un solo movimiento. Como describió un periodista de la revista Vulture, "El diablo trabaja duro, pero el surco de la frente  de Ethan Hawke trabaja aún más." Fue con el tiempo que los directores se fueron interesando cada vez más en las maneras de utilizar esa arruga.

"Es un extraño enigma", dice el actor sobre el asunto de envejecer en la industria del cine. "Empezás a recibir ofertas para interpretar gente complicada. Ya no tenés que hacer las partes de ingenuo. El trabajo ya no tiene que ver con que te veas bien. Pero no hay suficientes, porque las películas y la industria del entretenimiento están siendo conducidas hacia la gente joven... no te das cuenta cuando sos joven, porque están conducidas hacia vos. Con lo que la buena noticia es que las oportunidades son mejores. La mala es que ya no hay tantas como antes". Y eso sin siquiera a llegar a lo que significa para las actrices.

Para cuando tuvo 18 años y La sociedad de los poetas muertos se convirtió en un éxito instantáneo, Hawke ya estaba cansado de la fama. Fue lo suficientemente paciente como para evitar las trampas, una cualidad que él atribuye a las recomendaciones literarias de su madre. Ella le dio autobiografías de los grandes maestros británicos Alec Guinnes y Laurence Olivier, que habían tenido largas y variadas carreras, definidas por momentos cumbre y varias luchas. "A una corta edad ya estaba pensando en cómo se veía toda una carrera, más que en cómo se veía ahora. Y si podés ver el plan general, a largo plazo, podés ser un poquito más paciente", dice.

La vida de una estrella infantil lo asustaba. Hawke lo compara a estar conservado en formol. "Dejan de crecer porque quieren quedarse en ese lugar que gusta, congelarse exactamente en la manera que son", dice. "Usualmente es aún más doloroso para las mujeres, pero hacen lo mismo con los varones." No fue hasta que tuvo 24 años y apareció Reality Bites que "entré en la zona peligrosa", según define. "Afortunadamente estaba rodeado de buenos amigos en diferentes grados de éxito, con lo que nunca equiparé el éxito profesional con el éxito como persona. Hay un montón de gente que es muy exitosa en la vida profesional y son un fracaso total como seres humanos."

Quizá otra razón por la que el tiempo preocupa a Hawke de manera tan específica tiene que ver con sus colaboraciones que tienen puentes entre décadas con el director Richard Linklater: la trilogía del Antes..., que abarca 27 años, y Boyhood, que fue filmada a lo largo de 12. Cuando Hawke vistió por primera vez un sueter rojo de cuello alto en Antes del amanecer, en 1995, la frontera entre sí mismo y su personaje era bien delgada. Jesse era hablador, un romántico áspero con tendencia a reflexiones filosóficas sobre la reencarnación; la pequeña ventana a la vida de Hawke que los espectadores tenían permitido atisbar, en historias de los tabloides y fragmentos de entrevistas en televisión, pintaban un retrato similar del mismo actor. Pero si hubo algún velo de artificio en Antes del amanecer, fue desgarrado en las dos secuelas, coescritas por Hawke y la coprotagonista Julie Delpy, que fueron estrenadas en 2004 y 2013.

Entre la segunda y la tercera película, Hawke se separó de su esposa, la actriz Uma Thurman. La disolución de su relación, ese crudo extremo de la experiencia humana, fue algo que Linklater estimuló a que Hawke pusiera en pantalla. "Fue algo que puso a prueba mis nervios", recuerda. "Fue atemorizador. Rick estaba realmente interesado en borronear la línea entre el personaje y el actor, para darle a la película un subconsciente. Pusimos mucho de nosotros en esas películas."

Con nueve años transcurridos entre cada una, las tres películas constituyen importantes mojones en la vida de Hawke. "Hay mucho de mí y de mi realidad en esas películas. Están profundamente conectadas conmigo, como ninguna otra cosa", dice. "No puedo ver Antes del amanecer sin recordar ese período de manera muy vívida. Quien era entonces es tan diferente a quien soy ahora; se me hace difícil verla y exorcizarla de mi actual vida." Pero al mismo tiempo, Hawke dice que está "listo para trabajar con Rick otra vez, hacer lo mismo" y embarcarse juntos en otro proyecto de largo aliento. Traigan el desastre emocional, parece decir su carrera.

Cuando Hawke llegó a los 40 sufrió un serio brote de terror escénico, aparentemente provocado por la marca a la que había llegado. "Como era tan joven cuando empecé a actuar, estaba este sentimiento de ser un protegido, un aprendiz. Era un lugar muy emocionante para estar. Pero entonces llega este sentimiento de que se supone que llegaste a cierto nivel de 'sabiduría' o logro, y yo no sentí que tuviera eso. Pero mi status de amateur ya no existía. Y eso generó..." Golpea su puño cerrado en la palma de la otra mano un par de veces, tratando de encontrar las palabras. "Eso. Eso. Ese bloqueo. Tenés que realmente atravesar la costura y empezar a no asustarte de nuevo."

Su personaje en Moon Knight no es la sorpresa que inicialmente parecía ser. Desde hace décadas, Hawke ha luchado con las ideas opuestas de arte y comercio. Basta mirar sus créditos: cosechas indie como Born to Be Blue (sobre Chet Baker) y Antes que el diablo sepa que estás muerto conviven con grandes producciones como Siniestro y La purga. "Rick Linklater tiene esta frase de que 'Tenés que pagar para jugar', y es verdad", dice Hawke. "Si seguís haciendo solo películas extrañas que nadie ve no vas a estar haciéndolas mucho tiempo." 

Utiliza Blaze como ejemplo: "No podés conseguir financiación para una película como esa a menos que tengas cierto nivel de éxito." Las nociones de "pureza" no preocupan a Hawke como solían hacerlo antes. Ahora mismo está trabajando en un documental sobre la pareja dorada de los sesenta Joanne Woodward y Paul Newman. "Aquí estaba esta gigantesca luminaria internacional, pero aún así él era extremadamente puro. Bob Dylan también." Parece que el más serio hombre de Hollywood se está dando un espacio para relajar. Quizá la dicotomía entre el arte y el dinero no sea tan rígida como alguna vez pensó. Quizá es posible ser una gran estrella del cine con alma de artista. Si fue posible para Paul y Bob, ¿por qué no para Ethan?

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.