¿Cuál es la relación entre las grandes industrias, los ultraprocesados y las enfermedades relacionadas con la alimentación? ¿Cómo aprender sobre alimentación saludable si nos rodean publicidades que además de seducirnos con packagings de espejitos de colores nos informan mal? ¿Cómo transformar de manera autónoma y voluntaria los hábitos alimentarios si no tenemos trabajo? ¿De qué sirve enseñar en la escuela la importancia del consumo de vegetales y frutas si luego los menúes solo los incluyen con suerte una vez por semana?
Para dar un primer paso en el acceso a información clara y segura, y para ponerle un freno al gran negocio de unxs pocxs que enferman y matan a muchxs, a fines del marzo se reglamentó la Ley de Promoción a la Alimentación Saludable -conocida como ley de etiquetado frontal- que empezará a implementarse en agosto, y que además de incluir la presencia de sellos negros para indicar los excesos de nutrientes críticos en los paquetes de los productos industrializados, también implicará otras cuestiones relacionadas a la salud.
“La ley regulará aspectos centrales para prevenir la malnutrición, especialmente la malnutrición por exceso, que es la principal causa de enfermedad y muerte tanto en Argentina como en el resto del mundo. Es una ley muy completa que nos invita a problematizar de manera profunda todos nuestros consumos alimentarios”, explica Andrea Graciano, nutricionista, docente de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la UBA, y una de las tantas mujeres impulsoras del proyecto que, junto a numerosas personas y organizaciones de la sociedad civil, tuvieron un rol fundamental durante todo el proceso de aprobación de la ley.
La Ley de Promoción a la Alimentación Saludable que se aprobó el año pasado en Argentina se transformó en una ley modelo tanto a nivel regional como mundial, ¿a qué se debe eso?
--Se debe a que es una ley muy integral y a que, hasta ahora, ningún país había podido incluir tantas regulaciones simultáneamente. Además del etiquetado frontal, que es lo más conocido de esta ley, también se incluyen otras regulaciones como la prohibición de la publicidad, promoción y patrocinio de alimentos y bebidas no saludables (es decir, que cuenten al menos con un sello de advertencia), y la protección de los entornos escolares. Y también otras menos conocidas como la obligatoriedad, por parte de los empresas, de la declaración del contenido de azúcares en los envases, y el deber, por parte del Estado, de priorizar la adquisición de alimentos y bebidas que no tengan sellos de advertencia al momento de realizar compras públicas.
Las mujeres y las disidencias tuvieron un rol fundamental para que se pudiera aprobar la ley, ¿por qué creés que fue así?
--Sabemos que históricamente ha habido una división injusta y desigual del trabajo que ha dejado a las mujeres en el hogar, a cargo de las tareas de crianza y cuidado, y que estas tareas, esenciales en las economías capitalistas y sumamente funcionales al patriarcado, han sido invisibilizadas y no han tenido ningún reconocimiento económico. Más allá de que hoy todo esto se esté revisando, las mujeres y las disidencias seguimos estando particularmente sensibilizadas respecto a la importancia de la alimentación y la nutrición, como así también al impacto que tienen nuestras decisiones de consumo alimentario no solo en la salud humana, sino también en la salud animal y planetaria. Además, como nutricionista, celebro que en Argentina nuestro colectivo profesional, mayoritariamente femenino, haya tenido un papel tan protagónico en las acciones de abogacía e incidencia legislativa en pos de esta ley.
Información en los envases fundamental para lxs consumidores
¿Cuáles son para vos los beneficios de tener la ley?
