Se viene escuchando cada vez de manera más acentuada hablar sobre la pospandemia. ¿Qué significa una pospandemia? Las definiciones que encontramos la definen como “la manera de vivir después de haber sufrido una enfermedad mundial”. Sin embargo, cabe la pregunta: ¿estamos transitando la pospandemia? ¿es el fin de la pandemia?

Según la página de Intramed, a fines de enero de este año anunciaban que la covid-19 seguirá, pero que el final de la pandemia está cerca. A su vez, en la página DW aseguraban, a fines de febrero de este mismo año, que "el hecho de que los números estén bajando no significa el fin del coronavirus. Más que el fin de la pandemia, estamos yendo hacia un periodo de pausa”.

Ya sea para pensar el final de la pandemia o tomarlo como una pausa, sí podemos asegurar que, dentro de esa pausa, hay efectos en las subjetividades de cada unx. Tenemos, por ejemplo, la apertura de bares, boliches, comercios, la vuelta a la presencialidad: en el colegio, la oficina, los consultorios, etcétera.

¿Pero a qué presencialidad estamos volviendo? ¿qué cuerpo se presenta, ausente durante dos años, a los diferentes lugares que transitaba prepandemia?

Enojo, fastidio, angustia, ansiedad, “bajonazos”, por nombrar algunos de los efectos que genera este retorno a la presencialidad. Para otrxs, alegría, emoción, vitalidad, “un renacer”, etcétera. Ya sea para vivenciar emociones más negativas o positivas, esta “pausa” en la pandemia y su correlato con el retorno a la presencialidad tiene sus efectos. ¿Podríamos pensar que no los tenga? ¿Contábamos con esa ilusión?

El retorno a la presencialidad, como decíamos, despierta efectos a nivel del sujeto. Quizás el Yo logra readaptarse en un tiempo breve a los distintos espacios que vuelve a habitar, sin embargo, a nivel del sujeto --teniendo en cuenta la singularidad de cada quien-- esto es bien diferente.

En primer lugar, para poder pensar esta cuestión habrá que distinguir entre la noción de Yo y de Sujeto. Para comenzar habrá que abordar algunas teorizaciones tanto de Freud como de Lacan acerca del concepto de Yo para luego poder articular con el concepto de sujeto propuesto por Lacan, que nos permitirá comprender de qué se trata aquello que está más allá del Yo.

Decir que el Yo no es amo en su propia casa (Freud, 1915-16) es como decir que el Yo no es el jinete del caballo. El Yo se arma a partir de una imagen prestada que viene del otro, pero también requiere de un enmarque simbólico necesario para que se instituya. Si bien Freud no formalizó este concepto, el de sujeto, podemos pesquisar algunas cuestiones que son las que toma Lacan para hablar de sujeto del inconciente. Sujeto que a través de sus formaciones inconcientes nos muestra que hay algo de sí mismo que desconoce, algo que al Yo lo deja desconcertado, pero es un lugar donde un sujeto puede advenir como tal: integrando eso que él desconoce porque no reconoce como propio.

Es preciso que este Yo se constituya para poder andar por la vida medianamente “armado”, teniendo como referencia cierto “principio de realidad”, armarnos agendas, programas, hacer la comida, comunicarme con otro, trabajar, estudiar, etc. Esto no quiere decir que sea todo “él” (el Yo). Es frecuente escuchar, y no solo clínicamente, “Yo soy esto” y es una frase propia de aquellos que creen conocerse por completo y poder manejar todo desde ese Yo. Freud (1917) plantea que “el yo se siente seguro de que sus noticias son completas y confiables, y seguro también de la viabilidad de sus órdenes” (p. 133, tomo XVII). Más adelante, deja en claro lo lejos que está el ser humano de que algo se produzca de esa manera, que el Yo no tiene respuesta para todo, que tiene fisuras de las que el sujeto a veces no quiere saber.

Entonces diremos que el sujeto no puede escucharse fácilmente, solo nos hace saber de él a través de las formaciones del inconciente: en un acto fallido, un lapsus, un chiste, un sueño, un síntoma. Eso le es propio pero no se reconoce porque le hace ruido, y le hace ruido porque el Yo, que es quien procesa la información no es el amo, hay “por detrás” un sujeto atravesado por su inconciente.

En segundo lugar, y luego de tener a mano la diferencia entre Yo y Sujeto, podemos remitirnos a pensar la noción de sujeto que nos plantea Lacan, que es un sujeto diferente al que plantea la ciencia y la psicología. Por eso hablará de una “subversión del sujeto”, porque tenía en la mira la idea de cambiar la concepción de sujeto. El sujeto no será aquel forcluido de la ciencia, ni tampoco aquel que abolió cierto psicologismo.

El sujeto está dividido, dirá Lacan, desde el comienzo por la entrada al lenguaje porque no sabe lo que dice, no sabe lo que “es”; porque no hay una palabra que lo nombre por completo y porque porta una falta en ser, hay algo que le falta.

Entonces, decíamos que el Yo podría readaptarse a la presencialidad, pero a nivel del sujeto esa readaptación podría ser bien diferente, ya que no siempre el Yo y el Sujeto pueden “darse la mano” y estar de acuerdo. Siendo seres humanos y estando sujetos a un inconsciente, ¿podríamos pensar que la readaptación sería tan sencilla? ¿No sería hasta un tanto bizarro sostenernos en esa creencia de que la vida sucede “como si nada”?

El retorno a la presencialidad, la pausa de la pandemia o lo que se nombra como pospandemia deja en evidencia que podemos hacer muchos esfuerzos por acomodarnos a la vida que nos propone la sociedad posmoderna y sin embargo los cuerpos hablan, divididos por el lenguaje, sujetos a un inconsciente. Ahora bien, si sabemos escucharnos o intentamos algo similar a eso, ese espacio que se abre en cada quien, lleno de dudas e incertidumbres, podría ser un lugar propicio para volver a preguntarnos ¿qué deseo? Al fin de cuentas, el sujeto sólo encuentra su brújula en esas coordenadas.

Florencia González es psicoanalista. Docente UBA. Investigadora UBACyT.