A todas las descripciones del capitalismo contemporáneo hay que añadir su rasgo de época más revelador y sin embargo implícito en su origen.
Por ello no se trata exclusivamente del desarrollo de las fuerzas productivas ni de la extracción de plusvalía ni de la producción general de pobreza. Finalmente llamamos capitalismo a un dispositivo donde cualquiera que sean las advertencias o prevenciones que se tengan, la destrucción, la catástrofe, está asegurada. Se trata siempre de un desastre ecológico, social, político y subjetivo. Se podrían glosar especifícame el modo en que los desastres se dan en los distintos ámbitos. Incluso en nuestras elecciones políticas.
Para aproximarnos a este fenómeno habría que combinar el mito de la "acumulación primitiva" analizado por Marx en el Capital, allí Marx da cuenta de un momento violento y cruel donde la riqueza no se genera por el mercado sino por la desposesión que ejercen los más fuertes sobre los vulnerables.
El otro vector está en Freud y su célebre pulsión de muerte. El desarrollo de la civilización en su progreso, según Freud, iba a ser acompañado en todo su desarrollo por un incremento desconocido de las pulsiones autodestructivas.
La pandemia y la guerra componen un cuadro de Pandemónium donde podríamos dar cuenta o al menos encontrar otra inteligibilidad para todo lo que nos sucede actualmente.
Pero esta somera descripción no está hecha para fomentar el escepticismo sino para intentar una nueva apertura en la experiencia política, donde la misma reduzca en la medida de lo posible, su cara instrumental y destructiva y se aproxime a un cuidado como Cura del ser.
El capitalismo, en esta perspectiva, concentra el tiempo histórico, que le llevó a la humanidad, conjugar a las relaciones sociales en términos de modo de producción del Desastre.