--Son muchos, por un lado contar con información nutricional clara, sencilla y fácil de comprender en el frente de los envases de productos comestibles y bebibles permite tenerla en cuenta al momento de decidir qué comprar, y hacerlo de manera informada. Esto no es algo menor si consideramos que en Argentina solo el 26 por ciento de la población lee la información nutricional de cada producto y menos de la mitad de este porcentaje la comprende. A su vez, en los países que ya cuentan con etiquetado frontal de advertencias, se ha encontrado que más del 90 por ciento de la población valora su presencia y la tiene en cuenta al momento de tomar decisiones de compra, ayudando a elegir opciones más saludables y nutritivas. Por otro lado, a partir de esta ley, la industria alimentaria de esos países ha mejorado la calidad nutricional de los productos que comercializa, ya que ahora les agregan menos nutrientes críticos, como azúcares y sodio. Y por último, la ley también contiene regulaciones que protegen especialmente a la población más vulnerable: a las infancias, adolescencias y a las poblaciones de menores recursos económicos. Es una ley que intenta ir un paso más allá, buscando promover una alimentación más saludable en distintos ámbitos y en todos los sectores sociales del país.
¿De qué forma la ley protege especialmente a las infancias y a los sectores más vulnerables?
--Una de las regulaciones que incluye la ley es la prohibición de la publicidad, promoción y patrocinio de alimentos y bebidas no saludables. Este tipo de acciones comerciales siempre favorecieron el aumento de ventas de estos productos, y son particularmente efectivas cuando se dirigen a las infancias y adolescencias, quienes en Argentina consumen un 40 por ciento más de bebidas azucaradas y el triple de golosinas que las personas adultas. En ese sentido, es interesante que durante la discusión parlamentaria se haya intentado instalar la idea de que había cosas más importantes de las que ocuparse, porque supuestamente esta ley atiende demandas de sectores medios y altos y es para “personas ricas” que pueden elegir qué comer. Por eso desde distintos sectores de la sociedad civil y desde organismos como UNICEF Argentina, salimos a romper con estos mitos. Primero, porque la malnutrición en todas sus formas afecta con mucha más fuerza a los sectores de menos recursos, como bien evidencia la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud cuando indica que estos sectores presentan un 21 por ciento más de obesidad que las familias de ingresos altos. Y por otra parte, porque en estos grupos las probabilidades de padecer malnutrición son aún mayores, ya que datos de FIC y UNICEF Argentina, muestran que adolescentes de menores ingresos tienen un 31 por ciento más probabilidades de desarrollar sobrepeso. Además, los grupos más vulnerables suelen vivir, trabajar y/o estudiar en entornos no saludables en donde hay muchas más posibilidades de obtener productos ultraprocesados que alimentos reales y comidas nutritivas.
¿Cómo ves la educación alimentaria en el resto de la sociedad?
--La Educación Alimentaria Nutricional (EAN) es una estrategia fundamental para enfrentar las problemáticas referentes a la malnutrición, permitiendo reflexionar sobre los sistemas alimentarios y contribuyendo al Derecho a la alimentación adecuada. Sin embargo es una condición necesaria pero no suficiente para transformar la alimentación, más aún cuando se trata de contextos de crisis o de emergencia alimentaria. En una economía de mercado donde los alimentos se adquieren, ¿cómo transformar de manera autónoma y voluntaria mis hábitos alimentarios si no tengo trabajo, si me alimento con lo que me dan en el comedor escolar o comunitario, lugares que, a su vez, muchas veces dependen de las donaciones que reciben o bien ofrecen los productos ultraprocesados que el mismo Estado les manda? ¿De qué sirve trabajar en el aula la importancia del consumo de vegetales y frutas si los menúes escolares luego las incluyen con suerte una vez por semana? ¿O trabajar la importancia de una alimentación saludable si cuando llega el recreo solo se puede comprar ultraprocesados en el kiosco escolar? Hacernos todas esas preguntas es fundamental para poder comprender realmente cuáles son los alcances y las limitaciones de la EAN. Otro aspecto muy positivo de esta ley es que incorpora la EAN dentro de la currícula del sistema educativo nacional, al mismo tiempo que prohíbe donaciones y entregas gratuitas, como así también la comercialización y/o entrega de alimentos y bebidas no saludables en los establecimientos escolares.
Decías que la malnutrición es la principal causa de enfermedad y muerte tanto en Argentina como en el resto del mundo. ¿Podrías explicar un poco más eso?
