Desde que tengo uso de razón, siempre que escuchaba hablar de la guerra de Malvinas, solo se mencionaban soldados, excombatientes o veteranos. Nunca había oído hablar de las veteranas de guerra. Hace unos años una amiga publicó en su cuenta de Instagram una foto de mujeres veteranas de Malvinas. No se imaginan lo que fue mi sorpresa: ¿cómo que hubo mujeres en esta guerra? ¿Por qué nadie las había mencionado en todos estos años? ¿Por qué fueron invisibilizadas?
Esta semana se cumplieron 40 años de esta nefasta e injusta guerra, y la foto de esas mujeres vino a mi memoria. La busqué y la primera pregunta que me hice fue si seguirían vivas. ¿Cuáles eran sus nombres? ¿Cómo llegaron ahí? ¿Cuáles eran sus roles o funciones en esta guerra? Necesitaba saber más de estas mujeres misteriosas y que alguien respondiera mis preguntas. Leyendo un articulo del Diario Digital Femenino de La Pampa, me interesé en el asunto y comencé a llamar a diferentes amigas periodistas feministas para saber si me podían brindar alguna información de ellas.
Después de días de llamados telefónicos e investigación logré dar con un número de celular. ¡Por fin! Había conseguido el teléfono de una veterana de Malvinas. Le escribí, me presenté y le pedí una entrevista. Me respondió casi de inmediato, fijamos un día y e hicimos una videollamada.
Su nombre es Alicia Reinoso, y en el año 1980 ingresó como enfermera militar en las Fuerza Aéreas en una prueba piloto, porque no había mujeres militares en esa época. En 1982, Alicia estaba como jefa de enfermería del Hospital Aeronáutico de Buenos Aires. Al comenzar la guerra, le comunicaron que debía viajar al sur a trabajar al Hospital Militar Reubicable, instalado en el aeropuerto de Comodoro Rivadavia. Las ubicaron junto a un hangar. Después del 1 de mayo, luego del primer bombardeo comenzaron a llegar los heridos. Los soldados no pasaban mucho tiempo ahí, les hacían las primeras curaciones y eran trasladados a los hospitales de la zona o de cada escuadrón. Las evacuaciones no solo se realizaban por Comodoro sino también a diferentes provincias de la Argentina. Las camas siempre debían estar vacías porque nunca se sabía a qué hora llegaría otro avión con heridos. No había tiempo de encariñarse.
«Al principio solo éramos cinco enfermeras —cuenta Alicia—, pero eran tantos los heridos que sumaron más personal. Cuando llegaban los soldados a la madrugada, los bajábamos del avión en la camilla y venían bañados en sangre, sucios, con el dolor a flor de piel, pedían por sus mamás. Llamen a mi mamá, ¡avisen a mi mamá que estoy vivo!» —me dice que eran las frases que se repetían. «¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaá!» Era desgarrador escuchar esos gritos desconsolados y llenos de angustia.
Alicia explica que eso es la guerra, y que aún hoy se despierta de noche escuchando los alaridos de esos chicos. Porque eso eran: chicos de 18 años. Ella era muy joven también, tenía 24 años, pero en ese momento tuvo que madurar: para esos soldados, ella y sus compañeras encarnaban a sus mamás, a sus hermanas y a sus novias.
Un hospital de guerra es algo muy diferente a cualquier hospital. El olor y el miedo se podían sentir en el ambiente. «Se respiraba, y no solo lo sentía yo —recuerda Alicia—, lo podía ver en los ojos de los oficiales; el miedo era como el frío intenso, algo que te atraviesa y lo podés sentir con cada célula de tu cuerpo: todos teníamos mucho miedo y ellos se desquitaban con nosotras, que éramos el grado más inferior que había en ese hospital. Los maltratos estaban a la orden del día. Trabajamos bajo mucha presión teníamos las filas de camas llenas de soldados y no dábamos abasto». Me cuenta que sufrieron todo tipo de violencias: por género, psicológica y mucha discriminación. Los oficiales deshojaban su furia con ellas.
Cuando habla de «ellas», explica que eran personal militar, cabos principales femeninos y estaban bajo las mismas órdenes militares, el mismo código militar que cualquier hombre. La vuelta fue difícil también: ni siquiera pudo volver a su casa a saludar a su mamá. Fue trasladada a Córdoba a realizar un curso de nueve meses. No les dieron licencia, ni ayuda psicológica. «Nos ocultaron y culparon de la derrota», explica.
En el año 2009 Alicia levantó una bandera que es la lucha de las excombatientes, con material fotográfico y documentos que prueban la existencia de ellas. Las opiniones y el repudio no se hicieron esperar. Desde el calificativo de mitómana, hasta amenazas y hostigamiento. La llamaban loca, le dijeron de todo, incluso sus propios camaradas. La gente no podía creer que mujeres hubieran participado de esa guerra. Siempre se había mostrado a los soldados y eran reconocidos como los únicos veteranos. El pensamiento dominante es que la guerra es cosa de hombres. Sin embargo, en la guerra siempre hubo hombres y mujeres que supieron decir sí cuando fue necesario.
«Muchos veteranos nos decían que no dijéramos que éramos veteranas. Nosotras decíamos ¿por qué? Si en nuestro diploma que nos había entregado el Congreso de La Nación nos reconocían como veteranas, ¿por qué no podíamos decirlo?», cuestiona Alicia.
El reconocimiento se hizo esperar. La primera vez que comenzaron a formar parte de esta historia fue el 2 de abril de 2021. Fueron elegidas para el institucional de la Presidencia y recién ahí se comenzó a oír que había mujeres. Y a pesar de esto, Alicia siente que todos los homenajes y actos públicos siguen siendo solo para los veteranos. Admite que este es el primer año que un presidente las invita a participar de un acto por Malvinas. Si bien seguramente existan voluntades individuales en el ámbito político que desean resarcir este error, evidentemente a nivel institucional, no está funcionando correctamente la implementación.
El 7 de mayo del 2021, le ganó el juicio a la Fuerza Aérea y aún no logra que ANSES le de un turno para empezar el trámite para cobrar su pensión: tres veces ya cambiaron la fecha. Es incomprensible el destrato que viven las veteranas. Los hombres que compartieron tareas con ellas cobran una pensión. La mayoría de ellas tienen más de 60 años y ya pasaron 40 años del conflicto. ¿Cuánto más deben esperar? Por otro lado, hay una ley que instaura que los DNI de todxs los veteranos y veteranas deben llevar inscripta la leyenda «Veterano de Malvinas». Ni bien Alicia ganó el juicio fue a cambiar su DNI y al recibirlo volvió igual, sin la inscripción. Es la única veterana mujer de Paraná, Entre Ríos, y jamás la tuvieron en cuenta ni el centro de veteranos de Paraná, ni en la municipalidad.
Difícil de creer que un gobierno con ley de identidad y que utiliza el inclusivo hasta para los discursos no reconozca la identidad de Alicia. Incluso en el Ministerio de Defensa, en la lista de veteranos de guerra, ella figura como «soldado varón Alicia Reinoso». El certificado otorgado por el propio ministerio expresa que ella es «veterano de Malvinas».
La guerra es una mochila que ella va a cargar toda su vida. No niega que el asunto de la pensión duele, pero más duele el olvido.