En la pretensión de mostrar el dinamismo, curiosamente en reversa, que han sufrido en su forma y en su contenido algunos informativos, el título que pensé inicialmente para este artículo era el de “Metamorfosis informativa”. Pero metamorfosis es transformación y no encaja en una realidad informativa ganada por el sensacionalismo y el tratamiento desmedidamente amoral de los hechos, lo que justifica hablar de un concepto inexistente en el diccionario, la “megamorbosis informativa”.

La noción de noticia, tradicionalmente entendida como el relato de un hecho actual, novedoso, trascendental y de interés público, se aproxima cada vez más a sus añadidos, que Alex Grijelmo los identifica en la libre narración que se hace de acontecimientos sorprendentes, estremecedores y paradójicos. Esta inclinación testimonia las permisividades que se han otorgado las noticias en su concepción, estructura y presentación, poniendo dramáticamente en un mismo nivel de importancia los hechos sociales, políticos y policiales.

Si los contenidos se hicieron permisivos, las formas volaron sin control por sobre los muros de los principios universales del derecho a la información como el respeto a la honra, el resguardo de la seguridad, la intimidad y la dignidad. Se ha naturalizado un tratamiento grotesco de la información en casos de violencia mostrando descarnadamente los muertos, la sangre, las heridas, en un estilo en el que quedó atrás la nota breve, precisa y contundente, para dar paso a relatos largos sin pausa, ni tregua, ni orden, ni límites de tiempo ni de ética.

¿Cuál es la diferencia entre las series policiales criminosas y los informativos que legitiman la violencia? En las series se actúa y en los informativos los hechos son reales. En aquellas se advierte que no son programas aptos para todo público, mientras que en éstos se olvidaron de este deber porque legitimando la violencia creen estar educando a la ciudadanía. Por donde se lo vea, y aunque se quiera justificar argumentando que a la gente le gusta, so pretexto de ganar rating, esto no está bien, ni siquiera en nuestros tiempos laxos y anómicos de pandemia.

Si miramos el tema desde la perspectiva de la escuela norteamericana de la comunicación, debemos recordar su clásica estructuración de la noticia dando respuesta a estas cinco preguntas, o las 5 W: Qué (What) ha sucedido, Quiénes (Who) son sus protagonistas, Dónde (Where) ha sucedido, Cuándo (When), y por qué (Why). Pregunto: ¿se están respetando estas reglas de la difusión? Posiblemente sí en su aparataje técnico, pero contundentemente no en su sentido ético.

Pero por supuesto que noticia no es sólo lo expuesto, pues como precisa Teun van Dijk, es más bien el conjunto de hechos que sucedieron, por lo que no es el texto para divulgar la información si no es el mismo hecho sucedido. Siendo esto así, es obligatoria la tarea periodística de la responsabilidad y de la veracidad con un lenguaje claro, concreto útil y preciso, si no, como bien señala Rosenblum, sin una información fiable los ciudadanos acaban siendo vulnerables.

La escuela estructuralista francesa presta especial atención al análisis ideológico del discurso en las noticias y los medios. La desviación que se hace a este enfoque es el oportunismo que politiza los hechos, aprovechando cada acontecimiento que aparece en escena para cuestionar todo lo que esté en el otro polo que un actor social ocupa en el campo político. Si se siguieran las propuestas de Barthes, Foucault, Derrida y otros, se asumiría que el acontecimiento constituye una oportunidad para interpelar a los responsables de un hecho, así como para generar procesos de reflexión y formación, por ejemplo, en nuestros tiempos, con las juventudes que se dejan llevar por encuentros de Facebook para acabar en citas a ciegas con nefastas consecuencias.

La noticia no es una imagen de la realidad que puede ser deformada, sino un marco a través del cual se construye rutinariamente el mundo. ¿Qué mundo?, he ahí el dilema. El deber ser dice que el mundo del bien común. Pero los medios no son mediadores neutrales y los temas del discurso periodístico no constituyen simplemente una lista, sino que forman una estructura jerárquica que busca generar opinión. Así como están mayoritariamente las cosas, cuando surge un tema policíaco y prima la atención por lo negativo, el sexo, la violencia, los accidentes, catástrofes, desastres y crímenes, se asumen manejos de la información basados en las características descalificadoras del morbo.

Hay formas, maneras y espacios para tratar estos temas con un sentido de responsabilidad. Empiezan respetando los códigos de ética. Quedan periodistas que los practican, con ellos se tiene que reconducir la práctica informativa, en defensa del buen periodismo. Igual que en la salud, en el periodismo los remedios no pueden ser solamente de curación de la enfermedad, es fundamental atender la prevención. La auto/regulación no puede concentrarse en casos de calumnia e injuria previa denuncia. En la realidad comunicacional actual los límites de la tolerancia ya están desbordados, hay que reconducir la información periodística, porque está naturalizando la violencia. Es hora de caminar por los senderos del derecho a la información y la comunicación.

*Sociólogo y comunicólogo boliviano. Director de la Fundación Latinoamericana Communicare.