--Según la OMS, la malnutrición es un concepto muy amplio que está relacionado tanto a las carencias como a los excesos o desequilibrios de la ingesta de energía y/o nutrientes de una persona. Esto abarca tres grandes grupos de afecciones: la desnutrición, la malnutrición relacionada con los micronutrientes, es decir con las vitaminas y minerales, y el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación. En nuestro país las enfermedades crónicas no transmisibles son responsables del 73,4 por ciento de las muertes, mientras que una de cada cinco muertes a nivel global (por enfermedad cardiovascular, cáncer o diabetes por ejemplo) son atribuibles a una alimentación inadecuada debido a un alto consumo de sodio, un bajo consumo de frutas y/o un bajo consumo de granos enteros.
El lobby de las empresas para boicotear la ley que ayudará a los más vulnerables
El lobby que hicieron las grandes empresas para que no salga la ley fue muy fuerte, ¿cuál es la relación entre la industria alimentaria y estas enfermedades que mencionás?
--En Argentina, al igual que en el resto del mundo, los hábitos alimentarios se han ido modificando y han ganado lugar los productos ultraprocesados, que fueron desplazando a los alimentos naturales y a las comidas caseras. Estos alimentos y bebidas industrializados con excesiva cantidad de nutrientes críticos, al mismo tiempo que son sabrosos e irresistibles, casi adictivos, generan un impacto negativo en la salud humana, animal y ambiental porque, además de ser producidos en todo el mundo por un puñado de empresas transnacionales que definen qué llevamos a nuestros platos, son el gran motor de las enfermedades relacionadas con la alimentación. Por eso los alimentos no solo son fuente de nutrición para la mayoría, sino también de riqueza y de poder para una minoría. Ante este escenario tan desigual, necesitamos regulaciones que prioricen los derechos de la mayoría y que le puedan poner un freno a esta realidad que determina que los alimentos sean una mercancía más. Si bien pareciera que esta realidad es muy difícil de modificar, sobre todo en contextos urbanos, en nuestro país existe cada vez más gente que se suma al paradigma de la Soberanía Alimentaria y que entiende el rol central de los pueblos para definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, a fin de garantizar una alimentación adecuada.
¿Qué sigue ahora que ya se reglamentó la ley?
--Esta reglamentación fue un primer paso en la dirección correcta. Todavía quedan muchos aspectos de la ley sin definir que requieren de normas complementarias y que involucran a una gran diversidad de actores como el Ministerio de Educación, la ANMAT y el ENACOM. Además, en este contexto de sindemia (donde coexisten distintas epidemias estrechamente vinculadas unas con otras) son necesarias muchas acciones urgentes, como aquellas vinculadas al cambio climático, que le pongan un freno a esta situación y que comiencen a transformarla. Hay cambios que hoy ya se están motorizando desde la sociedad civil, como por ejemplo mejorar los estándares regulatorios de grasas trans, y otros más complejos, porque implican también gran diversidad de actores e intereses y una fuerte decisión política, que apuntan a transformar radicalmente el modelo productivo hacia la agroecología, dejando de lado el modelo agroindustrial extractivista cuyas consecuencias negativas tanto estamos padeciendo. A su vez, otros países que ya tienen etiquetado frontal obligatorio, hoy están abogando por más información en las etiquetas de alimentos y bebidas, y más y mejores políticas públicas alimentario-nutricionales. Un ejemplo de esto es Perú, donde se está buscando lograr la declaración obligatoria en las etiquetas frente a la presencia de transgénicos, algo que en Uruguay y Brasil ya es obligatorio. En México están bregando por la regulación de los sucedáneos de la lactancia, es decir alimentos que se comercializan como un sustituto parcial o total de la leche humana, buscando materializar las recomendaciones incluidas en el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Humana, aprobado hace más de 40 años. Creo que hoy, el desafío más grande que tenemos, es reconocer que somos mucho más que consumidores, y que como ciudadanxs, alimentarnos de manera adecuada y poder gozar de salud es, sin duda, uno de nuestros derechos más importantes.