El primer y largo viaje al pasado para encontrarse con Safo de Lesbos le ocurrió en el colegio secundario. “Me la presentó una profesora de latín”, ríe Daniela Horovitz. Al tiempo, una frase de la contratapa del libro que la poeta griega escribió durante el siglo VII (AC), la reencontró con ella. “Yo te buscaba y llegaste, y has refrescado mi alma que ardía de ausencia”, decía tal. Y el idilio definitivo llegó cuando la cantante y compositora musicalizó poemas de Safo -“La pasión” y “Epitalamio de bodas”, entre ellos- y siguió su curso hacia la Grecia arcaica.
Safo será entonces una de las musas que Horovitz traerá al presente este martes 5 de abril a las 20.30 en Bebop (Uriarte 1658), a través de un concierto que participará un cuarteto de cuerdas y percusión dirigido por Matías Grande, la participación de Hernán Reinaudo en guitarra, piano y arreglos, y ella misma en voz y lira. La otra es Nosis de Locri, poeta trescientos años menor que su colega y presunta discípula suya. Ella apareció un poco después en la vida de la lirista porteña. Puntualmente, luego de presentar El dulce amargo, canciones de Safo. “Esa noche vino a verla Mariana Gardella Hueso, una filósofa que estaba traduciendo los únicos doce epigramas de Nosis”, avanza Horovitz en tren de revelar su singular e intrépido devenir artístico.
“También pesan las razones insondables, esas que difícilmente podemos saber cómo nos aparecen, o a qué responden -sigue-. Quizá solo a la intuición, a la pasión y a la empatía, pero que son al fin y al cabo solo excusas para ahondar artísticamente en una misma. Lo cierto es que Safo y Nosis representan la voz, la libertad, la palabra cantada, dicha y escrita. No sé si ellas eran conscientes de su privilegio o si luchaban abiertamente por los derechos de las otras mujeres también, pero en el solo hecho de pensar, escribir y comunicar, reivindican lo que estamos viviendo hoy: la mujer libre que decide sobre su cuerpo, que rompe los mandatos, que decide si quiere ser madre o no, que decide qué hacer con su vida y a quién y cómo amar”.
“Más dulce que el deseo” -así se llama la obra- estará dividida en dos partes. La primera, referida a los doce epigramas de Nosis, adobados con algunos comentarios de Horovitz, la guitarra de ocho cuerdas y el piano de Reinaudo, la percusión de Horacio Cacoliris y el cuarteto de cuerdas integrado por músicos de la Orquesta Estable y Filarmónica del Colón. “Yo voy a cantar todas las canciones, y tocaré la lira en dos ocasiones y el piano en una”, informa la artista. La segunda parte de la puesta estará referida a Safo, también alcanzada por la operación estética hecha por Horovitz de musicalizar sus poemas con ritmos folklóricos.
Así fue que “Poliarquis”, el epigrama cuarto de Nosis, quedó convertido en milonga campera. “Sámita”, el cinco, en vals. “Caló”, el siguiente, en cielito. El octavo, llamado “Taumáreta”, en aire de chacarera. Y el último, “Artemis”, en aire litoraleño. “Me interesó rescatar la poesía que escribían o cantaban estas mujeres hace 2600 y 2300 años, porque no las sentía tan ajenas a los pensamientos, emociones y sentimientos que podemos sentir hoy. En sus poesías priman temáticas como la pasión, el amor, la libertad, la naturaleza, la amistad o el deseo. Por eso, decidí musicalizarlas con la música que siento propia, que nace de mi contexto, la que siento natural, al cabo. Y creo que el resultado no es algo artificial o forzado, sino que pudieron convertirse en canciones”, señala la música, cuya intervención acerca estéticamente a Nosis.
A Safo, en tanto, la inmortalizan el canto con lira y sus versos directos, en primera persona, referidos a las mujeres. Por ella empezó Horovitz su camino a las entrañas poéticas y femeninas de la Grecia precristiana. La obra de Safo que musicalizó para el unipersonal teatral que la terminó llevando al Festival de Mujeres en honor a Safo en 2018, fue el puntapié inicial. Luego grabó El dulce amargo, disco de doce canciones inspiradas en temas de la poetisa antigua.
Su alquimia con Nosis, en cambio, es más reciente. “Cada uno de los epigramas de Nosis que trabajamos está compuesto en un modo griego -jónico, dórico, frigio, eólico, lidio y mixolidio- y cada uno en una tonalidad distinta”, explica Horovitz, sobre los escritos traducidos al castellano por la filósofa Gardella Hueso. “Safo y Nosis también nos conectan con el hoy desde temas universales completamente humanos y también específicamente femeninos, dado que en sus escritos nombran a otras mujeres amantes, amigas, o a sus referentes, al ordenar el árbol genealógico en línea matriarcal madre y abuela, sin nombrar padres ni abuelos, en el caso de Nosis”.
-¿Cómo fue el proceso de vestir a su “Melina” con un aire de huayno, por ejemplo?
-Pensé en una coya con su guagüita atada con el aguayo porta bebé a su cuello, y luego en una mujer de cualquier parte del mundo y de cualquier época, con su hija en brazos.
-¿Quiénes son las Safo y quiénes las Nosis de hoy?
-Yo las relaciono con las poetas con las que me topé, y digo esto porque por supuesto hay muchas más, y más modernas también, pero una Safo podría ser la uruguaya Marosa di Giorgio, tan ligada a la naturaleza y a la voluptuosidad. Es más, yo hice un disco anterior -Entre las fieras y los lirios- de poetas a los que musicalicé, y entre las mujeres destaco a ella, además de Alejandra Pizarnik, Marguerite Yourcenar y Alfonsina Storni… Siempre hubo mujeres, a lo largo de las generaciones, que lucharon por tener voz y un lugar en el mundo, quizá sin saber que estaba luchando específicamente por sus derechos.