"No se muere quien se va. Solo muere quien se olvida", dice el cartel que fue bandera de la lucha de la familia de Nicolás Vázquez, víctima de gatillo fácil en 2013, en Lanús. Ahora, un tribunal, el TOC 3 de Lomas de Zamora, reafirmó el concepto al condenar a perpetua al excomisario de la Bonaerense, Héctor Alejandro Amarilla, autor del disparo que perforó el cuello del chico, entonces de 18 años.
El crimen fue cometido el 25 de septiembre de 2013, en 9 de Julio y Oncativo, de Lanús, cuando Vázquez quiso sustraer una camiseta de fútbol de un local de ropa deportiva. Amarilla -que a esa fecha era comisario de la 2ª de Lanús y también hacía la vigilancia del local- persiguió al pibe y pese a que éste, luego de escuchar un disparo al aire se detuvo y se dio vuelta con las manos en alto, le tiró a matar. El proyectil le atravesó el cuello.
Como todos los casos de gatillo fácil, el de Amarilla tuvo la clásica saga de historia oficial policial: el comisario argumentó que fue en defensa propia y para ello sostuvo que se produjo un tiroteo. Y para demostrar que su palabra no tiene medias tintas, entregó su arma reglamentaria, con la que había dado muerte al pibe, y el arma que según su versión llevaba el pibe, una pistola con numeración limada. Y para completar la prueba, mostró la herida sufrida en una de sus piernas. No dijo una palabra de lo que se demostró después: que la herida había sido autoinfligida.
Recién un año más tarde, cambió la fiscalía y de ser víctima Amarilla pasó a acusado y se ordenó su detención, pero cuando lo fueron a buscar ya no estaba. Amarilla figuró en la lista de personas más buscadas del Ministerio de Seguridad y por datos sobre su paradero se llegó a ofrecer una recompensa de 500.000 pesos.
Se mantuvo prófugo durante 5 años, hasta que el 3 de febrero de 2019 lo detuvieron en Rafael Calzada, cuando llegó de Paraguay para visitar a su nieto recién nacido.
Durante el juicio, la fiscal Viviana Giorgi había solicitado la máxima pena para el excomisario por el delito de "homicidio doblemente agravado por alevosía y por su condición de funcionario policial". La abogada Marina Pirro, representante de la familia de la víctima, adhirió al alegato de la fiscalía y requirió prisión perpetua.
Por su parte, los abogados de Amarilla reclamaron la absolución o que el delito sea encuadrado como un "homicidio culposo", que tiene estipulado penas de entre 1 y 5 años.
Finalmente, el Tribunal Oral en lo Criminal 3 de Lomas de Zamora, consideró las prueba aportadas por la acusación y condenó a Héctor Amarilla a prisión perpetua, en coincidencia con lo solicitado por la fiscalía y la querella.