La articulación política y psicoanálisis permitió que lo que se llama campo intelectual comenzara a despertar del sueño teórico cerrado que conservaba algunos “saberes”, resabios del sujeto de la razón. A partir de la articulación política y psicoanálisis pudimos constatar que las categorías que empleábamos para pensar la política no “encajaban” con la realidad, que habían quedado vetustas. Hubo que realizar duelos teóricos, idealistas-esencialistas-conservadores, superar apegos narcisistas y pensar casi todo de nuevo.

“El inconsciente es la política”, afirmó Lacan en el Seminario La lógica del fantasma, dictado en 1966/7, una frase enigmática que nos llevó un tiempo para comprender. Como se desprende de dicha expresión de Lacan, la política se estructura por la lógica del inconsciente y, a su vez, el inconsciente no es sin la política. Esto implica por una parte que el inconsciente es transindividual, nos sujeta a los otros y, por otra, que una política que no incluya al sujeto del psicoanálisis es una ingenuidad.

La subjetividad no anula ni subsume lo singular que refiere a lalanguela lengua llamada materna, el asunto de cada quien, que nunca es un estereotipo epocal. En lo que le sucede al sujeto, lo político y la subjetividad, los ideales de época, las identificaciones tienen su parte y, a la vez, en la política el sujeto juega su partida.

Jorge Alemán en su libro Ideología. Nosotras en la época. La época en nosotros, trabaja dos categorías, ideología y fantasma, que conciernen a la constitución del sujeto e inciden en el campo social y en la significación política. Ambas representan la realidad, ofrecen un orden, una combinatoria de representaciones que rigen el modo en que el sujeto se relaciona con el mundo. Estas dos categorías permiten comprender conductas de la subjetividad y del sujeto que constituyen repeticiones históricas, fracasos políticos o juegan a favor del sometimiento y la expansión del capitalismo.

El ilimitado dispositivo capitalista no se reproduce solo por la economía sino también por la ideología dominante, tesis que pone en cuestión la concepción de los individuos como sujetos libres, tal como afirma el neoliberalismo. El fantasma incide en la ideología, pero esta categoría no incide en el fantasma.

Lacan, en el Seminario Las formaciones del inconsciente, se sirve del texto “Pegan a un niño”, publicado por Freud en 1919, para teorizar acerca del fantasma y su relación con el deseo. En la segunda fase no recordada sino construida, el niño golpeado es el propio sujeto que aparece en posición masoquista. El fantasma masoquista del neurótico es un recurso frente a lo traumático de la sexualidad, es una ficción sobre un otro que quiere gozar del sujeto, un otro del cual tiene que defenderse.

La ideología atañe a la constitución del yo como imagen; el núcleo inconsciente del yo es el ello. Tanto en Freud como en Lacan el fantasma está en el lugar de lo reprimido primordial. A partir de la metapsicología freudiana, inferimos que estas dos categorías consisten en las mayores resistencias, las estructurales. Ideología y fantasma constituyen en el sujeto y también en los pueblos las inercias sociales que sostienen al poder y la dominación.

Fantasma e ideología suturan el lugar de la causa, constituyen dos respuestas del sujeto que se juegan en lo social, construyen lo común y se presentan como obstáculos estructurales e inerciales para la emancipación y la construcción de una voluntad popular.

Por ejemplo, vemos aparecer en el espacio social toda una serie de construcciones que hacen obstáculo a la unidad del campo popular, algunas son divergencias ideológicas y otras están estructuradas según el fantasma: existe un otro que roba un goce o una lealtad, por lo que me rebelo. No se trata exclusivamente de meros fenómenos ideológicos, sino que interviene también el fantasma.

Encontramos en estos días, en nombre de principios y convicciones, una repetición mortífera en el campo popular que se orienta hacia la ruptura de la unidad-fallada-conseguida. Una repetición histórica que conduce al fracaso, la desintegración y al avance del Mal: el neoliberalismo.

Frente al dispositivo tanático neoliberal que se reproduce a sí mismo, hay que oponer como antídoto un Eros potente, una unidad abierta, cada vez mayor en extensión y calidad, capaz de debilitar el odio neoliberal.

La unidad, lejos de ser homogénea o armónica, debe encontrar senderos comunes en los laberintos embarrados por el poder y las tendencias destructivas inconscientes que habitan en el sujeto y en la época. Tendrá que ser una unidad cada vez menos verticalista, más horizontal y democrática, que articule políticamente ideologías y limite al máximo las inevitables interferencias fantasmáticas de los dirigentes.

Una unidad separada y mezclada a la vez, surgida desde los pedazos que se juntan y poseen confianza en la política como herramienta emancipatoria. Sin nostalgias conservadoras, con proyecto e insistencia, generando sentidos renovados que dialecticen las significaciones hegemónicas naturalizadas.

El amor a lo común no cancela las diferencias, sino que las aprecia como un potencial. El amor a lo común constituye el afecto político capaz de construir un pueblo, que es la figura privilegiada de un contrapoder democrático.

* Psicoanalista, magister en Ciencias Políticas.