El conflicto desencadenado por la invasión de Rusia a Ucrania ha producido, entre otros efectos, un fuerte incremento en el precio internacional de los commodities primarios. Es destacable el caso del trigo, cuyo valor entre enero y marzo de este año subió un 31 por ciento, comparando promedios mensuales de ambos meses. Este incremento se traslada naturalmente al mercado interno, encareciendo la harina y consiguientemente los productos que emplean este insumo.
Si se toma el caso del pan, un bien que moviliza a consumidores, decisores y periodismo en general por su impacto directo sobre el presupuesto de las familias, ¿cuál sería el efecto que cabría esperar? De acuerdo a la Federación de la Industria Molinera, el trigo, la industria molinera, la panadería y los impuestos conforman la estructura del costo del pan.
Suponiendo que la carga impositiva se distribuya uniformemente en los tres componentes restantes, la incidencia del trigo en el precio final del pan pasaría a ser del 14 por ciento. Un porcentaje similar surge de los datos de los Cuadros de Oferta y Utilización de 2018 del Indec.
Entonces, ¿cuál es la incidencia del aumento del trigo en el costo de producción del pan? Al incremento del precio internacional se debe agregar la variación del tipo de cambio, del 5,2 por ciento promedio marzo contra enero. En conjunto, el aumento resultante del costo del pan sería de algo más de 5 por ciento. Sin embargo, el incremento de precio anunciado por la industria panadera supera el 20 por ciento, lo cual obligó al Gobierno a intervenir. Este fenómeno no es privativo de la Argentina: en Italia se ha desencadenado un debate similar, a raíz de incidencias del mismo orden sobre el precio del pan.
Costos y márgenes
Sin duda, hay algo inexplicable en todo este proceso: si los costos para los panaderos no subieron más del 5 por ciento mencionado, nada justifica aumentar el precio entre 4 y 5 veces más. Tampoco hay algún "retraso" que justifique ese movimiento: desde 2017 y hasta enero de 2022 el índice de precios del rubro “Pan y Cereales” y el Índice de Precios al Consumidor variaron de forma muy similar.
Esto es "inexplicable" para un economista acostumbrado a pensar en términos de oferta y demanda en mercados atomizados, que se consideran en esencia competitivos; y éste sería el caso, porque las panaderías abundan. Pero la realidad indica que esto no ocurre.
Al parecer, los empresarios de la panificación aplican una suerte de margen de facturación sobre el precio del principal insumo, la harina: el precio del pan resultaría de multiplicar por cinco el correspondiente costo de la harina. Un economista algo menos ortodoxo diría que se trata de un caso de fijación de precio por "mark-up" (o sea, por aplicación de un margen) sobre los costos directos, una práctica frecuente en diversos sectores industriales. Aunque por lo general el margen se fija tomando el conjunto de los costos directos, como insumos, fuerza de trabajo y energía, y no un único ítem.
Ahora bien, lo que está claro es que este precio no se fija "en el mercado", sino que es una decisión de los oferentes. En el caso del pan, el sector empresario enfrenta una demanda que reacciona poco al precio, ya que el pan es algo que se seguirá vendiendo, porque es un bien alimenticio que no tiene sustituto inmediato. Si el aumento no es excesivo, se venderá algo menos, pero a un precio considerablemente mayor.
Colusión
Aquí surge la pregunta de si este aumento abusivo realmente será sostenible. Se podría pensar que habrá quienes no van a aplicar semejante mark-up, intentando extraer algún beneficio por "robarles" clientes a otras panaderías. Pero pareciera que ese no es el caso; si fuera así, no se estaría discutiendo "el precio" del pan, porque no lo habría, dada la atomización de la oferta y que el pan no se vende en un mercado concentrador.
Cabría sospechar que existe algún tipo de acuerdo entre oferentes, eso que técnicamente se denomina "colusión". Los acuerdos de precios entre oferentes privados no son de conocimiento público, porque son ilegales; pero existen, y de hecho en algunos sectores en Argentina ha habido procedimientos y sanciones por colusión, como los casos de cemento y oxígeno líquido. En este caso, la colusión, de existir, será probablemente motorizada por asociaciones empresarias.
Ya Adam Smith, en un pasaje clásico, reconocía abiertamente esta posibilidad, ya que hablaba de oferentes que se ponen de acuerdo, a fin de lograr ganancias a expensas de los consumidores. No es éste el pasaje donde menciona la "mano invisible", desde ya.
Es probable entonces que exista una estrategia empresaria que apunta a aprovechar un incremento del precio del trigo para validar un aumento del precio del pan más allá de lo que explicaría algún insumo en particular: cuando la demanda responde poco al precio, no vale la pena competir por precio, porque ante una baja las ventas aumentan poco. Lo lógico es apuntar a sostener el precio, e incrementarlo cuando se presenta la oportunidad.
La consecuencia grave en un país con inflación arraigada es que aumentos desmedidos como éstos empujan a un comportamiento análogo en otros sectores, a fin de no perder posiciones. Así tiende a generalizarse un ajuste ascendente, al que tarde o temprano se sumarán los salarios.
Respuesta
La respuesta "automática" de los gobiernos ante un aumento generalizado de precios es restringir la liquidez monetaria. Esto responde al convencional entendimiento de que la inflación es un fenómeno esencialmente monetario, pero también a que ajustar la masa monetaria es el único instrumento que tienen a su disposición en forma inmediata.
Pero es claro que en casos como éste nada tiene que ver el plano de la moneda. Un incremento en el valor de un insumo se traduce en un aumento desproporcionado del producto para el consumidor final por una mera decisión empresaria, poniendo en marcha una espiral ascendente. Esta secuencia se realimenta indefinidamente.
Cuando mucho, la astringencia monetaria y el consecuente freno del nivel de actividad tenderán a morigerar este tipo de comportamientos, pero esto no es necesariamente así, como lo demuestra la reiteración de períodos donde conviven inflación elevada y recesión. Otro tipo de intervenciones, como controles y acuerdos para prevenir o mitigar estos comportamientos, son de efectividad más dudosa, como se ha comprobado en estos días.
Una consecuencia importante de este razonamiento es que la inflación puede tornarse un proceso autosostenido por mero ajuste de comportamientos, a efectos de no perder posiciones. Este proceso virtualmente no tiene límite. Casi que podría decir que no es un fenómeno económico, porque no hay escasez que limite el crecimiento nominal de los precios.
El verdadero temor que produce la inflación es desembocar en un proceso no controlable. La adhesión al credo monetarista que indica que "la inflación es esencialmente un fenómeno monetario" no es más que la adhesión a un dogma, a falta de algo mejor. La ocurrido con el trigo y el pan en estos días brinda una oportunidad comprender mejor, superar abordajes dogmáticos y así repensar la cuestión de la inflación.
*Universidad de Buenos Aires-CESPA-FCE.