Las verdaderas guerreras no se rinden. Paula Martínez, que fue drogada con burundanga y violada grupalmente por al menos cinco varones en una casa de Florencio Varela en diciembre de 2016, luchó durante cinco años para que el delito no quedara impune. En el camino soportó el hostigamiento y las amenazas de los familiares de los cuatro detenidos por la violación, que viven en el mismo barrio. Paula estaba aterrada, angustiada y también demasiado cansada por el abandono del Estado, que no la acompañó ni le brindó asistencia económica ni psicológica. A fines del año pasado, a los 23 años, se suicidó. Esa guerrera sembró a una madre, Sandra Zapata, que ahora continua la pelea, “de pie” y “empoderada”, ante el Tribunal Oral en lo Criminal 4 de Quilmes en el juicio que comenzará mañana contra Cristian Chávez, Rubén Chávez, Diego Domínguez y Gustavo Carbonel, imputados por el delito de abuso sexual con acceso carnal agravado por la participación de dos o más personas. Hay otro imputado de violación suelto, prófugo, Mauro Nair Goncalves, y una recompensa de 4 millones de pesos para quien pueda aportar información sobre su paradero.
Nunca más
“Mi hija era una guerrera y por eso sigo la lucha”, dice Sandra en la sala Borges de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, donde se realizó una conferencia de prensa en la que participó junto con su padre, Ramón Zapata, el abuelo de Paula, y Romina Doncel, coordinadora del equipo de profesionales que está acompañando a la familia. En la primera fila estaba Andrea Lescano, la presidenta de la Fundación Micaela García “La Negra”, en un día muy especial para ella: el viernes 1° de abril se cumplieron 5 años del femicidio de “La Negra”. También estuvieron presentes la Red Se Trata de No Más Trata y las Mariposas AUGe. “La guerra está declarada; así como me ven, con lágrimas en mis ojos, con el alma partida y el corazón roto, sigo de pie y sigo la guerra. Voy a luchar hasta el último día de mi vida para que mi hija tenga justicia, para que los violadores paguen por lo que hicieron. Ellos se reían a carcajadas mientras la abusaban y la filmaban; quiero que ese video aparezca. Ellos la mataron desde el día que la violaron y ella siguió muerta en vida”, resume la madre de Paula, una guerrera que llora y emociona.
A Zapata le preocupa el futuro porque ella con los tres hijos de Paula y sus propios hijos, siete niños en total, siguen viviendo en el mismo barrio en Florencio Varela, rodeada de los familiares de los cuatro acusados y que infringen sistemáticamente las restricciones perimetrales ordenadas por un juez. “Yo pido la reclusión perpetua para los violadores porque por ellos mis nietos están sin su mamá y yo sin mi hija; ella me decía que no quería que nunca más le hicieran daño a ninguna chica. No voy a parar; le arruinaron la vida a mi hija. Si luché tanto por una, imagínense si no voy a luchar por siete, para que mis hijos y mis nietos tengan una vida digna”, agrega Zapata y asegura que Paula estaba “muy cansada”, tenía pánico y terror y necesitaba estar acompañada todo el tiempo. “Hoy la entiendo más; el miedo que da estar sola y cómo los pensamientos y los recuerdos te atormentan -reconoce-. Ella quería justicia y durante todos estos años vivió un calvario desde el día que la violaron. El dolor es desgarrador y no se lo deseo a nadie, pero también me da paz porque ella ya no sufre... Hija, descansá en paz, volá alto que mamá se encarga”.
“El miedo que te carcome el cerebro”
A Ramón Zapata, el abuelo de Paula, le cuesta hablar. No le resulta fácil algo paradójico: pedirle a la justicia que haga justicia. “Tenemos que ir a los colegios para enseñar y para que nunca más el hombre haga este tipo de aberraciones, porque hoy me tocó a mí, a mi familia y a mi nieta, pero esto sigue; lo están viendo todos los días. El hombre sigue involucionando. La mujer tiene una fortaleza tremenda; detrás de cada familia hay una guerrera, una luchadora”, compara el abuelo y precisa que no puede ser que nadie sepa dónde está el prófugo. “Los familiares de los Chávez se bajaron de dos motos y amenazaron a otro de mis hijos con fierros y palos, y mi hijo se tuvo que meter en la casa de un vecino, y le rompieron toda la bicicleta en la que él andaba”, comenta el abuelo de Paula y aclara que la consigna de la familia fue no contestar las agresiones y los agravios. “El miedo que te carcome el cerebro es malo y ojalá que se nos quiten esos miedos”, desea Ramón.
Complicidad policial
Romina Doncel, especialista en género y trata de personas, va al grano de dos cuestiones fundamentales. “Queremos que le crean a Paula; ninguna sobreviviente está encerrada en su casa cinco años porque está mintiendo”, sintetiza Doncel y sobre el prófugo, Mauro Nair Goncalves, revela que hace un mes se hizo un allanamiento en la casa de la hermana porque un chofer declaró que lo había llevado a ese domicilio. Pero no lo encontraron. La especialista pidió urgente una reunión con Sergio Berni, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. “No podemos entender cómo una persona que corta el pasto, sin medios económicos, está prófugo durante cinco años. Tenemos la certeza de que hay complicidad policial”, subraya Doncel.
¿Por qué se tardó más de cinco años para llegar al juicio?, pregunta Página/12. “Varios de los imputados decidieron estar en desobediencia hasta que fueron encontrados. Hubo desidia judicial -confirma Doncel-. No en todas las violaciones hay pruebas de ADN; es importante entender que no podemos seguir pensando como en 1810”. La especialista destaca el papel que tuvieron el juez de Garantías, Diego Agüero, titular del Juzgado Nº 6 de Florencio Varela, y su secretario Martín Grizzuti, que acompañaron a Paula Martínez y Sandra Zapata y recuerda cómo los familiares de los imputados han pedido que se lo destituya a Agüero y lo han acusado de “feminazi” por tener perspectiva de género y empatía hacia la víctima. Una pregunta lanzada por Doncel resuena desde la sala Borges hacia la sociedad argentina: ¿Qué tipo de jueces queremos? ¿Qué tipo de justicia queremos?
Del lado de la víctima
Doncel advierte que el Tribunal Oral en lo Criminal 4 de Quilmes “no garantiza que podamos asistir” porque la familia no tiene abogado particular, en cambio los acusados sí tienen; el equipo de profesionales que ella coordina está pidiendo estar presentes en el juicio. “Siempre que una mujer es abusada se espera que se calle. Paula no se quedó callada, los increpó y los señaló con nombre y apellido a los que pudo identificar. No queremos más abusadores sueltos en las calles”, plantea la especialista en género y trata de personas. “No es la primera vez que una sobreviviente pide justicia y la justicia no llega. El Estado no da respuestas y deja a las sobrevivientes sin asistencia económica y sin asistencia habitacional; no pueden salir de las casas de los ataques de pánico que tienen”, explica Doncel. Paula tenía sueños, esperanzas, quería estudiar. “Confiamos que va a haber un juicio con perspectiva de género. Creemos que la condena puede ser ejemplar”, concluye la especialista. Las mujeres de Mariposas AUGe gritan: ¡Paula Martínez presente, ahora y siempre, ahora y siempre”. Las guerreras saben convertir el dolor en acción.