La construcción de una trama más amplia, donde confluyen trazos, imágenes, ritmos y cuerpos en movimiento que componen y escriben desde experiencias múltiples, es lo que están tejiendo, año tras año, los poetas Victoria Schcolnik y Marcelo Carnero. El IV Festival Espacio Enjambre –Hacia un afuera de la escritura– empieza hoy, a las 19, en Acuña de Figueroa 1656 A, con la inauguración de la muestra “Conversación, pequeño desplazamiento” de Ana Efrón y Florencia Walfisch, dos artistas que plantean un diálogo de materiales distintos –el textil y la pintura–, y que ponen en juego los conceptos de acompañamiento y complementación. Durante tres días habrá propuestas para reflexionar sobre las maquinarias narrativas, en las que participarán escritores y periodistas como Hernán Ronsino, Cecilia González y Silvia Hopenhayn; mientras que cineastas como Gustavo Fontán, Maximiliano Schonfeld, Albertina Carri y Emiliano Torres conversarán sobre las posibilidades de sentido del soporte audiovisual. También se proyectará el film Heart of a Dog, de Laurie Anderson, el músico Juan Carlos “Mono” Fontana tocará en vivo (mañana a las 21.30), leerán por primera vez los alumnos del Espacio y el cierre llegará a través del ciclo de lectura “Rojo”, que tendrá como invitados a Edgardo Cozarinsky, Liliana Ponce, Juan Pablo Fernández y Camila Fabbri.

¿Cómo se sostiene en el tiempo un festival que se hace a pulmón? Carnero, uno de los directores del Espacio Enjambre junto a Schcolnik, bosqueja el panorama de funcionamiento. “En Enjambre somos dos personas pensando y ejecutando, y una secretaria todoterreno acompañando en otras áreas. Esa es nuestra estructura de trabajo, y la que sostiene desde pensar los eventos y organizarlos, mandar los mails y hacer las convocatorias de los talleres y la escuela, pensar contenidos y actualizaciones para la revista online, atender la librería; hasta cocinar y vender la comida del bar en los eventos, abrir la puerta y cobrar las entradas cuando hay un concierto. Todo eso con una pretensión de calidad que tratamos de hacer que aumente siempre. No nos quejamos porque es una elección, y aunque hay días en los que queremos bajar la persiana y dedicarnos a regar las plantas, lo que hacemos, lo hacemos con alegría y creemos que los resultados están a la vista. Nobleza obliga y debemos decir que este año, después de mucho tiempo de insistir sin resultados, nos han dado un pequeño subsidio para el Festival, que si bien no es una cifra muy significativa, ayuda”, aclara el autor de la novela La boca seca (Mardulce) a PáginaI12.

Schcolnik cuenta que hace mucho que querían que algo de Laurie Anderson estuviera en Enjambre. “Ella es una de las artistas referentes para nosotros. Sobre todo porque es una gran investigadora del lenguaje: sin darte cuenta, a través de su prolífica comunión con las artes, todo el tiempo te lleva a cuestionar la inocencia con la que pensamos y vemos el mundo. Y lo hace con una belleza inigualable, nunca convirtiendo este cuestionamiento en un asunto denso, teórico. Nos pareció que proyectar Heart of a Dog en esta edición era propicio porque es un ensayo sensible sobre cómo los distintos puntos de vista –de un perro, una cámara de vigilancia, una serie de filmaciones familiares archivadas– muestran que no hay una verdad única sobre qué es el mundo. En el film es muy fuerte la idea de que tanto lo que somos como lo que vemos son fragmentos de ficciones que no llegan a encastrarse por completo, y de que entonces sólo nos queda aceptar ese punto ciego que nos separa, inevitablemente, del otro”, explica la autora de los poemarios El refugio y Una tierra. “Enjambre es un proyecto que constantemente buscamos lanzar hacia adelante. Con el paso del tiempo nos damos cuenta de que estamos en un proceso de expansión que, si bien se dio naturalmente, es muy pensado. Primero fueron los talleres y eventos, después los festivales, ahora es la escuela y la plataforma online. La lectura que van a hacer este año los alumnos es, en ese sentido, una muestra de que, además de todo lo que proponemos, trabajamos con una búsqueda y una mirada sobre la escritura, y que eso puede tener una producción determinada. En esta edición van a leer nueve alumnos no sólo de la escuela sino de otros talleres”, agrega Schcolnik.

Uno de los interrogantes que postulan en esta cuarta edición del Festival es si el concepto de tiempo, narración y representación no se han vuelto conductas de dominio. “Somos experimentos narrativos porque fuimos educados para contarnos una historia en particular y no cualquier historia. Una historia psíquica, sexual y emocional”, advierte Carnero. “Desde que tenemos conciencia, hay una serie de hechos que pareciera que van a pasar, que tienen que pasar, de acuerdo a circunstancias que nos van definiendo. Ese relato que se teje podría ser un estado larval de lo que, con el tiempo, llamamos identidad. Lo que más nos interesa es si es posible salir de ese circuito, de esa narración asignada. Porque la alarma, entre otras cosas, está puesta en que esa ruptura va a generar un destierro, un sinsentido, una pérdida de pertenencia. Entonces, esa narración organiza y adoctrina, pero también contiene. Y no es un dato menor si pensamos en la tarea histórica de distorsión y proscripción que se hizo y se hace sobre el deseo. Finalmente es como si fuéramos un eco, lo que distintas instituciones nos contaron sobre nosotros mismos.”  

Los directores del Festival están “muy contentos” de que el “Mono” Fontana vuelva a tocar en el Espacio Enjambre. “El ha sido uno de los primeros artistas en presentarse en nuestro lugar, desde el principio confió en nosotros para venir a difundir su música –recuerda Schcolnik–. Es un músico con una estética que está fuera de lo previsible, que renueva la música. Y bueno, a nosotros nos fascina lo que crece desde el margen.”